sábado, 28 de marzo de 2020

Para escribir novelas… (3)


Para escribir novelas… (3)

Ayer insistía en que cada escritor tendrá su estilo. No estoy muy seguro, de si es como decía Bufón que “el estilo es el hombre”. De lo que si estoy seguro es de que, el estilo es esencial. No hay un escritor verdadero que no haya creado su propio estilo, su forma personal de expresión literaria. Importará la solidez del estilo que el escritor vaya adquiriendo con su experiencia. La historia puede no ser tan relevante sino la manera de plantearla, la manera de decir las cosas será lo que constituya el estilo del escritor. Después ya surgirá el tono de lo relatado que no será otra cosa que la manera como se narrarán los hechos. Más que un asunto de técnica narrativa, el tono vendrá dado por la interpretación subjetiva de la historia que se escribe. De tal manera que la originalidad de la obra residirá en el imaginario, en la memoria inconsciente y en la conciencia misma del escritor; estos serán los pilares y conformarán un estilo propio.

Quien escribe, buscará el tono que se adapte a los requerimientos de la historia relatada en lenguaje literario. Sobre el tono ya diremos algo más. La trama de la novela se vinculará con la organización estructural de la misma. Será como una urdimbre donde la manera de cruzar los hilos, enfrentar nudos e inventar el laberinto por donde transcurrirá la historia, será potestativa del escritor. Algunas veces los episodios podrán aparecer anticipados, en prolepsis narrativa, o contados hacia atrás en analepsis, especie del llamado flash-back del cine, y así él podrá iniciar una historia por su final, de atrás hacia adelante, de manera circular, por la mitad… "La Odisea", se inicia al desembarcar Ulises en Itaca, para retroceder luego la narración unos diez años atrás y finalmente llegar a su encuentro con Penélope. Todos hemos leído aquello de: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. A partir de esa frase, García Márquez retrocederá hasta la fundación de Macondo para regresar con la historia de “Cien años de soledad”. El narrador en primera persona de “Corazón tan blanco”, novela de Javier Marías, no ha nacido aún, cuando la novela se inicia con el suicidio de una jovencita ante un espejo con la pistola de su padre, mientras su familia está almorzando. En “Para subir al cielo…” la historia transcurre un día domingo en Caracas, pero los personajes viven situaciones que giran en torno a una autopsia en la morgue del día viernes y entretanto, se relata la vida del pintor flamenco Hyeronimus Bosch muchos siglos antes.

El uso del llamado monólogo interior puede ofrecerle al escritor una capacidad intimista que lo conecte psicológicamente con el lector. Si el escritor habla consigo mismo establecerá una especie de soliloquio y esto puede parecerse más bien a un monólogo, pero en el monólogo interior nadie habla. El monólogo interior, o corriente del pensamiento, es una riada de ideas que pueden ser traducidas al lenguaje escrito y las palabras y frases pueden ser vistas como ideas dispersas, sin sentido o caóticas, sin embargo, la traducción del mismo servirá para señalar que este discurso interno estará siempre dirigido por el inconsciente y se rige por asociación de ideas. En realidad lo que se pretende es escribir en palabras un fenómeno normal de la mente humana. No hay que olvidar que el cerebro es como una máquina que mientras estemos vivos, hasta donde conocemos, nunca deja de funcionar, no cesa de trabajar ni siquiera cuando dormimos y una prueba de esto son los sueños. El cerebro estará siempre hablando y no podremos hacerlo callar. Dujardin en “Han cortado los laureles” fue el primero en usar la técnica del monólogo interior que luego en el siglo XX Jamen Joyce lo haría magistralmente en el “Ulyses”.

La lectura de un monólogo interior puede resultar inquietante e incómoda, y precisamente por ello, escribirlo es pasearse por el lado oscuro, posiblemente inhóspito de la mente pues se trata de que el escritor plasme en letras lo que atraviesa por la región del inconsciente. En el fondo, estos procedimientos del escritor al crear secuencias de palabras que son reflejos de su inconsciente, pueden semejarse a la creación poética, o lo que se logra expresar en una pintura. Es poner por escrito su parte de artista, poner en palabras el yo interior que comenzó a vislumbrarse con el psicoanálisis. El oscuro territorio de los sueños es atisbado desde el monólogo interior y puede transformarse en una especie de escritura automática. Rosa Montero en “La loca de la casa” dice: “Estoy convencida de que por las noches cuando nos dormimos y empezamos a soñar, entramos en realidad en otra vida, en una existencia paralela que guarda su propia memoria, su causalidad enrevesada”…”ambas cosas, los sueños y las novelas, surgen del mismo estrato de la conciencia”.

Otros escritores también han utilizado como Joyce esta técnica, con excelentes resultados. Luís Martín Santos, William Faulkner, Miguel Delibes, Virginia Wolf y algunos otros han usado la técnica con grandes ventajas, no solo de la mayor verosimilitud que se le da al texto, sino que logran crear una especie de nexo entre el escritor y el lector a través de los personajes cuya vida interior es cada vez mejor conocida por la existencia de esos curiosos registros lingüísticos utilizados adecuadamente.

