viernes, 20 de marzo de 2015

Dos artículos del escritor nicaraguense Sergio Ramirez

Sergio Ramirez se  pregunta por Nicaragua
Por: Sergio Ramírez
sergio ramirez
La primera pregunta que escucho acerca de Nicaragua, es en qué se parece esta segunda etapa de la revolución a la primera. Es lo que he oído a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Madrid, y a los de la Universidad de los Ozarks, en Arkansas, en los últimos días. Mi repuesta es que no hay tal segunda etapa de la revolución. La revolución comenzó con el derrocamiento de la dictadura de la familia Somoza en 1979, y terminó con las elecciones de 1990, que el Frente Sandinista perdió, hace ya veinticinco años, frente a una coalición de partidos de oposición que llevaba como candidata a doña Violeta Barrios de Chamorro.
La pregunta es justa, porque se basa en el hecho de que Daniel Ortega, presidente sandinista de los años ochenta, lo es hoy otra vez, a partir de las elecciones de 2006, cuando ganó por el 38 por ciento de los votos, y luego fue reelegido en 2011. Ahora no sabemos si será candidato de nuevo, o lo será su esposa, que gobierna junto con él.
El poder actual pretende envolverse en la misma retórica revolucionaria de aquellos años. Pero se trata de un discurso que suena a imitación, o falsificación. Imperialismo, burguesía, soberanía nacional, socialismo, son palabras de ese viejo diccionario que perdieron su significado, porque el mismo poder se lo ha quitado. O hay que leer ese discurso al revés, como si fuera todo lo contrario.
Lo que existe es un régimen familiar que busca perpetuarse de manera indefinida. Los pobres siguen igual de pobres, desorientados por las políticas populistas del gobierno. Hemos regresado al viejo caudillismo, que ha sido la tradición política de Nicaragua desde el siglo diecinueve, una sola persona en el poder que junto con su familia lo controla todo.
No hay ningún traslado real de la riqueza a manos de los más desamparados. El 48 por ciento de la población subsiste con menos de 2 dólares al día, y de entre ellos, la mitad subsiste con menos de 1 dólar al día. Nicaragua ocupa uno de los tres últimos lugares en los índices de miseria de América Latina, junto con Haití y Honduras.
El discurso de defensa a ultranza de la soberanía nacional en contra del imperialismo yanqui no es más que humo. Los intereses de la seguridad nacional de Estados Unidos en Centroamérica y el Caribe no tienen ya nada que ver con la antigua guerra fría, como lo demuestra el inicio de la normalización de relaciones con Cuba.
En un artículo publicado recientemente en Blomberg, se cita a William Brownfield, subsecretario de Estado para Narcóticos, diciendo que “los esfuerzos del gobierno de Nicaragua para proteger a su pueblo y su territorio de las actividades de los traficantes de droga han sido muy positivos”, lo cual es más importante, afirma, que los “diversos elementos complicados” en las relaciones de Estados Unidos con Nicaragua. La cooperación para detener cargamentos de drogas es lo estratégico en estas relaciones, no la democracia.
Esta posición demuestra que la progresiva desaparición del sistema democrático en Nicaragua no es motivo de preocupación de Estados Unidos, ni tampoco de ningún país relevante, en un mundo conmocionado por la amenaza del terrorismo yihadista y el Califato Islámico, igual que por el creciente poder de los carteles internacionales de la droga.
El credo del general Sandino, que inspiró la lucha del Frente Sandinista, estuvo basado en tres principios básicos: soberanía nacional, democracia, y justicia económica. En su resistencia contra las tropas de ocupación de Estados Unidos hasta que logró su salida de Nicaragua, la defensa de la soberanía nacional fue lo más relevante. Y ahora ha sido entregada a China.
La idea de la construcción de un Canal Interoceánico ha gravitado sobre nuestra historia desde los tiempos de la colonia, y Estados Unidos le impuso a Nicaragua un tratado en 1914 para construir ese Canal, algo que nunca hizo. Ahora, Wang Jing, un desconocido millonario de Beijing, cien años después, es el nuevo amo y señor de la soberanía nicaragüense, como concesionario del Canal a través del Tratado Ortega-Wang, con duración de cien años.
Ortega ha sabido tocar un resorte de esperanza muy antiguo en el alma de los nicaragüenses. Cuando la construcción del Canal se anunció en 2013, se prometió la creación de un millón de nuevos puestos de trabajo, una cifra estrafalaria.
