viernes, 20 de marzo de 2020

Sobre, Teresa de la Parra


Sobre, Teresa de la Parra 

Quiero referirme hoy a un ensayo del doctor Fernando Guzmán Toro, que fue premio Literario Stefania Mosca(1957-2009) del año 2011, sobre “Las ciudades interiores y los espacios de la melancolía en Teresa de la Parra”, publicado por el Fondo Editorial Fundarte. ¿Por qué ahora? En estos tiempos de pandemia y cuarentena, puede ser interesante entender como el confinamiento por enfermedad puede generar muy sentidos textos literarios…

Si bien los diarios, las cartas y las novelas de Teresa de la Parra permiten una aproximación a su obra escrita, será la enfermedad y su obligada reclusión como una consecuencia de la para la época mal conocida tuberculosis, la razón principal que llevó a la escritora a relatar la tragedia de su vida. Tal y como sucediera con el Libertador Simón Bolívar, impulsados ambos Teresa y Simón por la desgracia de padecer la misma enfermedad, en diferentes épocas, llegarían a plantearse una pasión utópica y sin renunciar a sus vínculos con el pasado, ella miraría  hacia el porvenir pretendiendo cambiar el orden social y espiritual de la mujer latinoamericana, como lucharía Bolívar sin olvidar sus primigenias ancestrales costumbres, con la ilusión postrera de crear un nuevo orden político. 

Teresa de la Parra sabe que los peores enemigos de la virtuosidad femenina no son ni los libros ni las universidades, son la frivolidad y la pasividad de la esclavitud del matrimonio que condenan a la mujer latinoamericana a la opresión y el desdén silencioso. En la historia de la literatura existen ejemplos de escritores que en alguna época de sus vidas fueron víctimas de la enfermedad y hay evidencias de cuanto y como esta influiría en sus obras. En 1911 Thomas Mann acompañó a su esposa a un sanatorio en Davos, Suiza, para tratar su tuberculosis y fue allí donde concibió la idea de su gran obra “La montaña mágica”. 

Cuando la tuberculosis obliga a Teresa de la Parra a permanecer internada en sanatorios para su tratamiento, será esta enfermedad caracterizada por la languidez, la cual según la misma Teresa “fue una invención de los románticos”, la que condicionará su existencia y habrá de padecer como la Violeta de la ópera de Verdi, o la Margarita Gautier de Alejandro Dumas(hijo) en “La dama de las Camelias” y sus cartas y su diario, reflejarán sus estados de ánimo validandolos al escribir su propia historia.

En 1924, Teresa de la Parra inicia su correspondencia con Rafael Carías, Vicente Lecuna y Luis Zea Uribe y en ella expresaría sus inquietudes espirituales, su misticismo y sus interrogantes metafísicas. A partir de 1932, estará presente la angustia de la soledad y ella le comentaría a Rafael Carías sobre las pesadas 600 páginas de la obra del premio Nobel que prefirió no seguir leyendo, al no parecerle reales o sinceras  ante su propia experiencia en el sanatorio de Leysin, cuando su espíritu vivía en una particular percepción del tiempo. “El tiempo no existe, me digo a cada rato y creo que me consuelo de que vaya pasando casi sin vivirlo”. Teresa de la Parra en sus cartas y su diario percibe la enfermedad desde una cosmogonía particular y personal que la aqueja no solo corporalmente sino psíquicamente.

El período de convalecencia de Teresa en el Sanatorio de Leysin parece rememorar la soledad de El Libertador en los últimos períodos de su vida. En ese ambiente de misticismo y espiritualidad, la melancolía embarga a la escritora y en un especie de meditación metafísica recuerda…  Quisiera escribir una vida íntima de Bolívar”…”A veces me pregunto qué habría hecho Bolívar si en 1930 lo hubieran mandado a curarse en Leysin”. En estos estados de profunda depresión se hace evidente la identificación de la escritora con el Libertador con quien comparte como elemento común las numerosas cartas que escribieron, las cuales se transformarán en un testimonio viviente, prácticamente autobiográfico sobre sus estados emocionales.

Ambos, Simón Bolívar y Teresa de la Parra, se encuentran en sus últimos días, fuera del país, aquejados por la misma enfermedad que es exacerbada por la soledad y por la depresión. La enfermedad es la responsable de una trasmutación interior de ambos, una especie de impulso espiritual y místico que trasciende lo religioso e implica un cambio en la manera de percibir el mundo. Como ella misma señalaba, era una especie de estado de gracia que la llevaba a apreciar mejor el misticismo de la poesía, un estado de gracia donde “nunca he sentido tan intensamente la dulzura de vivir.”

Maracaibo viernes 20 de marzo, 2020

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