viernes, 17 de diciembre de 2021

Sobre la novela (2)

 Sobre la novela (2)

Ayer conversábamos sobre cuán importante era el proceso de la creación literaria referido a la novela. Hoy quizás puede ser interesante mirar un poco más hacia el escritor. Algo que hemos reiteradamente sostenido es que un buen escritor tiene que ser un buen lector. El proceso de creación literaria no puede completarse eficientemente si el escritor no ejercita permanentemente la lectura

 

  

Todos los escritores han sido grandes lectores. Ya hemos dicho antes que: “para escribir bien hay que leer bien. La condición de ser lector es algo fundamental para quien se interese en el oficio de escribir literatura y vuelvo a citar algunos ejemplos de esta afirmación ya enfatizada por Juan Nuño, desaparecido desde hace muchos años cuando escribiría: La clave de todo buen escritor es la buena lectura”, esto que parece una perogrullada está descrita como una reflexión similar, por Jorge Luís Borges quien dijo en una ocasión: “Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”.

 

Citaré algo expresado por el novelista venezolano contemporáneo Eduardo Liendo. “Sin lectura mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible”. Adicionalmente haré otra afirmación que he repetido por ahí: la literatura no se hizo para leerla, sino para releerla y ya sabemos que Rosa Montero dice que: “para aprender a escribir hay que leer mucho”. Se ha insistido en que la lectura y más allá, la re-lectura es obligatoria para el escritor. "Solo la relectura salva al texto de la repetición (los que olvidan releer se obligan a leer en todas partes la misma historia)". Esta es una cita del ensayista francés Roland Barthes (1915-1980).

 

Sobre esta premisa de leer bien para escribir, bien pueden surgir algunas preguntas. ¿Cómo puede un escritor ser auténtico? ¿Puede acaso ser capaz de sustraerse de cuanto ha leído? Si el escritor es buen lector, tendrá algunos escritores favoritos, o sus preferidos. ¿Cómo hace el escritor-lector para no imitar a esos autores? Si Jorge Luís Borges, o Carlos Fuentes son los escritores favoritos de un lector, y él está dispuesto a escribir literatura, es lógico que le guste escribir como ellos. Al imitar a Borges, ¿No se verá lo que redacte como una parodia en su intento de novelar como el brillante invidente? Hago otra pregunta que puede surgir sobre este asunto pero puede ser muy directa. ¿Cómo se puede ser original?

 

Hallar un escritor que pudiese ser absolutamente original tiene que ser muy difícil. Sobre esta situación he citado en otras ocasiones las acertadas opiniones de Eduardo Liendo, quien parafraseando a Federico Amiel se ha preguntado si acaso todos los escritores no somos más que copia de copias, reflejo de reflejos”. Mijail Bajtín denominaría realismo grotesco a la manera de enfocar la vida en la obra escrita de Rabelais, y sabemos bien que éste autor existió bastante antes del realismo mágico caribeño. García Márquez, premio Nobel de literatura, en su novela “Cien años de soledad” repitió modalidades de forma y estilo ya usadas por Rebelais muchos años antes y eso no desmerita las novelas de El Gabo.

 

Pueden todas estas reflexiones llevarnos a hacer otra pregunta, si se quiere de corte shakespeariano, como el príncipe de Dinamarca, tal vez uno pueda preguntarse entonces, “leer o no leer, he aquí el dilema”. Pero no hay tal dilema, porque definitivamente para poder escribir literatura, es necesario leer, leer mucho y leer bien, expresión que personalmente yo asocio con el proceso de la relectura. Todavía puede haber una pregunta adicional… y, ¿Qué debemos leer? Con la masificación de la información es imposible leerlo todo, y por lo tanto será indispensable hacer algún tipo de selección. La mayoría de los escritores lee todo cuanto les cae en sus manos.

 

Hay que leer los libros buenos”, los que son realmente literatura, pero también puede ser útil leer los libros malos, es decir libros mal escritos. Cuando el escritor es un buen lector, le será fácil sumergirse en las historias y percibir el espíritu de quien narra, captar en detalle sus diversos puntos de vista, igualmente deberá detectar las variables que funcionan para cada personaje creado por el autor. El escritor-lector, puede disecar el lenguaje, y deberá hacerlo. Ese será un ejercicio de gran utilidad para aprender sobre lo bueno y lo malo, de lo que está escrito.