Ahora ha sido reducida a 30,000 empleos de baja categoría, mientras los puestos mejor calificados serían para los chinos que llegarían masivamente al país para hacerse cargo de las obras.
La revista The Economist, en un análisis del estado democrático en el mundo, divide a los países entre democracias plenas e imperfectas, y regímenes autoritarios e híbridos. Nicaragua es enlistada entre los “regímenes híbridos”. En estos sistemas, afirma el análisis, existen irregularidades sustanciales en las elecciones que usualmente las alejan de ser libres o justas, y serias debilidades institucionales, mayores a las que tienen las democracias imperfectas. En este mismo grupo estarían también Ecuador, Honduras, Guatemala y Bolivia. Solo dos países de América Latina, Uruguay y Costa Rica, califican como “democracias plenas”.
Pero la frontera entre regímenes autoritarios y regímenes híbridos es muy tenue, y ya Nicaragua ha avanzado no pocos pasos para adentrarse en ese oscuro territorio de la ausencia de democracia. Ortega, o su esposa, se impondrán de cualquier manera en las elecciones presidenciales de 2016.
Pero los gobiernos familiares han terminado siempre en grandes desastres políticos. Las tensiones empezarán a manifestarse y crecerán en la medida en que las esperanzas creadas por el discurso populista de Ortega se agoten, sobre todo con el final de la cooperación de Venezuela, que debe enfrentar los bajos precios del petróleo, el desabastecimiento, la inflación, y una crecida deuda externa de corto plazo.
Y otro punto importante de inflexión será el fracaso del proyecto del Canal, percibido hoy como una gran esperanza, y que se convertirá en frustración cuando el tiempo demuestre que no era sino un invento desalmado.
El autor es escritor. Cartagena de Indias, marzo 2015.
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El poder incesante y soberano de la imaginación
Por: Sergio Ramírez

El Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, que he recibido de manos del presidente Enrique Peña Nieto, pone al maestro delante de su discípulo, porque de Fuentes aprendí lecciones de escritura desde mis primeros viajes a México, cuando bajaba ansioso las escaleras de la librería El Sótano para encontrarme con sus libros.
Siempre admiré en él esa ambición ecuménica de tocar todos los temas y todos los registros, y ver siempre en la historia una fuente de imaginación que nunca se agota. Desde su investidura de novelista supo que la historia debe estar sujeta a una revisión crítica incesante. No solo exponer la realidad, también enfrentarla y juzgarla, nunca quedarse en testigo pasivo.
Desde La muerte de Artemio Cruz, a Los años con Laura Díaz, a La silla del águila, la historia de México vuelve siempre a ser expuesta con una calidad profética. Vio con lucidez que la historia de su país estaba compuesta por planos superpuestos: arriba la pirámide azteca de los sacrificios, el cuchillo de obsidiana y la sangre humeante en la piedra: abajo el oscuro inframundo que gobernaba las existencias, y donde el mal escondía sus dientes y sus garras; y luego, sobre las ruinas, los edificios coloniales, conventos y cabildos de la parafernalia virreinal, que también estaba hecha de las mismas piedras del poder.
Pero al pintar la historia de México con los colores de la imaginación, que nunca desprecia la realidad, pinta también a América Latina y nos enseña que somos un organismo vivo de vasos comunicantes, realidades compartidas, sueños y derrotas también compartidos, desilusiones y esperanzas. Que nuestra identidad está en la diversidad.
Compartimos la múltiple exploración de temas en los que nos descubrimos, la multiplicidad del lenguaje, la experimentación como un desafío de la escritura; las maneras en que cada uno de nosotros, como escritores, asume la realidad de su propio país, y convierte a la escritura en una permanente expresión de inconformidad y advertencia.
Antes, los temas literarios comunes de nuestra América fueron los dictadores engalonados, el infierno verde de los enclaves bananeros, las intervenciones militares, las revoluciones y las guerras civiles; y otro, aún hoy no dilucidado, el de la lucha permanente entre civilización y barbarie; y otro, tampoco dilucidado todavía, el de la marginación y la miseria, los abismos de la desigualdad que no terminan de cerrarse, y que llevan a la angustiosa odisea de las emigraciones masivas hacia la frontera con Estados Unidos.
