domingo, 21 de julio de 2019

Mi primo Ernesto ( 2 )



Mi primo Ernesto ( 2 )

Casi tres años más tarde, en diciembre del 63 y en los primeros meses del 64, nuevamente, Ernesto se habría de transformar en mi guía e instructor de inglés. Insistiría en escucharme leer muchas veces, hasta casi aprenderme de memoria, tres charlas que había elaborado en el idioma de Shakespeare sobre “my country Venezuela” para honrar el compromiso de una beca que por nueve meses me otorgaría el Rotary Club del distrito 625 de Wisconsin para hablar en los Clubs Rotarios del aquel estado, sobre Venezuela. Eran dos charlas de unos 20 minutos sobre la geografía y la gente de mi país y otra tercera, sobre Maracaibo, nuestro lago y el “Catatumbo lighting flash”. Recuerdo que las tres, comenzaban igual por :“Good evening ladies and gentleman; it is an honour an a pleasure for me”… etc, etc. Leería muchas veces aquellas páginas en voz alta ante Ernesto quien como asesor y corrector de los textos, haría que mi inglés no sonase a “spanglish”. Recuerdo que ya practicábamos el ejercicio de decir bien las palabras en inglés con los títulos de películas y no se me olvidará nunca como pronunciar “When the worlds collide”. El éxito de mi gestión entre los rotarios de Wisconsin y sus señoras, relatando en numerosas cenas, diversas cosas sobre las maravillas de nuestro país, se lo debí a la asesoría de mi primo Ernesto. Así cumplí con los 9 meses de beca y me pude quedar para estudiar patología, hasta el año 68 cuando estaría de vuelta en Maracaibo.

Muy lejanos se difuminan para mí los recuerdos de la vida bohemia de Ernesto estudiante de Medicina, en esos años fumador empedernido, cuando vivía en un pequeño apartamento que lindaba con el patio trasero de La Alquería, enfrente del Club hípico “Rapallo”; memorias que están impregnadas del aroma y el sabor del “pecho cuadrado” de Santa Teresa, pero que a pesar de todo, siempre fue posible reponernos de noche, o hasta de madrugada con un plato de spaguettis-bologña de los que vendían en un plato de cartón, en “Rapallo”. En 1965, Ernesto se graduó también de médico-cirujano. Él haría su posgrado de Medicina Interna en LUZ y de Reumatología, en el Hospital for Special Surgery, de la Universidad de Cornell, en Nueva York. Es conocida la anécdota de su matrimonio con Isabelita D´Alta, cuando se impuso de nuevo la conocida “baby-face” de Ernesto que llevó a la gente merodeando la iglesia de San José a preguntarse si aquello era, …una primera comunión.

Trascurriría el tiempo y para mí, después de siete años en Maracaibo, me fui de año sabático a Caracas y me quedaría por allá en lo que denominaría “mi exilio capitalino” durante más de 25 años. En un espacio tan prolongado del tiempo, mantuve contacto con Ernesto, y en varias ocasiones nos vimos personalmente en alguna visita mía en el Kristoff , y ocasionalmente en su casa. Lo perseguí a través de sus publicaciones; el libro sobre El Lupus; por teléfono me pidió y le complací haciendo varios dibujos para ilustrar su muy popular libro “Porqué somos así”. Supe de sus logros en el extranjero como especialista y siempre como el mejor reumatólogo de Maracaibo e igualmente de sus actividades como cáustico columnista en la prensa desde 1982 con su columna de las “Verdades amargas” que señalaron siempre “que oiga quien tenga oídos”. Le hice llegar algunas de mis novelas y leí su magnífica “Historia de los 400 años del Hospital Central Dr Urquinona”. Ernesto fue presidente de la Academia de la Historia del Zulia en 2003 al 2005. Al estar yo de vuelta en Maracaibo desde ese 2005, varias veces le visité en su casa y con mi hermano Lorenzo rememoramos juntos, cosas del pasado en el colegio Gonzaga, y siempre brindamos con algún whisquisito. Nos vimos igualmente en la Academia de Medicina del Zulia, durante el año 2017 y luego a finales del 2018.

Comenzando el año 2018, tras mi accidente en una escalera y la cirugía que me llevo a  estar en cama durante más de dos meses, hablaría muchas veces por teléfono con Ernesto y conversamos sobre la problemática situación de nuestro envejecimiento, la pérdida de masa muscular y de cómo íbamos paso a paso, enfrentándonos a las adversidades de la vida, más siempre llenos de optimismo, aún ante eventualidades neoplásicas. Estaba fuera del país cuando él mismo me comunicó por teléfono su problema de salud, y le seguí muy de cerca con gran admiración ante su apacible toma de decisiones frente a una neoplasia ya avanzada y en una ubicación casi inabordable. En medio de la tragedia del país desde el exterior conoceríamos de su rápida evolución y su pronto deceso. Mi primo Ernesto, fallecería en Maracaibo el 19 de abril de este año 2019 y su muerte conmocionaría y sorprendería a mucha gente por cuanto fue muy grande el cariño y el respeto que inspiraba su bonhomía, su personal carácter y especial manera de ser. El país ha perdido un gran ciudadano pero persistirá su memoria en el recuerdo de quienes bien le conocimos.

Mississauga, Ontario, Canadá, el domingo 21 de julio, 2019

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