miércoles, 4 de septiembre de 2019

Edgar Allan Poe ( 4 )


Edgar Allan Poe
4- En su madurez.
En 1838 aparecerá el cuento que Poe prefería, Ligeia. Al año siguiente nacerá otro aún más extraordinario, La caída de la casa Usher, donde los elementos autobiográficos abundan y son fácilmente discernibles. Después del anuncio de Berenice y el estallido terrible de Ligeia, destacando el lado anormalmente sádico y necrofílico del genio de Poe, esté ingresó como asesor literario en el Burton’s Magazine. Aunque le obsesionaba la idea de llegar a tener una revista propia, para realizar sus ideales en materia de crítica y creación, la revista era de ínfima categoría. Bastó que Edgar entrara en Burton’s para ponerla a la cabeza de las de su tiempo, y él pudo trasladar su pequeña familia a una casa más agradable, la primera casa digna desde los días de Richmond.  

Virginia con sus modales pueriles, lo esperaba de tarde con un ramo de flores, testimonios de la invariable ternura de Edgar hacia su “mujer-niña”, y sus mimos y atenciones para con ella y con “Muddie”. En diciembre de 1839 apareció otro volumen de  Cuentos de lo grotesco y lo arabesco. Emergía Edgar con algunas de sus obras en prosa más admirables. La poesía estaba descuidada. Un cuento podía nacer al despertar de una de sus frecuentes “pesadillas diurnas”; un poema, tal como Edgar entendía su génesis y su composición, exigía una serenidad interior que le estaba vedada. En junio de 1840, Edgar se separó definitivamente del Burton’s Magazine  y la refundición de esta revista con otra, bajo el nombre de Graham’s Magazine, le permitió, después de un período penoso y oscuro, en el que estuvo enfermo, reanudar su trabajo como director literario, en condiciones más ventajosas. Cuando tomó la dirección había apenas cinco mil suscriptores; al irse dejó cuarenta mil... Y esto entre febrero de 1841 y abril del año siguiente.

Edgar atravesaba por una época brillantísima, e inició la serie de sus “cuentos analíticos” para desvirtuar las críticas de quienes lo acusaban de dedicarse solamente a lo mórbido.  Eureka habría de ser la prueba final y dramática. Los Crímenes de la calle Morgue pondrán en escena a C.Auguste Dupin, ese alter ego de Poe, expresión de su egotismo cada día más intenso, de su sed de infalibilidad y superioridad. Tras él apareció El misterio de Marie Rogêt, sagaz análisis de un asesinato que apasionaba entonces a los amigos del género. Este período creador se vio trágicamente interrumpido. A fines de enero de 1842, Poe y los suyos tomaban el té en su casa, en compañía de algunos amigos, y Virginia, que había aprendido a acompañarse en el arpa, cantaba con gracia infantil las melodías que más le gustaban a “Eddie”, cuando súbitamente, su voz se cortó en una nota aguda, mientras la sangre manaba de su boca. La tuberculosis se reveló brutalmente en una hemoptisis inequívoca.

Para Edgar, la enfermedad de su mujer fue la más horrible tragedia de su vida. La sintió morir, la sintió perdida y se sintió perdido él también. Su corazón fallaba, ingería alcohol para estimularse, y el resto era un infierno que duraba días. Edgar admitiría que sus irregularidades se desencadenaron por la enfermedad de Virginia. Reconoció que “se volvió loco” y que bebía en estado de inconsciencia, mientras “Muddie” se desesperaba y trata de ocultar la verdad, limpiando las ropas manchadas, y preparando tisanas para el infeliz que deliraba en la cama con atroces alucinaciones. El estribillo de El cuervo empezó a hostigarlo. Poco a poco, el poema nacía, larval, indeciso, sujeto a mil revisiones.


Hacia julio de 1842, había perdido por completo el dominio de sí mismo, e hizo un viaje fantasmal de Filadelfia y a Nueva York, obsesionado por el recuerdo de Mary Devereaux.  Mary estaba casada, y Edgar parecía absurdamente deseoso de averiguar si amaba o no a su marido. Preguntando por el domicilio de Mary, llegó por fin a su casa e hizo una terrible escena. Luego se quedó a tomar el té y por fin se marchó, no sin antes desmenuzar con un cuchillo algunos rábanos y exigir que Mary cantara su melodía favorita. Mrs. Clemm, desesperada, logró la ayuda de unos vecinos que encontraron a Edgar quien había perdido momentáneamente la razón y vagaba por los bosques próximos a Jersey City. En una carta, Poe se defendió alguna vez  señalando que, dos días de embriaguez pública lo volvían mucho más notorio que un mes de trabajo continuo.

Entonces sus amigos de Washington lo llamaron a la capital, a fin de que pronunciara una conferencia, recogiera suscripciones a la revista y fuera presentado en la Casa Blanca. Al llegar a Washington aceptó unas copas de oporto, y el resto fue lo de siempre.  Hubo que meterlo en un tren de vuelta, y el caballero que pensaba financiar la revista se atemorizó muy explicablemente y no quiso volver a oír hablar del asunto. En junio, Edgar ganó el premio instituido por el Dollar Newspaper para el mejor relato en prosa. Este cuento llegaría a ser el más famoso de los suyos, y todavía tiene en suspenso el aliento de todo adolescente imaginativo. Era El escarabajo de oro. A fines de año encontramos a Edgar pronunciando una conferencia sobre poesía y poetas. Poco público, poco dinero y su período de Filadelfia ya terminaba tristemente, después de haber estado a punto de llevarlo a una fama definitiva.

