lunes, 7 de octubre de 2019

Mario Armando en Viena


Mario Armando en Viena

Quisiera regresar a la década de los ochenta, cuando me tocó la suerte de asistir un par de veces a Congresos de la International Academy of Pathology, en 1980 al XIII Congreso en París, y en 1986 al XVI Congreso de la IAP en Viena. De ambos eventos tengo recuerdos muy especiales de dos grandes amigos patólogos, Hernando Salazar y Mario Armando Luna. Tan importantes fueron para mí que algunos episodios de estos eventos han quedado plasmados en una de mis novelas, “La Entropía Tropical”. Pero, sin duda alguna, lo impactante de todos estos encuentros era reactivar mis lazos de amistad, en particular con Mario Armando, pues cuando no lo teníamos invitado a nuestras Jornadas de la SociedadVenezolana de Anatomía Patológica, nos veíamos en los Congresos bianuales de la SLAP.

Inolvidables peripecias fueron las del año 1981 en el XIII Congreso SLAP en La Paz, Bolivia, donde nuestro amigo con los demás patólogos mexicanos quienes no parecían haber padecido por “el soroche” de la altura, se agruparon en una candente reunión a orillas del Lago Titicaca para establecer su peso en la Sociedad imponiendo sus criterios ante una propuesta para mover alguna de las reuniones más al sur, postulado por Hernando, siempre en los límites entre el Río Grande y  La Patagonia. Luego, nos vimos en 1985 durante el XV Congreso de la SLAP que tuvo lugar en Costa Rica, donde como en los otros países de Centroamérica Mario Armando siempre fue admirado y querido por todos. 

Al intentar mantener un cierto orden cronológico en mis recuerdos ochenteros, me veo en la necesidad de hablar en este momento del año 1986 y de la oportunidad que me ofreció el Seminario de Patología Ginecológica coordinado por Hernando durante el XVI Congreso de la Academia Internacional de Patología en Viena. Siento que es más fácil trasladar a esta crónica, a los ya publicados en “La Entropía Tropical”, fragmentos de algunas situaciones, años atrás las que ahora me atrevo a repetir con la verdadera identidad de los personajes.…

…“Andaban por allí, todos mirando la voluminosa figura de Hernando cual si fuese una ballena leprosa, el propio Lázaro, y vinieron con Pelayo otros compatriotas y se le acercaron, y tú les veías cual si estuvieses en barrera de sombra, de lejitos, y ellos le saludaban, tal parecía que algunos se alegraban sinceramente de su reactivación. De pronto, está ante ti, ¡es él!, ¡es el propio Mario Armando en carne y hueso!, y tú sientes esa gran alegría de ver a otro gran amigo, de esos de verdad verdad,  y el abrazo hace que se bañen de vino blanco y de vino tinto, y están en mitad de un gentío, y les empujan y los tropiezan, y tienen que hablarse a gritos, ¡pos que bueno que pudiste venir!, si qué bueno verte, y otro abrazo y el vino salpica y moja a la gente alrededor, y a ti eso te importa un comino, es tu amigo, y que gusto que estés aquí, y ¿a poco no que te quedabas en tu tierra?, y saltan fragmentos de comida sobre quienes les rodean, y tú ves a Hernando en la distancia, está entre los pibes, y el abrazo del oso de Mario Armando te aplasta mientras le escuchas que te dice, ¡jíjole cuate!, y tú le respondes, ¡hermanazo querido!, ¿cómo viniste?, ¡a poco me dijiste que no podías venir?, y pues sí, le dices, sí, ¡me vine dejando el pelero!, y ¡ah chirrión!, pues luego luego me cuentas no más,  fue una decisión de última hora, pos a mí me pagaron también pero me lo descuentan de las vacaciones, a mí no, y él te dice, pues conmigo no más apareció el jefe Batsakis y me dijo, se me va para que muestre en Viena el poster de María Eugenia ¡es que está rebueno!, ¿el  poster?, ¡ah, pos ambos!, ¿no?, pues te cuento que yo tiré un fiao, es decir me vine a las costillas de una tarjeta de crédito y puede que me paguen algo a regresar, pero si no es así, ni venía, ¡ah no!, pos ni modo, vamos a celebrar esto, ¡pos sí, que bueno que viniste! …

Unas horas después…
… es el vino vienés, sin duda alguna, estoy disparatero, y sonreíste al verle recordando que quienes le conocen dice que es buen tercio, pero ¿qué podías hacerle?, era esa tu impresión, ¿tal vez por su pinta de parecer demasiado importante?, también un poco así es el cuate de los ademanes y los codos al desnudo, lo pensaste al verle regresar hacia ti, él se acercaba con entusiasmo, apurando una copa de vino blanco, líquido denso y dorado, debe ser liebefraumilk, obviamente, lo pensante al instante cuando él ya te interpelaba.- ¿Te llamas Jorge, cierto?, pero dime, ¿es que siempre has sido así, tan solemne, tú? –¡Pos para solemne tú mismo mano!,¡a poco tú!, ¿dizque sufres de encefalitis litúrgica? Había llegado Mario Armando, su compatriota y tu amigo, a salvarte justo en la raya, y tú de veras pensaste que de veras el cuate parecía la mera mamá de Tarzán envuelta en huevo, y en flagrante maracucho tendrías que imaginarlo en la Plaza Baralt al mediodía envuelto en una media de nylon, ¡es el vino vienés!, y Hernando regresó para sacarte de tus alucinaciones personales… 

Más tarde…
… Con Paco anda Gregorio, el patólogo de Innsbruck, es calvo, con mirada de sabio, quizás por su sonrisa detrás de una barba a lo Louis Pasteur, ma Goyo e un sabio culto, parla italiano, francés, tirolés, inglés y hablando entre todos se acabó el vino, y la gente comenzó a irse, y Mario Armando se te acercó para decirte, óyeme manito ahora sí que vamos a celebrar este encuentro, y Paco y Gregorio marcharon adelante, y tu ibas con Hernando y Mario Armando, cuando Luís corrió detrás de ustedes, ¡no me dejen atrás! Y Paco con Gregorio parecían conducirles a todos por las estrechas calles del ring, en el centro de Viena, hasta una pequeña, antiquísima taberna en la vecindad de la iglesia de san Esteban, ¡más vino!,…

Es imposible que deje sin relatar el final de esta jornada pues siempre sería ella un motivo de bromas y de risas por parte de Mario Armando. Hernando se jactaba ante nosotros por haber subido a un escenario ¡en la mera Scala de Milán!, antes de comenzar una ópera y cantado una breve cancioncilla sobre una mula rucia de la sabana de Maturín” que tenía una peladurita de la cola hasta la crin”, pero en aquel viaje a Viena… ¡En esta vuelta, le ganamos mano!, me decía siempre Mario Armando, cuando recordaba como habíamos, ¡orinado, nada menos que contra las paredes externas del Teatro de La Ópera de Viena!... Siempre preferí creer que todo aquello fue producto del vino vienés, pero era una de esas anécdotas que frecuentemente repasaba mí amigo, el famoso doctor Luna, para reírnos con él. Además, y como prueba irrefutable de que estas cosas sucedieron en alguna ocasión, existe una foto que nos tomó Hernando, donde aparecemos en una taberna vienesa, Mario Armando y yo, con Carlos Bedrossian, a quien él apodaba cariñosamente “Charly The Wolf”, y quien fuera testigo de algunas de nuestras andanzas por la inolvidable ciudad del Danubio azul.

Maracaibo, 34 años después, para el blog lapesteloca.blogspot.com, el martes 9 de octubre 2019

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