En nuestro mundo contemporáneo real, del que la literatura no es sino un espejo irisado, las viejas parcas se visten hoy de sicarios. Vista en su conjunto, la anormalidad de nuestra historia es en el presente una macabra fotografía de cuerpos regados en un baldío, un titular en letras rojas sobre alguna masacre. Pero en la vida y en la muerte de cada uno de esos seres, hay una historia que contar. Y la novela es eso, descender al infierno de cada vida, de cada cuerpo mutilado, de cada cuerpo incinerado. Porque la literatura no se ocupa de lo general, como los titulares de los periódicos, sino de lo específico, que son los seres humanos, vistos en singular.
Hemos buscado siempre indagar en la sustancia de la realidad para nutrir la imaginación. Porque nuestra historia ha vivido en un estado de anormalidad permanente, y esa anormalidad se transmuta a la literatura. Las anormalidades varían, pero sus inclemencias persisten. Y nos fijamos en ellas porque asombran, y porque son, antes que nada, anormalidades éticas.
En América Latina sufrimos aún la incongruencia de que los principios que inspiraron las luchas por la independencia siguen escritos en la letra de las constituciones pero no terminan de abatir la desigualdad, allí donde el crimen y el terror, y también la demagogia, se incuban en la pobreza.
Los novelistas también hemos sido cronistas de la violencia de las revoluciones. Fui protagonista en mi patria de una revolución triunfante, y puedo decir que la de hoy no es una violencia que busca transformar la sociedad para hacerla más justa, sino una violencia criminal, para envilecerla. Pero tiene la misma raíz, porque se alimenta de la pobreza. Para entrar en el siglo veintiuno, debemos dejar atrás primero el siglo diecinueve.
Los escritores latinoamericanos somos cronistas de los hechos, y debemos registrarlos, exponerlos. Iluminarlos. Somos testigos privilegiados de la vida cotidiana trastocada por la violencia, el miedo, la corrupción, las grandes deficiencias del estado de derecho. Somos testigos de cargo. Mi oficio es levantar piedras, decía José Saramago; no es mi culpa si debajo de esas piedras lo que encuentro son monstruos que quedan al descubierto. El escritor no es otra cosa que un cazador de monstruos.
La palabra siempre ha luchado por defenderse de los autoritarismos mesiánicos, de los sectarismos religiosos, de los nacionalismos extremos, de las veleidades del poder económico, de las ideologías totalizantes que pretenden imponer un pensamiento único, lo que significa también imponer la mediocridad.
La literatura no existe para convencer a nadie sobre credos ideológicos, sino para hacer preguntas. Cuando el escritor se expresa como ciudadano desde la tribuna que le da la literatura, su voz se multiplica porque es escuchado. Está ejerciendo entonces su primer deber cívico, que es el de nunca callarse. Puede ser que un libro no cambie el mundo, pero sí que cambie a quien lo ha escrito, y que cambie también a quien lo lee, porque la imaginación tiene un poder soberano.
Pero un libro debe ser para un escritor un territorio libre de imposiciones, libre de la cobardía de la autocensura, y al mismo tiempo libre de la pretensión de imponer verdades. La verdad siempre estará sujeta a revisión, porque las creencias eternas se vuelven inmóviles, y la inmovilidad significa la muerte. La creencia de que el mundo puede ser cambiado desde los libros es una arrogancia. Más bien el mundo debe ser interrogado una y otra vez desde los libros.
Es allí donde reside ese poder incesante y soberano de la imaginación.
El autor es escritor. 