La novela “Tiempo de silencio”, vino a ser  el primer intento sólido de ruptura con la estética realista en la literatura de España, entendiendo que en la novela de Martín-Santos hay una profunda reflexión sobre la realidad socio-cultural española, desde el hombre humilde e inculto hasta las clases sociales profesionales, conservando el germen de la atmósfera naturalista de la posguerra. “Tiempo de silencio” publicada en 1962 con veinte páginas censuradas por el franquismo, debió esperar por la edición definitiva en 1981. El autor innovaría en esta novela, utilizar tres personas narrativas, el monólogo interior, la segunda persona y el estilo indirecto libre, procedimientos narrativos que venían ensayándose en la novela europea desde James Joyce pero que eran ajenos al realismo social usado en la época.

La novedad de “Tiempo de silencio” está más en su forma y su estructura, que en la técnica narrativa y en particular en su lenguaje; en todas estas cosas y bastante menos en su contenido. Es novelística en español, por ello, es necesario señalar que la irrupción de Vargas Llosa, será para la novela de habla hispana, más determinante que la ya comentada novela de Martín-Santos. Vendrá a acontecer lo que Emir Rodríguez Monegal en 1972 denominaría “el boom”, un fenómeno que obedeció a una corriente que creo una especie de desintegración del canon novelesco que se daba en aquellos años sesenta. La concesión en 1962 del Premio Biblioteca Breve a Vargas Llosa, dará, en gran medida su inserción en el panorama de la novela peninsular. En detalle, es interesante entender que hablamos de un peruano Vargas Llosa, de dos cubanos Cabrera Infante y Carpentier, un argentino Cortázar, un colombiano García Márquez, un mexicano Fuentes, un chileno Donoso y un venezolano González León. Estos ocho novelistas rellenaron un segmento que va desde 1962, hasta 1969, el cual viene a cerrar José Donoso con su novela Coronación.

Además del estilo, ya dijimos que puede ser necesario precisar el tono de lo que se relatará para profundizar en el entorno de los personajes, en la psicología del personaje principal, en saber quién narra y como quiere hacerlo. En fin hay otra serie de detalles que ayudan a concretar un tono adecuado a lo que se está relatando. Este proceso no es siempre fácil, por lo que puede que quien inicia la escritura de un texto, le toque enfrentarse al llamado “dragón del escritor”, también denominado “el dilema de la página en blanco”, algo que puede representar un bloqueo mental para la escritura. Esta situación ha sido descrita en el escritor, y para algunos, se ha dicho que en ciertas circunstancias puede hacerse irreversible. De producirse, puede ser aconsejable no darle mucha importancia al fenómeno. Mi consejo se debe a que como consecuencia del bloqueo, se puede caer en la tentación de darle larga al trabajo para luego finalmente, abandonarlo. Esto sería ceder a la presión de “el dragón” y hay que entender que si se quiere escribir, tiene que realizarse primariamente por el placer de hacerlo.

Escribir debe ser un acto consciente y agradable. Inicialmente no debemos querer ver de inmediato el producto de lo que estamos elaborando, debemos aceptar a la escritura como parte del juego que constituirá todo el proceso de lo que se estamos denominando “el oficio de escribir”. Para llegar a un feliz término en la creación literaria, será necesario conciliar tres cosas fundamentales: paciencia, confianza y tiempo. Estas tres palabras tienen que ser fundamentales. Ellas solo se asimilarán con el ejercicio de otra virtud capital, la disciplina. Estas virtudes deberán irse consolidando en el tiempo, tendrán que ser examinadas concienzudamente y finalmente aceptadas si se quiere emprender la tarea de escribir como oficio.

Quien se dispone a escribir una novela debe entender que él ha de transformarse en un creador. Él tendrá que poseer una imaginación fértil para inventar situaciones y episodios de los que él mismo estará consciente, pero de los que puede ser que no tenga muy claras las motivaciones de su creación; estas usualmente le llegarán desde muy adentro de sí mismo, y representarán la voz de su inconsciente. Como hacen los buenos actores cuando tienen que representar a ciertos personajes y para poder hacerlo magistralmente entran en un estado de concentración muy particular, un trance que podría verse como de locura puesto que deben dejar de ser ellos mismos para sentirse en el pellejo de otro, así como quien padece una especie de rapto de esquizofrenia transitoria, durante la creación literaria el escritor deberá lograr un estado de búsqueda entre ser él mismo y ser a la vez otro, u otros, los personajes de su obra. El escritor necesitará vivir dentro de sus personajes, pensar como ellos, sufrir, amar y hasta morir con ellos. Lograr esto y ponerlo por escrito con niveles de excelencia, repito que, no es tarea fácil.

Hay algo especial que diferencia al escritor del actor, y será su pasión por la palabra escrita, por el lenguaje literario. La creación literaria es una labor individual, y ella va a depender de procesos introspectivos personales, quizás tras años de lecturas y pensamientos que a su vez deberán ser extrovertidos en palabras escritas, algo difícil. Ante los miedos y las dudas pueden muchas cosas querer emerger del inconsciente, y el escritor necesitará dejar que fluyan, que los fantasmas afloren, hasta que broten esas ideas ocultas, hasta comprender que la novela, no es tanto de quien la escribe, deberá ser más bien de los personajes que por ella transitan, y el escritor como amanuense gratuito, irá traduciendo y plasmando en letras sobre páginas en blanco o rayadas, lo que sus personajes le muestren al ir viviendo. Al final el escritor deberá aceptar que el producto deberá ser más de los lectores que de sus autores…
Jorge García Tamayo    
(Tercera y última parte de algunas recetas, para escribir…novelas.)                               
Maracaibo, sábado 28 de marzo, del año 2020


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