sábado, 21 de marzo de 2020

Las tres condesas Potocka


Las tres condesas Potocka 

En noviembre de 1831 Fréderick Chopin le escribiría a un amigo en París, cuando recién había conocido a la Sra. Condesa Potocka, la bella esposa de 24 años del conde Mieczysław, informándole de su belleza. Ella estudiaría piano con él y serían amigos íntimos hasta la muerte de Chopin en 1849. Delfina Potocka había nacido en Murowane Kuryłowce, Podolia (antes Polonia, ahora en Ucrania) en Marzo 1807. Era hija de Stanisław Komar y Honorata Orłowska y en 1825 se casó con el Conde Mieczysław Potocki y pasó a ser condesa. Tuvo 2 hijas de un matrimonio mal avenido que terminó en divorcio.

A los atractivos físicos de la condesa Delfina Potocka hay que añadirle que era una muy  buena pianista, poseía una voz muy bonita y además era polaca, cualidades por las que indudablemente agradó particularmente a Chopin, por lo que desde 1832 se convertiría en una muy apreciada alumna de Federico y desde entonces se iniciarán los correspondientes rumores de una relación entre ellos, por lo que se dice que sostuvieron un romance desde 1838 a 1846. Los rumores sí que existieron, ya que de lo contrario, Federico no hubiera tenido la necesidad de negarlos ante Liszt u otros amigos y conocidos. Chopin le dedicó dos de sus grandes e inmortales obras a la condesa: El Concierto en Fa menor Op.21 y el Vals en re bemol mayor Op.64, conocido también como el vals del minuto. Existe una carta de Delfina para Chopin, escrita 3 meses antes de la muerte del músico y en ella, la condesa le expresa preocupación por su bienestar y le informaba que se había puesto en contacto con gente en Varsovia para facilitar la visa de Luisa, para que ella pudiese viajar y acompañar a su hermano enfermo; es una carta con un tono amistoso, melancólico, con más consideración que intimidad.

Como una curiosidad, existía otro conde polaco, Napoleón Stanisław Adam Feliks Zygmunt Krasiński (1812–1859), un conde polaco, tradicionalmente clasificado junto con Mickiewicz y Juliusz Słowacki como uno de los tres grandes poetas románticos de su época, que influenció la conciencia nacional en Polonia y es sabido que la musa del conde Napoleón Stanisław, fue durante largos años, la Condesa Delfina Potocka, la amiga de Frédéric Chopin.

La condesa Emmanuela Potocka, fue la más célebre conquista de Guy de Maupassant. Nacida en Nápoles, en 1852 de una ilustre familia, Emmanuela Pignatelli di Cergharia era una auténtica condesa, hija del duque Dio Regina, embajador de Nápoles en Rusia, y de una “devota romana”, como dijera el escritor francés Armand Lanoux. Se casó con el conde polaco Félix-Nicolas Potocki, procedente de una gran familia polaca inmensamente rica, agregado a la embajada Austro-húngara. La cosmopolita pareja ocupaba un suntuoso palacete particular en el Nº 27 de la avenida de Friedland, palacete que en aquella época, era denominado el “Crédito Polaco”, pues era frecuentado por una incesante muchedumbre de refugiados mendigantes. La condesa Potocka se hizo famosa, no solo por su belleza, que según Proust, era una “belleza florentina” de una “elegancia parisiense”. Emmanuela también regía un salón en París que fue uno de los más brillantes de los años 1880. Pianista avezada, anfitriona sin igual, dotada de un encanto excepcional, sedujo e inspiró a numerosos espíritus de su tiempo.

Georges Legrand, era muy amigo de Guy de Maupassant y le presentó a Emmanuela, en 1882 cuando tenía 30 años, y sin lugar a dudas, Maupassant se inspiró en la condesa, para describir a Christiane Andermatt, la heroína de “Mont-Oriol”, su novela publicada en 1887 y centrada en la especulación que provocan ciertas tierras agrícolas tras descubrirse en ellas unas aguas termales muy útiles para los enfermos. Christiane Andermatt, la protagonista de la obra es una mujer casada quien trasladada al lugar para tratarse de una supuesta esterilidad, vivirá una relación adúltera que tendrá sus consecuencias, mientras su marido hace pingües negocios con las tierras. Maupassant aprovechó la trama para criticar la situación de la mujer en la sociedad de la época y también para hacer una parodia de la profesión médica, todo ello con el trasfondo histórico de la citada especulación. También la condesa Potocka debe haberle servido a Maupassant de modelo para la baronesa de Frémines en “NotreCoeur”, una criatura neurótica conocida en París como extravagante entre las mundanas de la alta sociedad. En “NotreCouer” se encuentra la quintaesencia del arte de Maupassant y lejos de ser una “última novela”, “NotreCoeur” confirmaría la madurez de un escritor en plena gloria, que habría de morir poco después. 