Ciudad de México, febrero 2015

Julia Navarro, gran novelista, y de nuevo, "La Peste Loca"




Julia Navarro (Madrid, 1953) ha destacado por su trabajo en el campo político, desarrollando su labor profesional para la agencia de noticias Europa Press, y otros medios como Cadena Ser, COPE, Telecinco o Canal Sur. Ha escrito varios libros de género político, alternando el tema periodístico, con especial atención a la Transición Española y a figuras de la política española: “Nosotros”, “La transición”, “La izquierda que viene”, “Entre Felipe y Aznar” y “Señora Presidenta”. Después de escribir libros de actualidad política, publicó su primera novela, “La Hermandad de la Sábana Santa”, con la que logró un éxito sin precedentes en España. “La Biblia de barro” y “La sangre de los inocentes” afianzaron su prestigio entre la crítica y el público, consiguiendo llegar a millones de lectores en todo el mundo, con traducciones en más de treinta países. Sus obras han sido publicadas en 30 países y a lo largo de su carrera ha recibido premios como el Ciudad de Córdoba 2004,  el Más que música de los Libros 2006, o el Qué Leer. En 2014 fue una de las autoras más vendidas en España. “Dime quién soy”, es una novela que ofrece un retrato magistral de la historia del siglo XX, en unas páginas rebosantes de intriga, espionaje, amor y traición. “Dispara yo ya estoy muerto” conforma una historia llena de historias, una novela que esconde dentro muchas novelas, que ofrece un friso histórico que arranca a finales del siglo XIX y llega hasta 1948. No sólo es la más ambiciosa novela de Julia Navarro, sino que es, sobre todo, una novela de personajes, prisioneros de las circunstancias y del tiempo histórico que les ha tocado vivir. Víctimas, en muchas ocasiones, de las decisiones tomadas por otros.  Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse uno mismo es muriendo o matando… 
Así arranca “Dispara, yo ya estoy muerto”, enigmático título cuya razón de ser no se desvela hasta la última página. Una novela cuyo eje es la familia Zucker, expulsados a finales del siglo XIX de la Rusia zarista por su condición de judíos. Una familia que a su llegada a Tierra Santa decide adquirir las tierras de los Ziad, familia árabe encabezada por Ahmed. Entre éste y Samuel, patriarca de los Zucker, se creará un fuerte vínculo, una amistad que por encima de las diferencias religiosas y políticas se perpetuará generación tras generación.  Varsovia, San Petersburgo, Jerusalén, París, Madrid o Toledo son algunos de los escenarios de esta nueva novela de Julia Navarro.
Tomado de CULTURAMA:

Habiendo leído la novela de Julia Navarro, no resistí la tentación de regresar a mi novela “La Peste Loca” publicada en 1987 y su segunda edición en el 2011. Allí me encontré, entre las reláficas que en negrillas separan áreas de la novela y la ubican en la historia que se sucedía para aquel entonces, algunos detalles que se asociaban en la situación de las diferencias entre los judíos y el pueblo Palestino. Las coincidencias con la gran novela de Julia Navarro, me parece que valen para que disfruten de su lectura algunos lectores venezolanos.


RETAZOS DE “LA PESTE LOCA” ( novela )

Dónde están las llaves, matarile rile lero, dónde están las llaves, matarile rile ró, en el fondo del mar, matarile rile lero, ¿los aviones a volar?, matarile ya les dieron, ¿aeroplanos en el cielo?, matarile rile ró, palestinos en el suelo, ¿es un sueño?, ¡inación!, ¿quién los va a buscar?, matarile rile ró. De Bouillón es Godolfredo, ese nombre no me gusta, lo pondremos avechucho, matarile a mí me asusta, si parece maracucho, vos estáis de mollejón, lo pondremos Absalón, ¡igación!, ese nombre no me agrada, que lo llamen Salomón, ¿pero qué nombre usaremos?, llaménlo Cuello Rondón. Jacobito no es tan pobre, el año sesenta y siete lo que le sobran son cobres, era un presagio divino, la guerra de los seis días, pobre pueblo palestino, desmantelen los cohetes, ¿es el día?, bereberes claudicantes, ¿que querías?, los egipcios, los romanos, mahometanos, ¡Jeremías!, los cristianos, antes