lunes, 3 de agosto de 2020

Termodinámica

 

Termodinámica

La segunda ley de la Termodinámica nos habla de la Entropía y de la manera como ella nos lleva inexorablemente hacia la desorganización de los sistemas, nos conduce hacia el caos y conforma todo cuanto sea inversamente proporcional a la perfección micro miniaturizada característica de los complejos sistemas biológicos. Que fastidiosamente complicada es esa manera de expresarte. De una forma un tanto más sencilla puedo decirte que: Entropía es sinónimo de desorganización, de desorden... ¿Relajo? Ella es paralela a la pérdida de la Energía y se traduce en alteraciones estructurales que van desde groseras deformaciones macroscópicas hasta modificaciones en la conformación molecular de las partículas atómicas de cuyo orden y concierto depende la composición arquitectural del universo. ¡Recojan los vidrios!

A pesar de la retórica y del tono didáctico y magistral del enunciado, puedo jurarlo, no persigo en estos escritos una intención ejemplarizante, no quiero ser punitivo ni masoquista, solo deseo ser objetivo, tan solo eso, aunque te digo francamente, dúdolo mucho el que vos me creáis... Menos mal que estáis claro. Es que definitivamente, le doy vueltas al asunto, e insisto en que para mí, era otro el mundo que me encontré al regresar a mi ciudad natal. Era diferente. Llegué a estar convencido de que en mi tierra se había operado un cambio radical. Parecía ilógico. Cuatro años, por muy largos que sean, difícilmente producen modificaciones importantes en el medio externo, o en las mentes de conciudadanos que por lo demás, me constaba, no se habían movido de su sitio. Pero así y todo, yo veía muchas cosas fuera de lugar y las personas y su entorno me parecían modificadas. Desapasionadamente, con los años he llegado a convencerme de que yo era quien había cambiado. Ahora soy capaz de aceptarlo... Afortunadamente todavía recapacitáis.

Antes era tan solo un sujeto inmaduro, reinsertado, pero lleno de obligaciones. Tenía a mi regreso una mujer e hijos, un puesto con sueldo y muchas cucarachas en la cabeza... En eso si estamos de acuerdo, ¡veis! Sí, eso puede marcar la gran diferencia. ¡Hey, no las cucarachas!; pienso que la variable era mi propia situación, haber dejado de ser un estudiante sin preocupaciones, cambiar de una vida más o menos feliz, cuando niño digo, emociones, el kinder y la primaria, el bachillerato, así había llegado a la universidad con una sola meta, estudiar y un único objetivo aprender... Siempre fui hijo de papá y mamá, sin afanes económicos ni obligaciones y ahora, al regresar, era otro... Gruillúo te volviste, ¿y qué más? Siempre fue un deleite cuasimorboso el margullirme en los libros, el leer de todo, se me antojaba, desde pequeño, y es que leer era como bucear en las aguas del lago, frente a la Isla de Toas, era como nadar y sumergirme, entre páginas y letras, disfrutándolo al máximo, constantemente… 

Es que sin que pueda caberte ni una ñinguita de duda, vos tendréis que aceptarlo, porque así fue. Nuestro trópico pareciera ser, o mejor dicho, es, el modelo entrópico por excelencia. Decir, es tropical, o sencillamente, tropicalizado, generalmente se interpreta como sinónimo de esa desorganización que nos envuelve y nos caracteriza genéticamente; esa que va llevándonos constantemente hacia un dulce y embriagante, caos. En nuestros sistemas, el derroche de energía llega a ser tan grande que a ciertas y determinadas criaturas, este les provoca una indefinible preocupación, indignación algunas veces, otras, un simple remordimiento. Llega a ser tal, esa especie de despilfarro energético, que nunca faltan espíritus menos optimistas quienes nos imaginan sumidos en un agujero negro, un hueco inmenso de floreciente energía negativa, el sumum de las fuerzas entrópicas, girando y provocando esa tendencia al desorden y al desperdicio de impulsos positivos. El vórtice nos envuelve a todos y se chupa a cualquiera que intente un proyecto de organización racional, entusiasta o no, basta que haya decidido emprender una  aventura antientrópica, sea quien fuere el loco, habrá de padecer por los efectos adversos de La Entropía Tropical. Estoy persuadido de que ese fenómeno se dará en cualquier habitante ilusionado de nuestras comunidades en las tórridas zonas de esta parte del planeta tierra. 

Vos sabéis como son las cosas por aquí, pero así y todo, inmaginate lo que significan seis años de estudios médicos. ¡Qué menguao! ¿Bastante no?, pero ¡que va chico!, para mí tan solo fueron una prolongación del bachillerato, de repente y tal, es una manera mía de ver las cosas, pero al fin y al cabo, mis estudios universitarios culminaron cuando solo tenía veintidós años. Así de golpe y porrazo, sin ejercicio profesional intercalado, me llegó el momento de partir. ¡Largada! Como dicen para los caballos de carrera, y al galope tendido se fueron los benditos cuatro años de crudos inviernos. ¿Te mandaron pal polo? Sin los amigos, con gentes de otras latitudes, sin la familia, a hablar otros idiomas, sin arepitas ni pastelitos, ni una mandoca, a enfrentar otras costumbres, ni un chinoguajiro a cienmil metros, a vivir conociendo personajes inverosímiles de los más variados países, con raíces culturales venidas desde las naciones más distantes, ¿cómo te digo?, bueno, lo más lejano que vos te podáis imaginar. Lejos estaríais y pasando el frío hereje, pero no podéis negar que a vos se te lleno de grillos la cabeza. 

