Mi primo Ernesto ( 1 )
He
sentido la necesidad de
escribir algunas vivencias sobre mi primo Ernesto y antes de que mis palabras se perciban como la evaporación de su recuerdo en
mi imperfecta y a veces traicionera memoria. Así quiero, tener el valor de expresar en palabras los pensamientos que llegan a mí
mente como lejanos e inolvidables recuerdos. Para poder hablar a través
de mi blog (lapesteloca.blogspot.com),
me he visto obligado a dividir el texto en dos partes.
Ernesto García Mac Gregor
era nuestro primo-hermano, con quien crecimos y a quien vimos formarse como médico
ejemplar, académico, escritor, especialista en reumatología reconocido internacionalmente
y en el país; Ernesto fue muy querido y respetado en nuestra Maracaibo natal.
Ernesto, era el hijo menor de mi tío José García Nebot y de Paulina Mac Gregor.
Su papá era un viajero empedernido, fotógrafo laureado en varios eventos y
cineasta quien llegó a filmar un largometraje en color con 16mm, sobre un viaje
en auto por los Estados Unidos “Al
volante Belén”. Ernesto era el hermano menor de Ricardo, de Guillermo y de
Belén, quien con Marina García Araujo eran nuestras don únicas primas hermanas
hembras, ambas algo mayores que nosotros, los 4 varones García Tamayo. Nuestro
primo Ernesto, encajaba a la perfección entre los dos menores, Carlos y Lorenzo
y los dos mayores Fernando y yo, Jorge.
Mi tío José con su
familia estuvo viviendo unos años fuera del país y construyó en 1942 una casa
de dos pisos (La Alquería) en el terreno al lado de la nuestra (Los Arrayanes) donde
vivíamos desde 1940, en la avenida Santa Rita todavía recién asfaltada.
Realmente conocimos a Ernesto cuando después de pasar varios años en La Florida
llegó con sus padres y su hermana a vivir en “la casa de al lado”. Era un
carricito de pantalón corto, muy decente y quien además, también hablaba
inglés. Nosotros, los primos vecinos de “al lado”, éramos “los báquiros”, así
nos decía mi papá y desde aquel entonces, ¡cuántas cosas aprenderíamos de
nuestro primo Ernesto!, quien al inscribirlo en el Gonzaga, preguntaría si en
aquel colegio, de curas, estaba permitido “anemorarse”…
La Alquería sería
testigo de incontables aventuras protagonizadas por nuestro ingenioso primo
hermano, Ernesto. Su habitación estaba en una esquina de la planta baja, pero
él poseía un “cuarto de jugar” ubicado en la azotea del segundo piso donde él
era el cabecilla, para llevar adelante curiosas ideas como las de oscurecer el
ambiente para crear una “casa del terror” con fantasmas que aparecían entre
arañas y serpientes, y era que además contábamos con numerosos huesos humanos,
y dos cráneos, todos procedentes de un saco, o costal, que eran una especie de
herencia de su hermano mayor Ricardo, quien había estudiado Medicina en la
Universidad Javeriana y se trajo sus macundales desde Colombia al abandonar la
carrera. En el que fuera su cuarto que daba a la misma azotea, existía una
biblioteca cuyos tratados de Medicina hojeábamos con curiosidad admirando las
láminas en colores de horrendas lesiones en tratados de Patología Médica. Recuerdo
haber sabido sobre la epífisis como el tercer ojo en un libro del Dr Gregorio
Marañón. De allí procedían los 4 tomos de la Anatomía de Testüt Letarjet que sirvieron para que hermanos, primos y otros
familiares estudiásemos el primer año de Medicina en la Universidad del Zulia.
El tema de los dos
costales de huesos, algunos hermosamente barnizados, los que usábamos para
jugar durante nuestra infancia y adolescencia, tras extraños y misteriosos
sucesos de origen oscuro, terminarían por ser sepultados por mi tío. Desde la
azotea de La Alquería mirábamos el patio trasero de un restaurant chino que
hacía esquina con la avenida Bella Vista, y desde allí veíamos secarse, los
cueros de gatos colgados al sol en las cuerdas para la ropa. Nunca pedimos
comer en aquel “lestolant”. Igualmente era en la parte trasera de La Alquería
debajo de copudos mangos y entre la grama, el sitio donde cazábamos iguanas y
con Ernesto “las operábamos”. Al final les cerrábamos de nuevo el abdomen que cosíamos
con una “sedalina” de color rojo y llegamos a cazar en alguna oportunidad a alguna
de nuestras pacientes sobrevivientes que indemnes, podíamos identificar por las
visibles suturas.
El 28 de agosto del
año 1960 fallecería en Maracaibo la mamá de Ernesto, Paulina Mac Gregor. Mi tío
José consideró que Ernesto debería irse unos meses a Nueva York y me pidió que
lo acompañase en el viaje. Ambos estudiábamos Medicina y nos ausentaríamos en
un receso entre septiembre y octubre de ese año 1960. Llegamos con mi tío al
apartamento de mi prima Belén quien residía en ese entonces en Manhattan con su
esposo y sus tres hijos que para aquel entonces eran unos chamos. Ernesto quien
hablaba buen inglés se transformó en mi maestro y guía, para que escudriñásemos
la gran manzana de arriba abajo. Nos moveríamos por el Metro que en aquellos
días era un modelo de limpieza con letreros donde decía “Spit is punished by the law”. Un par de años más tarde, tras el asesinato
de Kennedy, la guerra de Vietnam se intensificaría y con “la revolución de los
sesenta” el mundo se transformaría por completo y el metro pintarrajeado de
grafitis se volvería un sitio peligroso, como cualquiera puede verlo en
incontables películas de Hollywood.
Pero en 1960, fue el
Metro de Nueva York el que nos permitió ir desde Manhattan hasta Brooklyn y
desde allá hasta el Greenwich Village y de vuelta al Bronx, una y otra vez. Con
Ernesto de guía nos metimos en el barrio chino y estuvimos en Harlem donde
veríamos a los barbudos cubanos, Fidel y el Che estaban en el hotel Theresa
donde también se hospedaba Malcolm X, y decían estar con los negros y los pobres
cuando los habían rechazado previamente en otro hotel más lujoso. Allí
estuvimos entre el gentío expectante. De Coney Island pasamos a las caminarías
a lo largo del Hudson y luego hasta la estatua de La Libertad y no dejamos por
fuera ni el edificio Empire State. Todo aquello conformó para mí una increíble
experiencia tutelada siempre por la ocurrente y desenfadada guía de mi primo
Ernesto.
( Fin de la parte
1:continuará mañana )
En Mississauga, Ontario, Canadá, el
sábado 20 de julio del 2019
Excelente escrito sobre la juventud de nuestro querido Ernesto, ignoraba algunas cosas que cuentas de él. Seguiré pendiente de tu próximo escrito.
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ResponderEliminarExcelente escrito mi doctor....le mando un gran abrazo!!!
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