fueron babilonios, ¡por Alá!, ¡son el demonio! Scherezada echame un cuento... No más llantos ni lamentos, en las marismas de Gaza, las arenas del desierto, ¿cuántos árabes han muerto?, los sacaron de sus casas, Jerusalén dividida, ¡que tragedia!, es tu destino, ¡sufre pueblo palestino! Escuchemos al rabino, él señalará la clave, ¿dónde están las llaves?, matarile rile ró, en el fondo del mar Rojo, yacen tan solo despojos, los beduinos, sus camellos, ¿sus cabellos?, sus caballos de metal, perecieron, se murieron, los aviones en acción, es dinero americano, ¿dólares de la nación?, en el fondo del mar, ¿es hebraica?, judaica és, pago y gano, así sí, ¿vos veis?, Abraham Cuello tomó una ruta que a todos nos pareció de lo más extraña, ciertamente era medio prosaica, ¡idea tamaña!, ¡irse a vivir a un kibutz!, su familia lo esperó, durante meses, no llegó, sus amigos lo esperamos, durante años, ¡se jodió!, servir a la madre Israel, natural y procedente del barrio de la Pomona, ¡hay que ver! Mangos verdes, guásimos negros, aceitunas moradas, redondas y dulces las cotoperices, encaramarse en las matas, montados allá arriba, a comer mamones, y el olor del níspero y de los limones, miel de hicacos, dulce de limonsón, pepas de tamarindo y semillas de almendrón. Le dolía no haber vivido el holocausto europeo, ¡bolas!, era tropical, ¡pero qué lindo por lo burdo le quedó!, absurdo desvarío por una sangre que para nosotros era ajena. ¡Ni me lo discutáis! Daba pena, de verdaíta, y vos, decime, ¿hallaría las llaves?, ¡en el Arca de la Alianza sería!, y ¿vos que querías?, él siempre se consideró un hebreo, vivir con Jetzabel, circunciso y en confianza, con Deborah o con Raquel, mi amiguito de la infancia, ¡cómo se enrolló de feo!, aquí lo creíamos medio bolsiclón, en realidad no lo asociamos nunca con las hurís del profeta, ella, pudo llamarse en vez de Ercilia, Rita, o más vulgar tal vez Sara, sin la hache intercalada. A propósito, te digo como sin querer la cosa, que Clara Rosa la madre de Robertico y de Abraham, no puede disimular el perfil de Don Jacobo. César, dicen algunos cristianos que de puro vivito se dejó circuncidar, ¡se anegó el Jobo! La verdad sea dicha, eran muchos los cobres, no tan solo el cuerito de la dicha, lo que sea dizque dijo el viejito, ahora los que disfrutan son los hijos y sus nietos. David el primogénito, como negociante multiplica los cobres, es perfecto, ¿los otros?, ¡la gran vida!, pero ellos gastan poco, poquito, Abraham, fue el más bolsa, se las dio de romántico y se largó, a Israel fue a parar, fue a tener dicen otros, ¿y el más joven?, ¡Robertico!, ese tiene bien puestos sus riñones, él si le dará matarile a esos millones. Robertico es doctor, inteligente, sabe gozar la vida, estudiante de loquería en Nueva York, él es gente, si tú lo necesitas, te consigue querida, rápidamente, tiene un auto, ¡belleza de motor!, aquí están las llaves, tiene cobres parrato, más que el rabino Samuel, más que el viejo Gugenheim, él es Estrada y es Cuello, ¿Rossellestrada?, ¿tal vez Belloso?, quizás Kublic, o, ¿Fornefeld?, ¡CuelloRossell! Muy estirados ellos, de los judíos con hijos bien, vos sabéis, tardes en la Sinagoga, con los Henríquez, los Domínguez, Lerner y Benaim, ¿los Sefarditas? ¿vos, a cual Sinagoga váis? Lo miraban de reojo. Todas aquellas historias, de los campos de exterminio nos salvamos, ¡vos sabéis! ¿Escapaste de los rojos? ¡De los hornos crematorios! Mis historias son mas crudas, no me gusta hablar de aquello, mi hermanito, mis abuelos, mis amigos, ¿veis la marca en mi muñeca?, Ruthie y Clara, ¿Blumenfeld?, o es Blumerfel, Blumerson tal vez... Blumer es pantaleta, ¡que jareta!, su marido es Raymond Morris, ¿Morrisón?, son familia de Jacobo, llegaron vendiendo telas, pasaron de la maleta al almacén, ahora tienen telares, gente criada en Nueva York, ¡vos sabéis!, todos amigos de Robertico, el doctor. El es asiduo del ghetto. ¿Será la sangre materna? El olor de los pepinos, col agria, con mostaza y vino, ajos y la cebolla sempiterna, pan de centeno y el aroma rancio de la tía Elvira, por la