lunes, 9 de octubre de 2017

Sobre la disección y los anatomistas



Sobre la disección y los anatomistas

Durante la edad Media y la época del Renacimiento, la Iglesia prohibía cualquier manipulación de los cuerpos una vez que la persona hubiese fallecido. Por lo que el contacto con cadáveres se consideraba un pecado tan grave hasta ser considerado casi  herejía y podría conllevar hasta una sentencia de muerte. Por otra parte, la Iglesia también condenaba que los cadáveres fueran utilizados para “maneras impuras”, lo que incluía cualquiera de las prácticas médicas. Esta situación se prolongaría  durante casi trescientos años y los médicos e investigadores científicos europeos tuvieron que recurrir a otros métodos para aprender sobre la biología humana, sobre la muerte y sobre todo, para entender los misteriosos procesos de la putrefacción. Los robos de tumbas se hicieron tan habituales en Italia y Francia, que la Iglesia habría de disponer de pelotones de vigilancia exclusivamente destinados a cuidar los cementerios. La profanación de tumbas y de criptas comenzaría a resultar un crimen corriente y con frecuencia iba a estar amparado por la complicidad de figuras de renombre. 

El caso mejor documentado puede ser el de Leonardo Da Vinci, quien en 1510, dejó Milán para trabajar en la Universidad de Pavía, con Marcantonio della Torre un profesional de la anatomía de y maestro de la disección, un sujeto que era conocido  como el “maestro de la muerte”. Leonardo trabajó en el registro y dibujo del cuerpo humano labor que sólo pudo haberse logrado gracias a un cuidadoso proceso de disección, que sabemos estaba prohibida por Roma. Se estima que Leonardo diseccionó al menos 19 cadáveres, aunque hay quienes elevan la cifra a 30. Estos cadáveres se obtenían de hospitales, como el de Santa María Nuova de Florencia, o el hospital del Santo Spirito, en Roma, hasta que el Papa León X, se cree que azuzado por otros artistas, le prohibió proseguir disecando humanos. Los cuerpos utilizados en estas labores usualmente eran de criminales ejecutados o personas que morían sin ser reclamados por los familiares. Leonardo rompió el tabú que existía sobre la disección del cuerpo de la mujer. Grandes hombres de la antigüedad mostraron desinterés por la anatomía y fisiología femeninas y algunos, como Plinio, en su Historia Natural (Leonardo tenía una copia) mostraban horror por la menstruación. La investigación sobre la salud femenina se modificaría con las evidencias que aportaría Leonardo al dibujar el cuerpo de la mujer como nadie hasta entonces. En el folio 12281r se muestra un detalle del corte en sección de un cuerpo femenino, y en el 19095 dibujaría varias fases del útero durante el embarazo. Leonardo tenía previsto publicar un tratado de anatomía con la ayuda de Della Torre, pero la muerte de este por la peste frustró el proyecto.


En realidad la primera disección de cadáveres de la que se tiene registro histórico fue llevada a cabo por Mondino de Liuzzi (1270-1326) en Bolonia durante el año 1315; también conocido como Mundinus, Mondino fue un médico, anatomista y profesor de cirugía italiano que vivió y trabajó en Bolonia y que describió una disección que se realizaba en tres días: el abdomen, el tórax y la cabeza. En relatos siguientes explicó que usó cuarto día para la disección de las extremidades, sin embargo sus conceptos anatómicos estaban apegados a lo enseñado por Galeno. La importancia de Vesalio (1514-1564) y su utilización de cadáveres para irrumpir en contra de las ideas de Galeno están relatadas en mi reciente  novela “Vesalio, el anatomista”. Otros anatomistas durante el Renacimiento fueron Realdo Colombo (1516-1559) el sucesor de Vesalio en Padua quien era uno de sus discípulos: El sucesor de Colombo en Padua fue Gabriel Falopio (1523-1562), gran admirador de Vesalio, que fue famoso por sus descripciones del aparato genital femenino interno. El sucesor de Falopio en Padua fue Fabricio de Aquapendente  (1590-1619), su prestigio influyó y atrajo a muchos estudiantes de toda Europa, entre ellos el inglés William Harvey (1578 -1657).

