viernes, 2 de agosto de 2019

Moby Dick



Moby Dick
El 24 de junio del 2015, después de recordar  a James Mason como el capitán Nemo en el Nautilus, en este mismo blog (https://bit.ly/1NiLgUa), pensé en Ismael el grumete de Melville, y habiendo nombrado antes a Moby Dick, relataría como la novela, había sido uno de los libros preferidos como lectura infantil de mi hijo Pablo Antonio, en sus años de infancia, allá en nuestro hogar caraqueño, en la Avenida El Parque de Las Acacias… Igualmente quise recordar cómo utilicé el símil de la ballena blanca para uno de mis personajes femeninos, la seductora valquiria maracaibera Alicia Barrera, en mi novela Escribir en La Habana. También aprovecharía aquella ocasión para hablar de las peripecias de Bradbury escribiendo con John Huston el guion de la película Moby Dick de 1956. El año pasado regresé a conversar sobre Melville (https://bit.ly/2EytJ0w), y hoy en esta oportunidad he leído un trabajo reciente del escritor Juan Bonilla sobre “La obsesión de la venganza en Moby Dick”,  y apoyándome en el mismo, quisiera regresar a conversar sobre Moby Dick.

Hacia 1850, el marino Herman Melville, autor de Taipi y Omú, dos novelas de turismo exótico la primera una sensual visita al paraíso, la segunda, el descubrimiento de que en el paraíso hay caníbales, escribiría una de las novelas más importantes de la historia de la literatura moderna:  Moby Dick. De esta manera, la que parecía ser una novela de aprendizaje de un muchacho, Ismael, que se embarca en un ballenero y donde cuenta cómo es vivir con una tripulación variopinta quienes le enseñarían en qué consiste el arte de perseguir ballenas, aquella novela que iba a titularse -y se tituló en su versión inglesa- “La ballena”, cambiaría su rumbo; le sucedió algo. Según algunos fue la lectura detenida de Rey Lear de Shakespeare, otros creen que fue decisiva la amistad de Melville con Hawthorne, al sugerirle Hawthorne que se volviese más hacia los adentros de sus personajes, o puede que fuese la situación política del país, a punto de explotar en la pugna del Norte contra Sur… Todo contribuyó a que la novela, cambiase hacia donde hoy es, y cómo la conocemos.

Melville recordó el caso del Essex, un ballenero que, poco después de que el novelista naciera, fue atacado por un cachalote blanco al sudoeste de Chile, en las cercanías de la isla de Mocha. Jeremiah Reynolds había publicado en un reportaje en 1839 sobre el cachalote vencedor en más de cien enfrentamientos con balleneros. El dramático testimonio en el magazine neuyorkino The Knickerbocker, bajo el título de “Mocha Dick: la ballena blanca del Pacífico”, aparecería doce años antes de la novela de Melville y sin duda, las similitudes y referencias con lo narrado por Reynolds indica que fue este texto una importante fuente de inspiración para el escritor. El relato de Reynolds sin duda impactó a Melville y fue importante para su novela. En realidad Melville escribió su libro una vez que encontró el sendero hacia su final apocalíptico. Entonces apareció Ahab, el capitán del barco ballenero que perdió una pierna en una pugna con un cachalote. Ahab había jurado venganza, y nadie lo veía durante el día, y caminaba por las noches con su pata de palo golpeando la tarima de la cubierta, donde la tripulación del Pequod los sentía. Aquella tripulación que constaba en principio con 30 integrantes y en algunas descripciones se llegan a contar hasta 42, pero donde muchos de los personajes luego desaparecen para siempre, mientras que Ismael, es el narrador imposible, pues va utilizando la primera persona con la que abre la novela, y más adelante da cuenta detallada de hechos en los que no puede haber estado. Ismael reproduce conversaciones que no ha podido escuchar, y dibuja, como si las contemplase, situaciones que nunca contempló. Esta fue una manera muy particular de Melville para escribir su novela…

Para Melville el héroe de la novela es el monstruo marino. El fracaso inicial de las ventas de la novela sería paralelo a críticas destructivas que tacharon de loco al escritor considerando al capitán Ahab como un retrato favorecedor, e incluso tímido, del propio Melville. Un libro que empezaba como el relato de un joven aventurero, y acaba en una persecución absolutamente despiadada y catastrófica propiciada por la obsesión del más terrible de los hombres, no era un libro para ningún público. Para escandalizar a la gente había, incluso, una escena de evidente homoerotismo entre el narrador y el pagano Queequeg. El fracaso fue tal que Melville escribió a su editor prometiéndole que se alejaría del mar y se hundiría en los conflictos de la urbe para escribir relatos que satisficiese más el gusto del público. Dos de esos relatos serían Bartleby y Benito Cereno (https://bit.ly/2HmuhG5). Después se dedicó a la poesía, y escribió un libro sobre la guerra civil y otro sobre sus correrías en el mar. Al final de sus días Herman Melville regresó a la narración para erguir otra obra maestra de la narrativa breve: Billy Budd, que aparecería póstumamente en los años 20.

Sería en los años 30, cuando a Melville le llegó la hora -Como le llegara a Ismael después del hundimiento del Pequod.- Su gran novela, volvió a editarse –esta vez en Random House, con ilustraciones de Rockwell Kent-, y las interpretaciones acompañarían al texto de modo inevitable convirtiéndolo en una alegoría profética: Moby Dick se convirtió en una novela política. La creación del iluminado Ahab, alguien cuyo poder de hechizo y fascinación, su obsesiva sed de venganza, era capaz de llevar al desastre a quienes comande, era la contribución de un demócrata al peligro de dejar en manos de un líder capacitado para convencer a todos de que una misión del pueblo elegido exigía todo tipo de sacrificios por la obtención de un fin. Ahab muestra muy claramente cuáles son las cosas que mueven el mundo, y qué es lo que ayuda a que los líderes hechicen… Cuando en el capítulo 36, ofrece un doblón de oro al tripulante que aviste la ballena que le arrancó la pierna, a partir de ese momento el Pequod ya estará perdido y la lógica de la venganza inicia una nueva singladura en la que el ballenero se vuelve la nave de los locos.

Moby Dick tiene un ascendente bíblico innegable por el poeta que más le apasionaba a Melville, Milton, y quizás por su personaje esencial, Satán (https://bit.ly/2SQl7pu). Melville era un lector, que según su propia expresión, era poco metódico y nada disciplinado en el diseño de las estructuras narrativas, pero curiosamente, esta indisciplina será lo que le llevaría a considerarlo como padre de la modernidad, y a considerar a Moby Dick como la primera de las novelas de la era contemporánea.  Una novela tan poco leída como Moby Dick, fue adaptada al cine en 1926 con el título de La bestia del mar. En 1930, con el título de Moby Dick con John Barrymore de protagonista, se estrenó la primera versión sonora. En 1931, Michael Curtiz realizó Dämon des Meeres. Pero la cinta que todos tenemos en la memoria es la de John Huston, Moby Dick con Gregory Peck en el papel de Ahab. Aunque el guion lo firman Ray Bradbury y Huston.

Mississauga, Ontario, viernes 2 de agosto de 2019

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