martes, 21 de julio de 2020

Escribir como oficio


Escribir como oficio

Escribo en español, y me gusta saber que así lo hago, pues mis novelas hablan casi todas sobre mi gente. Por eso, y ya lo he dicho antes, frecuentemente siento que escribo como zuliano y no obstante, me parece que la lectura de mis novelas puede ser comprensible por españoles e hispanoamericanos, ya que es el mismo idioma, es el castellano que usan en la península Ibérica, en Canarias, Las Filipinas y en cualquier nación de nuestra América, con toda esa diversidad cultural que caracteriza a nuestros pueblos desde el Río Grande hasta la Patagonia, y entre todos nos podemos entender fácilmente. El idioma español o castellano, nacido como una lengua romance del grupo ibérico, es la segunda lengua del mundo por el número de personas que la tienen como su idioma materno, con 420 millones de hablantes nativos. Esta razón, me parece que debe valer para apreciar más, defender y preservar nuestro lenguaje. Tenemos que darle apoyo a nuestra creación literaria, pues una cosa es muy cierta: al perder la palabra se pierde la memoria.

He escrito mis novelas inventando numerosos personajes, y algunos han cobrado vida propia hasta creerse parecidos a los de los libros, otros creen pensar que son casi como la gente, como seres que aún están vivos, de los que uno conoce. La verdad es que escribimos engendrando vidas que probablemente llegan a nuestra mente desde el subconsciente o como remembranzas de la infancia. Estos personajes aparecen solos, algunos buscando un espacio donde guarecerse, o quizás se trata de un sitio donde poder ocultarnos nosotros mismos y sobrevivir, dentro de las muchas vidas que somos capaces de inventar.

Porque si algo es cierto es que nuestro derecho a soñar como escritores, tiene que ser preservado. Como los buenos actores cuando tienen que representar a ciertos personajes, quien escribe, precisa de entrar en un estado de concentración muy particular, un trance que podría verse como de locura,  hay quien lo ha considerado como una especie de rapto de esquizofrenia transitoria en el que nos sumergimos durante la creación literaria. Quien escribe especialmente quien escribe novelas, necesita vivir dentro de sus personajes, pensar como ellos, sufrir, amar y hasta morir con ellos, y en ese estado, entre ser él mismo y ser a la vez otro, u otros, los personajes de la obra, uno dejará fluir el inconsciente hasta que los fantasmas afloren, y broten esas ideas ocultas hasta llegar a comprender y convencerse de que la novela, no es tanto de quien la escribe, sino de los personajes que por ella transitan y termina uno siendo como un amanuense gratuito que va traduciendo y plasmando en letras lo que sus personajes le señalan. Al final siempre insistiremos en que el producto terminado, deberá ser más de los lectores, que de sus autores, pues la lectura habrá de crear vasos comunicantes entre ambos…

Augusto Roa Bastos escribía en español y en guaraní. Quien lee “Los ríos profundos” de José María Arguedas puede percibir la sintaxis quechua. El güiro y el son se escuchan sonoros en la poesía de Nicolás Guillén. La fuerza telúrica que emana del macizo guayanés explota en “Canaima” de Rómulo Gallegos. América es un crisol de razas, de tradiciones y de costumbres arraigadas en el suelo de cada región, pero el idioma es uno solo. Milan Kundera había nacido en Checoslovaquia pero escribía en francés. Joseph Conrad era polaco y escribía en inglés. Esto puede parecer admirable, sin embargo, coincido con el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, para quien ese fenómeno le parece una dolorosa mutilación. Ha dicho Sergio, que sería algo como los “castrati” del siglo XVII quienes si bien padecían por la ablación quirúrgica para ganar una nueva voz, perdían la propia. Digo esto para insistir en que debemos preservar nuestro lenguaje propio.

Es el mismo de Cervantes y de Góngora, el mismo de Rubén Darío y de Gabriel García Márquez, y esta realidad debe producirnos una  gran satisfacción. El idioma español o castellano, el nuestro, es el mismo español que usó el puertorriqueño Rafael Sánchez cuando escribiera La guaracha del Macho Camacho, es el de Vargas Llosa en su Casa Verde y el del Gabo en los tiempos del cólera, ambos premiados con el Rómulo Gallegos y con el Nobel de literatura. El idioma que utilizara Borges para describir el ángulo del sótano en la casa de Beatriz Viterbo donde él vio el Aleph, es el mismo que Cortázar empleó para presentarnos a La Maga en Rayuela, allá en París, y es el de Rulfo y el de Fuentes, es el mismo que usan Ednodio Quintero y Liendo y Sánchez Rugeles.

Recuerdo que hace unos 50 años, en las heladas praderas de Wisconsin conocí a Enrique Valdivia, un chileno de Antofagasta en cuyo español se sentía el soplo del desierto de Atacama, que él mezclaba con peruanismos del Cuzco, casi ascendiendo a Machu Pichu... Mi amigo Enrique analizaba divertido nuestro lenguaje caribeño pues no entendía, ¡como podíamos nosotros llamar “mamón” a una fruta!, y disfrutaba con las variaciones entre agarrar y coger, y otras palabras que para él eran desconocidas, ya que pertenecían a nuestro español vernáculo.

Tan simples pueden ser las palabras para nosotros, como percibirse cual compleja jerigonza para otros, y habrá a quien le cueste creer y comprender, y hasta le parecerá difícil tener que aceptar, que en cualquier otra ciudad de nuestro país, es muy probable que no entiendan que es un guineo, ni un lampazo y menos un recao de olla. Por eso repito que debemos preservar nuestro lenguaje, y darle apoyo a la creación literaria autóctona. De esa manera contribuiremos simultáneamente a la preservación de nuestro patrimonio cultural.

Ésta en una razón por la cual algunos nos hemos esforzado en escribir como hablamos en una apuesta por preservar nuestra identidad. Tratar de que nos acostumbremos cada vez más usar nuestro lenguaje, sin temores, atreviéndonos a ello. Es importante saber decir utilizando el lenguaje escrito lo que escuchamos en nuestro alrededor. Arriesgarnos a poner en letras el hablar de la calle, el léxico de los hombres y las mujeres de nuestra región. Esta forma de hacer literatura eventualmente debe dar sus frutos y conformará un verbo literario realmente nuestro. He traído estos recuerdos sobre la manera de escribir al blog lapesteoca.blogspot.com como parte de lo dicho en un evento del año 2014, en la Semana Zuliana de la Narrativa, pero espero que aún sean válidas las ideas expresadas en aquel entonces, a pesar del tiempo y de la calamitosa situación que atravesamos...
Maracaibo, martes 21 de julio, 2020

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