Uno de los primeros países en liberarse del dogma católico y por tanto de la rígida normativa religiosa sobre la manipulación post mortem, fue Inglaterra. En el año 1506 el Rey Jacobo IV de Escocia concedió mecenazgo y protección a la compañía de barberos y cirujanos, lo que le permitió llevar algunas prácticas básicas de disección sobre animales que fue ampliamente criticada por Roma. No obstante, cuando el Reino Británico se separó de Roma 1534 debido al conflicto del Rey Enrique VIII con el Vaticano, la influencia católica sobre el territorio desapareció casi por completo, lo cual incluía sus severas disposiciones sobre las ciencias médicas. En 1542, el Parlamento Británico permitió por primera vez una disección pública de cadáveres por motivos científicos: los cuerpos de cuatro condenados a muerte fueron entregados a la Compañía de Barberos y Cirujanos. El acto se trató de una escena dantesca que aterrorizó a la multitud que asistió como testigo del proceso. Un grupo de juristas prohibió que la práctica se llevara cabo en lo sucesivo. Se restringió el uso de cadáveres para fines médicos salvo si un voluntario lo decidía al morir o si los cuerpos de los condenados a muerte no eran reclamado, y sólo las Universidades y centros educativos que se dedicaran la enseñanza de técnicas médicas podían disponer de los cadáveres. El el número de escuelas existentes hizo cada vez más complejo el uso de los muertos obtenidos de manera legal, por lo que comenzaron a hacerlo bajo el auspicio de un insólito grupo criminal que se dedicaba a la profanación y robo de cadáveres recién sepultados.

Durante casi tres siglos, la mayoría de los científicos y Universidades europeas acudió a estos medios ilícitos para obtener cadáveres lo suficientemente frescos y en buen estado para llevar a cabo procedimientos quirúrgicos de envergadura y estas acciones estuvieron amparadas bajo la complicidad oficial y los funcionarios a cargo de la guardia y custodia de cementerios recibían lucrativas ganancias por ignorar las prácticas de profanación y la venta de cadáveres se hizo habitual. Para mediados del siglo XVIII, el robo de cadáveres se consideraba un delito menor, para la Ley Inglesa. Las facultades de anatomía del Reino Unido competían entre sí para lograr los mejores restos humanos ( se buscaban cadáveres de hombres sanos, mujeres embarazadas, y de niños pequeños) y por ellos aumentaba el precio y la disputa entre los grupos criminales. Para comienzos del siglo XIX, el fenómeno era tan habitual que formaba parte de la superstición callejera y las autoridades lo toleraban con cierto pesimismo En 1828, el cirujano Astley Cooper admitió ante una comisión del parlamento que el precio de un cadáver en buen estado era de 8 guineas, lo cual hacía del robo de cuerpos un negocio muy lucrativo.  Un método infalible para el robo era el saqueo de tumbas, de modo que la mayoría de estos grupos de delincuentes, dormía en los cementerios, incluso dentro de los monumentos y construcciones funerarias y conocían en detalle los movimientos de los funcionarios y vigilantes encargados de la zona. La mayoría de los ataúdes eran enterrados bajo una fina capa de tierra, en previsión al terror ancestral de ser enterrado vivo, práctica que no sólo facilitó las maniobras de los pillos sino que se convirtió en parte de la imaginería popular. Se vivía en un Londres aterrorizado por lo que ocurría en los cementerios durante la noche. Se murmuraba que cavaban con palas de madera para no hacer ruido, y que robaban los cadáveres a través de rápidos método de poleas para extraerlos. Para mediados del siglo XIX, toda esta labor desalmada fascinaba y aterrorizaba a buena parte de Inglaterra.
 
En 1828 dos inmigrantes irlandeses (Burke y Hare) fueron detenidos y condenados por el homicidio de dieciséis personas: ambos declararon que habían llevado a cabo la serie de asesinatos para llevarle cadáveres al doctor Robert Knox, famoso por las disecciones que realizaba durante sus célebres clases de anatomía. Knox no sólo mostraba a sus estudiantes su habilidad como cirujano, sino admitía oyentes e invitados de varios lugares de Europa para debatir sobre sus métodos de disección. Knox fue acusado de complicidad aunque nunca pudo probarse los casos en su contra, el Parlamento inglés investigaría los robos de cadáveres y consideró la importancia de la Ciencia anatómica. La Ley de Anatomía promulgada en 1832 (ley de Henry Warburton),  democratizó el uso de cadáveres para fines médicos y científicos,  y su rastro macabro en adelante pudo seguirse a través de las novelas desde R. L. Stevenson hasta Mary Shelley y Edgar Allan Poe y otros escritos de la época, que detallan los terrores de la profanación. 

Maracaibo  9  de octubre  del 2017

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