línea materna. Allá en el Bronx, danzan miríadas de hojas secas, ellas se apilan en la calle, unas se mueven con la brisa, es amarillo y es naranja, es siena y es un verde jade, se deslizan y es un ocre rojizo, van cayendo de los árboles, se agitan en el cielo que eternamente luce un gris plomizo. Caminar por los alrededores, vivir a un par de cuadras, blocks les dicen, del hospital Montefiore, así denominado, como la flor del monte, Robertico, vive en el Bronx. A míster Morris, el tabaco en la boca le cuelga, adherido a su labio inferior, fresa con crema sobre una mancha leucoplásica, la saliva marrón, comisuras de un sepia burbujeante, lo mueve, se lo traga, reaparece, lo asoma al exterior, la entonación afásica de su inglés neuyorkino y ese gesto, las palmas de sus manos hacia arriba, fabrica mil arrugas cuando sonríe, encoje los hombros y protruye esa giba, zapatos de Charlot, el pantalón manchado, judío de Nueva York. Conocerte Roberto ha sido un gran honor, eso le dijo, pero aquello, nunca lo quiso creer el doctor Cuello. No tengo cobres, la mala situación, ¿sabéis?, eso le respondió. El pariente alzó sus hombros y la cara arrugó. Para Pauline, Roberto siempre fue el más bello. Pauline en la ventana, desde tu cuarto Robertito, se observa el elevado, ella se despoja de su cofia de enfermera, relampaguea con destellos dorados, son las ventanillas del tren que pasa haciendo ruido, chas tras tras tras. Tú entre los libros en la penumbra amarillenta del rincón, estás sentado, arropado en la cama, envuelto en sábanas. Cesa el rítmico estruendo del elevado y ella con suavidad desliza sus medias blancas, las desenrrolla y tú te quedas extasiado admirando sus piernas que parecen de seda, de un blanco transparente, de un rosado cerúleo, las coloca sobre la silla donde desordenada está tu ropa, las pone arriba, sobre el tibio radiador deposita su sweter de lana virgen y el gorro protector, parece un erizo de pelos, luego, suavemente sus ropas se deslizan y quedan en el suelo. Tú miras a Pauline en la bañera, tú escuchas las malditas cañerías que suenan anunciando el sabath, trompetas que pregonan todo el año que ese es el día del baño, tú observas con un dejo de ternura como se te enjabona tu judía, es solo tuya, es tu enfermera. ¿Fuiste tú el elegido? Baby, tú le dijistes, Polin sweet heart, llevo en mis venas sangre del Rey David, puedo probarte que era latino Salomón, ven, te lo demostraré. Matarile en el Bronx. Tú eres experto, tú calculas siempre todas las pisadas, las cosas las precisas, tú eres culto y hermoso, ¿qué más?, eres inteligente, ¿quizás un tanto delicado?, resabios de tu infancia, quizás un exceso de celo de tu madre, preciosa Clara Rosa, a ella no le hubiera gustado saberlo, Robertico empatado con una enfermera gringa, ¡una judía enfermera! Para ti lo soñado precisamente eso no era, pero es la suerte, ¡hace juegos curiosos!, suerte rima con muerte, tú eres un ser ocioso, ¿y tus amigos? Tan lejos, allá, ¿cerca del Ecuador?, en tu país lejano, tú patria tropical reverberante, ¿y que nombres les damos?, si por un instante piensas en ellos, si los recordamos, ¿cómo les diremos? A Emidgito el doctorcito, ¿a tu colega?, solo aspira a transformarse en investigador, como el otro, cual su maestro, el profesor, llámenlo el doctor Crisanto, ese tipo es un fastidio, no lo aguanto. Tú aquí lejos, estudiando psiquiatría los recuerdas y te dices... Entre estos rascacielos, estoy bien lejos de mi tierra, pero allá, tengo muchos amigos, ellos son de espanto, amigos que son chéveres, me aceptan como soy. De mí siempre murmurará la gente, nada puedo yo hacerle, soy muy inteligente...
Abraham recordaría el asunto en maracucho que el que pega primero pega dos veces, el General con el parche en el ojo, preguntó por las llaves, allá las tienen chico, ¿en la ciudad santa?, la del muro, las llaves de la Puerta del Edén, ¿las llaves del andén?, entonces fue cuando volaron los aviones, matarile a los árabes, arenas del Sinai, murallas de Jericó, pero no me digáis vos nada, porque yo conozco algunas situaciones...

