domingo, 6 de enero de 2019

La historia del señor Kramer



La historia del señor Kramer

Regreso para hablar sobre el libro del Señor F.J. Erick Kramer ( Japanese camps in the Ducht East Indies 1942-1945 ) quien ha narrado su experiencia como niño prisionero de los japoneses en un campo de concentración en Indonesia durante la Segunda Guerra Mundial. Destaca el Sr Kramer en su libro, el escaso conocimiento que existe sobre los crímenes de guerra cometidos por los japoneses contra la población civil, particularmente los padecimientos de numerosas mujeres y niños. A sesenta y seis años desde el final de la guerra, tras la rendición del Japón, el gobierno de ese país se ha negado obstinadamente a revisar y reconocer el cruel y oscuro pasado de las atrocidades cometidas durante la invasión japonesa a territorios extranjeros.

Erik Kramer nació el año 1936 en la ciudad de Batavia, conocida ahora como Jakarta, capital de la isla de Java, la cual durante 300 años había sido una colonia del Reino de Los Países Bajos como otras de las muchas islas del archipiélago, con más de 15.000 que como Borneo, Sumatra, y Celebes se conocen hoy día como Indonesia. Después del ataque japonés a Pearl Harbor, Holanda apoyó a las fuerzas aliadas y entró en la guerra. Se conocía sobre el brutal comportamiento del Ejército Imperial Japonés después de la masacre perpetrada en 1937 en Naking, China, caracterizada por las atrocidades cometidas contra la población civil y militar que habría de señalar premonitoriamente, como iban a comportarse los japoneses en la guerra del Pacífico. La invasión de la Indias  Orientales Holandesas se inició después de la derrota de la flota holandesa en la batalla del mar de Java el 27 de febrero de 1942. El padre de Erick era el doctor Ir. Franz Kramer, quien comandaba uno de los grupos de la resistencia a los invasores en la parte occidental de Java. Cuando fue capturado sería torturado por la Kempeitai (la Gestapo japonesa) y moriría al rehusar colaborar con sus captores. Kramer sería uno de los primeros líderes de la resistencia que recibiría honores post-mortem por la Reina de Holanda, condecorado con la Resistance Star East Asia y en su tumba en el cementerio militar de Ancol, cerca de Jakarta, reposan sus restos donde aparece señalado como V.O.A. (en holandés “Verzetsster Oost-Azié”) “Sobre el espíritu”.
 
Muy pronto al invadir las islas, los japoneses establecerían 530 campos de concentración en todo el archipiélago, separando a prisiones de guerra hombres, de las mujeres y niños. En uno de estos campos de exterminio, denominados Tjideng, que se escucha como “Chiding”, en las afueras de Jakarta, fue confinada la joven madre de Erik y su hermana mayor. De seis años de edad, él vería como se cerraron las puertas de aquel campo donde habría de vivir hasta los 9 años cuando serían liberados, siempre en el temor de saber que al cumplir 10, habría de ser separado de su madre y trasladado a otro campo de adultos a trabajos forzados. Existían galpones como garajes donde varias familias, adultos y niños habrían de convivir en malas condiciones, cada persona numerada, quienes trabajarían la tierra sin instrumentos, vigilados todo el tiempo por dos mujeres en cada galpón, sin poder leer, ni escribir, nada de instrucción, ni servicios religiosas, ni poder tener contacto con el mundo exterior. Intentar escapar era penado con la muerte y estaban obligados todos, mujeres y niños a hacerle reverencia inclinándose ante cualquier japonés, con duros castigos para quienes no lo hicieran. El comandante Kenichi Sonei establecía las penas y podía tener durante 24 horas a mujeres y niños de pie al sol o con lluvia, para castigar cualquier cosa, como podía ser hablar o no responder, a cualquier orden.

En aquellas condiciones, sin frutas, ni leche, ni huevos, con escasas proteínas, pescado o aves, la desnutrición era generalizada y las enfermedades aparecían sin que existiera atención médica. Diarrea crónica, escorbuto, infecciones parasitarias, heridas infectadas, y la malaria llevarían a la muerte a muchos niños y adultos. Cuando los enfermos empeoraban eran retirados del campo y lejos, aislados de sus familiares fallecían. Las imágenes de los efectos de estas dolencias por fotografías del campo de Tjideng son similares a las del holocausto judío, con la diferencia de que los nazis lo hicieron con los judíos y gitanos en general, pero los japoneses se ensañaron con cualquier ser que no fuese japonés. Así musulmanes y cristianos, chinos, judíos, o birmanos, padecieron por igual en los campos de exterminio sometidos a trabajos forzados y crueles e inhumanas torturas. Muchos de los sobrevivientes habrían de padecer de pesadillas y terrores que constituyen el síndrome del sobreviviente de campo de concentración, requiriendo asistencia médica permanente, o psiquiátrica.

Algunas películas ha tratado estas situaciones y ha sido la manera como nos hemos podido enterar, a través de las imágenes del cine de algunas situaciones como las descritas por el señor Kramer; (vg. El puente sobre el río Kwai, Paradise road, El gran ataque(The great raid), A town like Alice, Feliz Navidad Mr Laurence, y yo le añadiría el filme de Scorcese Silencio(2016) que también muestra la crueldad de los japoneses exterminando los cristianos, especialmente a los jesuitas portugueses cuando trataron de cristianizarlos en su tierra. 

El Señor Kramer es miembro de una Asociación civil Nerlandesa que ha solicitado al gobierno del Japón reconocer los hechos violatorios de los más elementales derechos humanos de tantas mujeres y niños inocentes, y tan solo esperan poder escuchar de ellos una excusa formal y de ser posible alguna compensación financiera.
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 Mississauga, Ontario, domingo 6 de enero del 2019

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