Emmanuela no era de fácil acceso. Fría, y calculadora e irónica, era de las que se divertía contemplando la corte de adoradores que a su alrededor se presentaban en su salón, y cuya calidad no era siempre similar a la idea que ella tenía de sí misma y
 de su propio valor. Por ello, Emmanuela aparece en la lógica creadora del escritor quien con la frecuente asistencia a los salones de Marie Kahn y de la condesa Potocka tan bien como a los de la augusta princesa Mathilde lo autorizan de algún modo a realizar una viva descripción de esos ambientes… En 1889 Maupassant ya estaba agotado por la enfermedad que pronto terminaría por enajenar su razón. Presa de dolores de cabeza y de unas hemorragias insufribles, minado por el internamiento de un hermano demente que sucumbirá en el mes de noviembre, parecía desear publicar menos textos cortos, relatos o crónicas cotidianas en los periódicos (a título indicativo, en 1883, aparte de su novela Une vie, ¡escribiría sesenta relatos y treinta crónicas en el año!), para continuar viviendo de su pluma.

Separada del conde, Emmanuela dejó el palacete Potocki bruscamente a finales del año 1887 llevándose sus bienes personales, y se instaló con su madre en el Nº 14 de la calle Chateaubriand. Luego se mudó a un pequeño hotel donde unos cuarenta años más tarde, el 18 de diciembre, la condesa Emmanuela Potocka, una de las más descollantes figuras de “La Belle Epoque”, a la edad de ochenta años, arruinada y abandonada, muere en su pequeño hotel del barrio Auteuil.

Según el diario del doctor Polidori, la condesa Potocka, no se hallaba presente en la Villa Diodati. Para los lectores de El año del verano que nunca llegó, de William Ospina (1954), puede resultar necesaria esta aclaratoria. Me estoy refiriendo al año 1816 que ha pasado a la historia de la literatura por la estancia en Villa Diodati del poeta Percy Bysshe Shelley, Mary Wollstonecraft Godwin (Mary W. Shelley), Claire Clairmont (hermanastra de Mary), Lord Byron y su médico John William Polidori, en una noche durante la cual, tras la lectura de una antología de cuentos de fantasmas alemanes, Byron propuso que cada uno de ellos escribiera un
relato, de donde nacerían Frankenstein el moderno prometeo, August Dawell y El vampiro escrito por el doctor Polidori. La confusión parece surgir de una invitación para asistir a un baile en la casa de la Sra Odier que estaba extendida a los cinco ingleses presentes aquella noche en la Villa Diodati y sería en ese baile donde también, supuestamente se encontraba la condesa Potocka, señalada como “ex amante de Napoleón”. Se puede entender entonces que la condesa ausente de la Villa Diodati es a una tercera Condesa Potocka de nombre María Leszczynska (María Walewska) (1786-1817) esposa del conde Atanasio Colonna-Walewski y conocida en la historia como “la amante polaca de Napoleón Bonaparte”, viuda desde 1812 y quien ese año (1816) se casaría  con el conde Philippe Antoine d'Ornano primo segundo de Napoleón. María Walewska fallecería el año siguiente 1817 a los 31 años, al dar a luz a su tercer hijo. Esta tercera condesa polaca, fue tan importante o más, que las dos, Delfina y Emmanuela Potocka de quienes hablamos previamente.

Después de conocer a las tres condesas Potocka todavía aparecerá otra, pero ésta no existió realmente ya que resulta ser un personaje literario; una joven mujer, Ninotchka, personaje del Libro de mal amor, de Fernando Iwasaki (1951) un escritor, investigador, docente, filólogo e historiador peruano quien vive en Sevilla, y quien nos presenta a Ninotchka, supuestamente como la bisnieta de la condesa Emmanuela Potocka, la musa de Maupassant, y reina de los salones parisinos de principios del siglo XX. La condesa Emmanuela Potocka era, según el narrador Iwasaki, “de una belleza indomable, a pesar de la escarcela y las alhajas que pretendían en vano atemperar su naturaleza mundana”. Proust, dice el narrador, que consideraba a Madame Potocka como una “heroína balzaquiana” y una Belle sans merci. En cambio, Ninotchka supuestamente decía de su bisabuela que era una “loca suelta”, “que media Europa se moría por ella”, que “la bandida nunca le hizo caso a nadie”. Debo recordarles que sobre estos interesantes personajes femeninos, ya había conversado en este blog en el mes de octubre del año 2016.

Maracaibo, sábado 21  de marzo, 2020

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