Los comienzos de 1844 son oscuros, y lo más interesante fue la aparición del Cuento de las Montañas Escabrosas, un relato de los mejores. Tan pobres estaban los Poe que Edgar partió con Virginia, dejando a “Muddie” en una casa de pensión a la espera de que aquél reuniera los dólares suficientes para mandarla llamar. En abril de 1844 la pareja llegaba a Nueva York y Edgar vendió El camelo del globo al New York Sun, que publicó una edición especial anunciando que un globo tripulado por ingleses acababa de cruzar el Atlántico. Ahora “Muddie” podría reunirse con él. El período de Nueva York señala el resurgimiento del poeta en Edgar, a quien el tema de El cuervo le seguía obsesionando. El calor del verano hacía daño a la desfalleciente Virginia, y Edgar buscó, reuniendo dinero con su trabajo periodístico, algún lugar en las afueras de Nueva York y hallarría un poco de paz lejos de Nueva York y su mundo inconciliable con el suyo. El famoso busto de Palas, inmortalizado en El cuervo, estaba sobre una puerta interior de la casa. Edgar empezó a escribir regularmente, y los cuentos y artículos se sucedían y hasta se publicaban en seguida, porque el nombre del autor bastaba para interesar a los lectores de todo el país. El entierro prematuro, fue escrito en el “perfecto cielo” de Bloomingdale  El cuervo alcanzó aquel verano su versión casi definitiva

Se acercaba el invierno y había que volver a Nueva York, donde Poe acababa de obtener un modesto empleo en el flamante Evening Mirror. El año 1845 Edgar tenía treinta y seis años, y la publicación de El cuervo conmovió los círculos literarios y todas las capas sociales. La misteriosa magia del poema, su oscuro llamado, el nombre del autor, satánicamente aureolado con una “leyenda negra”, se confabularon para hacer de El cuervo la imagen misma del romanticismo en Norteamérica. “Su conversación  alcanzaba a veces una elocuencia casi sobrenatural.Modulaba la voz con asombrosa destreza y sus grandes ojos, de variable expresión, miraban serenos o infundían una ígnea confusión en los de sus oyentes”. En marzo de 1845, en plena apoteosis, se dejó llevar otra vez por el alcohol. La creciente agravación de Virginia  algo peor que la muerte misma de su mujer, podían más que sus fuerzas.

Edgar necesitaba embriagarse con algo más que alcohol. Necesitaba palabras, decirlas y escucharlas. Virginia no le daba más que su infantil presencia, su cariño ciego de cachorro. Frances Osgood, en cambio, poetisa y gran lectora, unía a su imagen llena de gracia la cultura capaz de medir a Poe en su verdadero valor. Edgar huía de la miseria, de los sucesivos y cada vez más lamentables cambios de domicilio, de las querellas en el Broadway Journal, donde su primacía intelectual, le creaban continuos conflictos con sus socios.  El fin de 1845 es también el fin de la gran producción de Poe. Los mejores cuentos y casi todos los grandes poemas están escritos. A fin de año, el Broadway Journal dejó de aparecer y Edgar se encontró otra vez perdido. A lo largo de 1846 su nombre va a circular activamente entre los literati, y escritores más conocidos de Nueva York. Edgar, que los conocía a todos, decidió un día ocuparse de ellos y publicó en el Godey’s Lady’s Book una serie de treinta y tantas críticas, implacables, que produjo una terrible conmoción, réplicas, odios y admiraciones igualmente exagerados. En mayo de 1846, buscando aire puro para la moribunda Virginia, dieron con un cottage en Fordham, en las afueras de la ciudad y Edgar debió refugiarse en él como un animal acosado. Virginia se moría y faltaba el dinero. La única carta que se conserva de Poe a su mujer tiene acentos desgarradores. Virginia se moría. Edgar la sabía muerta, y así nació Annabel Lee, que es la visión poética de su vida junto a ella. Yo era un niño y ella una niña, en un reino a orillas del mar...

Con el invierno la situación se volvió desesperada y la muerte inminente de Virginia ablandó muchos corazones. Herido en su orgullo, Poe debió de rebelarse al comienzo y luego tuvo que aceptar los socorros de manera que Virginia recibió lo indispensable para no pasar frío y hambre. Murió a fines de enero de 1847. Poe siguió el cortejo envuelto en su vieja capa de cadete, que durante meses había sido el único abrigo de la cama de Virginia. Después de semanas de semiinconsciencia y delirio, volvió a despertar frente a ese mundo en el que faltaba Virginia. Su conducta desde entonces sería la del que ha perdido su escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su misteriosa vulnerabilidad.

Fin de la parte 4
(mañana finalizará esta historia)
Mississauga, Ontario, miércoles 4 de septiembre, 2019

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