viernes, 17 de abril de 2020

Las Misiones guaraníes


Las Misiones guaraníes

El pasado martes 14, hablábamos sobre la epopeya utópica de las Misiones de los jesuitas en América (https://bit.ly/34HPPam). Hoy complemento esa información con otros detalles sobre los guaraníes y los sacerdotes jesuitas. Los guaraníes habitaban en un territorio que actualmente pertenece al Paraguay y a la Argentina. La palabra Paraguay, deriva de un vocablo guaraní, paraguá-y, que significa en el idioma nativo "agua que forma un océano". La muy difundida palabra "guaraní" la escucharon los españoles que, al invadir su territorio, habrían oído, entre los gritos de guerra de este pueblo, la frase guará-ny, que significa "combatid-los". Otra versión afirma que la denominación fue tomada de la deformación de una palabra guaraní, guariní, que significa "guerra" o "guerrear". Los guaraníes fueron también los primeros productores de yerba mate y perfeccionaron sus sucesivos procesos de elaboración, como ser el Barbacuá Mbyky y el Barbacuá Yvaté. 

Debemos comenzar por señalar que curiosamente la propia religión no pareció crear una barrera infranqueable entre ambos mundos. Los indígenas de Guairá tenían algunos puntos de convergencia con el mundo de los católicos ordenados miembros de la Compañía de Jesús. Algunas tribus eran animistas y cuando llegaron los primeros padres, cuenta MP Charlevoix que existía un pueblo donde adoraban a una gigantesca serpiente y le tenían consagrado un altar. Los chamanes cuando pedían protección, lo hacían contra el más temido de sus dioses que era Tupán, el Señor del rayo. Otras tribus creían en “El Señor Superior” que habitaba en “La Tierra sin mal”. Con cierto mesianismo, los guaraníes un pueblo nómada, creían en “la tierra prometida” y siempre consideraban que casi “estaba enfrente de ellos”. Esa conocida especie de leyenda de “El Dorado” entusiasmaba tanto a los guaraníes como a los conquistadores o a sus misioneros.

Tanto la figura de los karaís o profetas pan-guaraníes como la búsqueda de “la tierra sin mal”, fueron dos rasgos de la cultura guaraní que los jesuitas supieron aprovechar. Ellos también eran como los karaí, llegaron portadores de la idea del "camino al paraíso" que era compatible con el aguyé, o camino de la perfección guaraní con destino a “la tierra sin mal”. Los misioneros aunaron los sistemas de valores y creencias de la cultura guaraní con la cosmovisión del catolicismo logrando la unificación de los guaraníes bajo la protección de las leyes de la corona de España de las que los jesuitas eran garantes.

De tal manera que, indudablemente apelando a “sus costumbres más dulces” y a sus creencias “más elevadas”, los jesuitas buscaron estructurar unas comunidades modelo, y después de haber arrancado a los nativos de la servidumbre y de la esclavitud habría de ser probable que abandonasen aquel semi nomadismo para reunirse en grupos con objetivos bastante definidos. Con el impulso de un gran jesuita, Diego de Torres-Bollo, el proyecto que nació a comienzos del siglo XVI, fue tomando forma desde la fundación de la primera “reducción”; la de Loreto.

Los pueblos diseñados, tenían un cacique y un concejo municipal y estaban muy claros en que los españoles, portugueses, negros y mestizos, tenían prohibida su entrada. En cada reducción funcionaba un cabildo precedido por el corregidor, que era además la autoridad principal del pueblo, conocido entre los guaraníes como parokaitarael que dispone lo que se debe hacer”. Su elección la confirmaba el gobernador y generalmente el elegido era uno de los caciques del pueblo y solía ser a perpetuidad. Los jesuitas fueron continuadores de las instituciones indígenas donde el jefe de la tribu era la máxima autoridad comunal. 

Aunque las bases programáticas hubiesen sido creadas en España, y existiesen varias instancias previas, los pueblos de guaraníes así habrían de funcionar eficientemente y para nada se mencionaban los detalles sobre algunos aspectos como la poligamia, el ocio, o la antropofagia. Por estas razones, las “reducciones”, tenían que ver con “reducere” de reunirse, concentrarse, unirse para defenderse, una regla ya formulada por Julio César en sus campañas, y aun cuando la intención apologética era evidente, el “reducti sunt” guardaba un sentido sociológico y cultural; no era “ducti sunt”, sino “reducti”, de concentración, socialización y convivencia.

De los grandes utópicos europeos Tomás Moro y Campanella, los jesuitas tomarían las realidades sociológicas, agrícolas y militares para lograr la productividad del proyecto. Se ha hablado por todos estos detalles, de “el Estado Jesuita” comparándolo con el socialismo o el comunismo, pero lo cierto es que en realidad se trataba de una confederación de teocracias cooperativistas autónomas.

Maracaibo, viernes 17 de abril, 2020


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