 

Otra pregunta interesante podría ser. ¿Se puede imitar, y hasta plagiar la manera de decir las cosas que ya están escritas? Ya dijimos que al ser exégeta de un escritor preferencial, el lector-escritor puede sentirse llamado a imitarlo, y esto puede ser visto como una especie de “espionaje literario” que podría llevar a malas artes, o a pésimas consecuencias. El tema del plagio fue tocado por Liendo en su novela “Los platos del diablo”. Algunas veces el temor a caer en el plagio puede frenar la intención del escritor. Existe algo que se ha denominado la re-escritura de una historia, desde otra óptica más personal y esto aunque puede ser un peligro, a la vez pudiese representar un arma poderosa para intentar alguna creación literaria. Hay quien ha señalado que la pretensión de no plagiar, el deseo de soñarse absolutamente original, no es otra cosa que más una declaración de soberbia y de ignorancia. Pero hay que entender y aceptar que estos fenómenos re-escriturales pueden darse inconscientemente en el escritor-lector.

 

La escritura se nutre de lo vivido y de la imaginación, así pues  muchas veces también el escritor puede ser influenciado por lo leído, o por lo que ha visto o lo que ha percibido en su vida, o que ha sido captado a través de otros medios como puede ser el cine, la televisión, o por la información verbal. En ocasiones el desarrollo de situaciones históricas y todos estos elementos que constituyen la vida misma del escritor-lector los cuales estarán siempre relacionados con lo que él guarda en su subconsciente. En este sentido, Rosa Montero ha opinado sobre la escritura de las novelas lo siguiente: Cuando te encuentras escribiendo una novela, en los momentos de gracia de la creación del libro, te sientes tan impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias, que para ti no existe el tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. Eres eterno mientras inventas historias”.

 

Con el bagaje aportado por todas las experiencias provenientes de la lectura de textos, con todas las variables que los autores mismos nos ofrezcan, sumadas a lo que nace de la introspección y de las experiencias adquiridas, amén de las habilidades personales de cada cual, todavía puede ser que la creación literaria se vea restringida si no existe una firme y decidida voluntad de trabajar seriamente para crear una obra literaria. Regreso entonces a lo que se planteaba inicialmente sobre la determinación que tiene que existir esa especie de fuerza interior que se percibirá intensamente y que estará expresado en el lenguaje particular del escritor. La memoria literaria de cualquier texto siempre tendrá algún elemento autobiográfico, aunque sea inequívocamente ficcional, el escritor alimentará sus relatos con la memoria personal.

 

Roland Barthes dijo una vez que toda autobiografía es ficcional y toda la ficción es autobiográfica”. Podemos decir que la ficción unirá los retazos de momentos que han resultado ser significativos para quien escribe, aunque parezcan hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas, los que conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato novelado o no. Rosa Montero afirmaba certeramente que la ficción es la manera de sacar a la luz un fragmento muy profundo del inconsciente”. Al narrar, usualmente se recrearán escenas, algunas veces imitando secuencias cinematográficas como si estuviésemos en el cine y no importará que sean reales o imaginarias, cualquier situación llegará con el recuerdo de algo visto, o leído, de alguna ficción o de algún suceso históricamente real.

 

La literatura, decía Oscar Wilde, es el arte de mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el escritor y particularmente es fundamental para el escritor de novelas quien tendrá la opción de ser él y de ser otro. Por eso la literatura puede verse como el ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más interesante es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que decir, el escritor solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje. Según Goethe, todo ya está dicho, lo difícil es saber cómo decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del escritor y del escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y específicamente de cómo escribir literatura, no es tan sencillo.

 

No basta con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay que escribirlas y hay que cumplir ese cometido de cierta manera, de un modo especial que conlleve siempre un nivel de excelencia en el lenguaje. No se trata de “echar un cuento”. El asunto es más difícil, no se trata de “como decirlo”, el asunto está en “como escribirlo”. Por eso repetimos que escribir es un oficio y que este no es fácil, requiere mucho trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión. 

 

Nota: mañana, finalizaré con este asunto de la novela, en una tercera parte (3) ahora que publicar cuentos, poemas y novelas, casi parece ser más importante que leerlas.

 

Maracaibo, viernes 17 de diciembre del año 2021

 

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