Algo tenían que dejarme esos años... Creo que lo más importante fue la autodisciplina, la organización, la sistemática y todo eso, lo fui absorbiendo, sin que se lo dictaran a uno. Nada de clases magistrales, cero cucharadas ni menjurjes previamente digeridos, a correr o a encaramarse era la consigna, así retumbaba dentro de mi cabeza y así la veía yo, porque era igual para todos, estábamos allí para aprender a estudiar las causas y las consecuencias de las enfermedades. ¡Que motrenca chico, vos si sois exagerado! Vos podías ser chino, alemán, tailandés, griego, japonés, todos estábamos en la misma jugada, una desigual camada de bichos raros, juntos pero no revueltos, y yo era, sencillamente otro más y tenía que resolverme solo. La misma situación se me planteaba ante la necesidad de aprender a administrar los escasos recursos que me ayudarían a sostenerme durante aquella interminable y refrigerada etapa. 

En nuestros predios, cualquier esfuerzo destinado a corregir la Entropía, requerirá de un consumo energético tan grande que hará muy difícil sostenerse. Más problemático aún será el tratar de nadar contra la corriente. Quien lo haya intentado recordará como la misma desorganización del sistema al atraparlo, lo va engullendo, a pesar de sus esfuerzos y su desesperación. ¡Bértica! Muchos rememorarán el final con rabia, ese no poderse salir, girando pero nada, que no emergéis, nunca salís a flote, y para colmo de males tenéis el estar casi seguro de perecer eventualmente, siendo fagocitado y digerido... ¡Que molleja de exagerado sois vos! 

Bueno, estas cosas las digo categóricamente porque me constan. Para mí son casi un desideratum en nuestra existencia cotidiana, es la rutina de vivir por estos predios, para todos, o para casi todos... El torbellino golpea, marea pero debo rectificar, no todos son totalmente englobados y espachurrados. ¡Mialma menos mal!, porque ya andaba yo medio casquirrioso... Por esos motivos, y en vista de lo que cuesta el crear y mantener sistemas organizados bajo el imperio de La Entropía Tropical, por todo eso, te lo repito, estoy tratando de echarte este cuento, estoy procurando relatarte la historia de una temporada, vivida en el círculo polar ártico, la percepción adquirida, antes de ir a parar a la ciudad de la luz fecunda y del sol que derrite las piedras. Es importante, sí, porque de esos años dependió mi actuación en el futuro...

En aquellos largos días de interminables inviernos, se fue sembrando en mí una especie de enfermedad incurable; florecía entre el hielo, como una mala hierba que se empeñaba en crecer con brotes lúbricos, era una pasión desquiciante, un vértigo desaforado, un desespero por no perder ni un instante, en ocasiones era algo alucinante el entender cómo nació y se consolidó ese amor obsesivo y desquiciado por la investigación científica. Sin saber el cómo ni el por qué... -¿Te dio una vaina como la de Pachito Eché? -La investigación científica se iba a transformar en el objetivo principal de mi existencia. La investigación...

-Pachito Pachito te van a matar, Pachito Pachito por ese querer. -No es para bromear, amigo Jorge. Así me burlaban un par de compañeros de mi tierra, ellos me acompañaron un tiempo en mi helado destierro, ellos mismos decidieron apodarme Mike Nelson, el investigador submarino, ¿te acordáis?, y en ese macán se la mantenían. A mí, francamente, no me hacía mucha gracia y hasta me preocupaba que no entendieran mi manía de buscarle a todas las preguntas una respuesta que pudiera palparse y transformarse en experimentos. Todos estudiábamos la ciencia que examina las causas, los mecanismos y los efectos de las enfermedades sobre los seres vivos, pero ninguno andaba leyendo y buscando hacer coloraciones raras o pidiendo una explicación molecular para resolver banales asuntos morfológicos; yo quería en todo momento responder a las interrogantes con la investigación. Por eso me veían como un ser raro. No creo, no obstante, haber estado pendiente de lo me depararía el futuro, ni de lo que iba a hacer al regresar a mi tierra. Mi obsesión era estudiar y aprender absorbiendo de todo como un espongiario. Me distraía en diseñar experimentos y buscar tecnologías novedosas para demostrar mis hipótesis. Así me envicié, desde el comienzo, en los estudios ultraestructurales. Ser patólogo, investigador y docente, para mí lo era todo. Es como la Trinidad, las tres características, docencia investigación y asistencia en una sola causa...

-Nadie escapa a las leyes de la Termodinámica... Si vives bajo el influjo de La Entropía Tropical, tendrás que tropicalizarte. Eso me dijeron, desde el comienzo... A pesar de que la gente pueda creer que toda esta jerigonza es deprimente, yo no la veo así. Todos estos relatos no llegan a desbaratar el último hilo, por el contrario, me parece a mí que están llenos de esperanza. Precisamente por ese futuro promisor lleno de jóvenes con otras metas, con amor por el país, por su región, alegres, sinceros, convencidos de que existe la originalidad, enamorados de la fantasía, indómitos, generosos, indiferentes al lucro, insensibles a la vanidad, por ellos puede justificarse hacer públicas algunas de mis vivencias. Eso creo yo...

NOTA: es copia textual de las primeras páginas de mi novela “LaEntropíaTropical” (Maracaibo:EdiLUZ, 2003).

Maracaibo,  lunes 3 de agosto del año 2020


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