En Irlanda del Norte la lucha religiosa se ha tornado violenta, con dinamita… ¿Con explosivos? Chico ya lo único masivo es la comunicación, o masivas son las cosas que ocurren en la China y en la India, donde si hay gente palacaraermuerto. Se avecinan tiempos difíciles para algunos países, la masa no estápabollos, ¿no te lo decía yo chico? ¿Pero qué nombre le pondremos? A propósito chico, salió ayer en Panorama que en Viet Nam se murió Ho Chi Min. ¡Vainación! ¿Cómo está la cosa del Viet Cong? Entre nosotros chico, aquí paquevosveáis, metimos un jonrón, vivimos un movimiento hermoso, le dicen, la renovación. ¡Iinación! ¿Sí o no, chico? La vaina renovadora fue la de las universidades pero en el país la onda es otra, ¿como la llaman?, la pacificación. ¡Vergación! Del monte regresaron cabizbajos los últimos muchachos. Adiós a las armas. En Chile, Allende asciende al poder por voto popular y en Jordania la guerra al pueblo palestino, comienza a exterminar. En nuestro suelo la paz es tal, que aunque sean los marxistas hijos del propio Averno, romper con la dialéctica, decide el mismísimo gobierno y renuevan las relaciones con la Unión de Repúblicas, ¿con el Soviet Socialista?, ¡con la propia Unión Soviética! Cesó ya el matarile, casi es final del juego… Calle ciega, dead end, ¿black out or back alley? Kaput.
Estamos percibiendo que las llaves las estaban abriendo, ¡y va a venir un chorro! Inmensa catarata de dinero que ahogará a la nación, va a servir para cambiar al fin la faz del país, que a todos les toque algo, aumentará el trabajo, pero, ¡qué ilusión! Pongámosle atención. Por vis a tergo, podemos ingresar en la gran rueda de la corrupción. Habitantes del incomparable país de jauja, estamos en el introito, la puerta al Paraíso, golden gate, altare Dei, de lo que las futuras generaciones conocerán populacheramente, forever seculorum, como “La Gran Venezuela.”
 Corrupción en el Ministerio de Obras Públicas, por la denuncia parece un hecho serio, no puede ser, se habrá de transformar en un  misterio. Luchan en el desierto palestinos e israelíes. Hay corrupción en Corpomercadeo, es un asunto cierto, corpus delicti, porcus dedicti, puerco el mercadeo. Un asunto muy feo, en las dunas del Golán yacen los muertos. Solezjnitzin escritor ruso expulsado de su suelo natal, se deleita en Nueva York, ante una sopa de goulash llena de sabor y él se pregunta, ¿acaso la quiere usted hermano?, los camaradas por aquí quieren saber si acaso es, ¿un goulash húngaro o es gulag siberiano? La cárcel de los vivos estaba en el archipiélago de Gulag, ahora, la cárcel no es para los vivos, aquí parece que el archipiélago es para los bolsas, los procesados, los indiciados, las meretrices y los pelagajo, los comenabo, los pendejones, los sin juzgar en el país se cuentan por montones. Son los sin juicio, no lo tuvieron, no lo tienen, ni lo obtienen, no lo logran, ni lo tendrán, porque son pobres, ¡no tienen cobres!, son del grupo fatídico, mayoritario, de los mochilas, maruzas, busacas, plenan, llenan sin palancas ni abogados, calabozos, celdas, jefaturas civiles, todos los confinados, están amenazados, ¡pueden ir al Dorado!, mas no serán juzgados, sólo cuando Dios quiera, o al consignar que tienen dinero en la cartera, entonces sí serán procesados, una tajada, la más grande la obtendrán los abogados, te escapas si tienes charreteras, de otra manera, sin billetera, caes en el grupo mencionado, ya son millares, en estos días la denuncia señala a algunos militares, los han cachado, no pasa nada, escandalosa negociación es destapada, el affair de la chatarra reciclada, ¡qué cosa!, aparece entre escombros de retorcidas vigas y de metal virutas, la hasta ha rato impoluta rectitud de las Fuerzas Armadas... Si vas a juicio por un queso, estás seguro de escucharle decir al juez, ¿cuánto hay pa eso?
En las Naciones Unidas, habló Jasser Arafat, voluntades reunidas para enfrentar el destino, reconocen los derechos del pueblo palestino, tantos años de paciencia, terminarán en una mediatizada independencia. Esto ocurre en la lejana Palestina, y acá cerca vienen y nos dicen que estamos independizados, nacionalizados, medio rebolsiclados, es así como algunos notan al país, mediatizado, cada día crece nuestra dependencia…