Estar
brillando, no es una metáfora ni una afirmación espiritual, sino una realidad
científica: todos los seres vivos, incluidos los humanos, emitimos un tenue
resplandor que se extingue con la muerte. Recientemente, científicos
canadienses han demostrado que todos los seres vivos emitimos ese tenue
resplandor, que en realidad se trata de un flujo de fotones de baja energía, imperceptible a simple vista,
pero que existe y, curiosamente, cesa por completo cuando la vida se extingue.
El físico Vahid Salari quien es Profesor Asistente Adjunto a la Facultad de Ciencias y el Department of Physics and Astronomy, con el científico Dan Oblak MSc Physics de Aarhus University(2004), y PhD en Quantum Optics de la Universidad de Copenhagen(2010) y ahora laborando como Profesor Asociado del Instituto for Quantum Science and Technology en el Quantum Cloud Lab Website de la Universidad de Calgary, en Canadá, han llevado a cabo un revolucionario experimento con cámaras digitales capaces de contar fotones por fotones mediante sensores EMCCD, con una eficiencia cuántica superior al 90 por ciento, según explica el nuevo estudio publicado en The Journal of Physical Chemistry Letters.
Estos investigadores de la
Universidad de Calgary y del Consejo Nacional de Investigación de Canadá, han
logrado captar el fenómeno en un extraordinario experimento con ratones y
plantas, demostrando de manera concluyente la existencia de la "emisión
ultradébil de fotones" (UPE, por sus siglas en inglés) y su
relación directa con la vida.
Este
resplandor, es sutil y según un estudio realizado en 2009, la luz que emite el
cuerpo humano es mil veces más débil que lo que pueden detectar nuestros ojos.
Curiosamente, nuestro rostro es la parte que más brilla, y la intensidad varía
según nuestros ritmos circadianos. En sus experimentos, los investigadores colocaron cuatro
ratones sin pelo en una caja oscura y tomaron imágenes de exposición de una
hora, antes y después de su muerte. Para asegurarse de que los
resultados fueran precisos, mantuvieron los cuerpos de los ratones a la misma
temperatura incluso después de la eutanasia, eliminando así el calor como
variable. Los
resultados fueron contundentes: la emisión de biofotones disminuyó significativamente después de la muerte en
todo el cuerpo de los ratones. Este descubrimiento confirmaría que el fenómeno
está directamente relacionado con los procesos vitales.
Los investigadores no se limitaron a los animales. También
estudiaron hojas de árbol paraguas (Heptapleurum arboricola) y el
berro (Arabidopsis thaliana) y observaron algo fascinante: cuando las
hojas sufrían lesiones, su brillo aumentaba como parte del mecanismo de
reparación. Incluso más sorprendente fue que la aplicación de ciertos
medicamentos, como el anestésico benzocaína, provocaba un incremento en la
emisión de biofotones. Según afirman los investigadores en su estudio, las
zonas lesionadas emitían más luz durante al menos 16 horas.
El fenómeno de los biofotones no es producto de fenómenos paranormales, sino de la propia bioquímica celular. Los investigadores explican que las mitocondrias –las "centrales energéticas" de nuestras células– liberan pequeñas cantidades de especies reactivas de oxígeno (ROS) como subproducto de su actividad metabólica. Estas ROS interactúan con moléculas como proteínas, lípidos y fluoróforos, cuyos estados de excitación emiten fotones. En términos simples, nuestro metabolismo produce estos fotones como subproducto de los procesos que nos mantienen vivos, emitiendo el equivalente a unos pocos fotones por segundo por centímetro cuadrado de tejido cutáneo, según precisa New Scientist.
Según explica Michal Cifra, de la
Academia de Ciencias Checa, quien no participó del estudio, el cese de este
brillo tras la muerte estaría principalmente relacionado con la interrupción
del flujo sanguíneo, ya que la sangre rica en oxígeno es uno de los principales
impulsores del metabolismo que produce los biofotones."No está relacionado con la vitalidad sistémica,
está relacionado con la vitalidad del tejido ópticamente accesible",
afirmó Cifra a New Scientist.
Más allá de entender este fenómeno,
esta tecnología podría tener aplicaciones revolucionarias en diversos campos. "La
tecnología podría usarse algún día para monitorear tejido vivo sin realizar
pruebas invasivas, o monitorear la salud de los bosques desde lejos por la
noche", explicó Oblak a New Scientist. "Lo
bueno de la emisión ultradébil de fotones es que es un proceso de monitoreo
completamente pasivo", agregó.
Lo más
asombroso es que esta emisión de biofotones parece ser universal en todos los
seres vivos. "El hecho de que la emisión ultradébil de fotones sea algo real es
innegable a estas alturas", afirma Oblak. "Esto realmente demuestra
que no es solo una imperfección o causada por otros procesos biológicos. Es
realmente algo que proviene de todos los seres vivos".
De momento, el
hallazgo confirma algo tan poético como tangible: literalmente, estamos hechos
para brillar. Así que la próxima vez que alguien te
diga que tienes un "brillo especial", puedes responder que,
efectivamente, todos lo tenemos. Solo que necesitarías una cámara
extremadamente sensible para verlo.
Las observaciones no se realizaron solo en animales, sino que
observaron hojas de árbol paraguas (Heptapleurum arboricola) y el berro
(Arabidopsis
thaliana). Durante el experimento, los científicos sometieron las
plantas a diversas lesiones, las que ocasionaron un aumento del brillo que
estas emitían. Asimismo, a las hojas lesionadas les fue aplicado el anestésico
benzocaína, el cual provocó un incremento en la emisión de biofotones durante
un lapso de al menos 16 horas, tras la aplicación del fármaco. Para Oblak, esta
emisión de fotones no constituye una mera casualidad, sino una realidad
completamente medible.
"El
hecho de que la emisión de fotones ultradébiles sea algo real es innegable en
este momento. Es algo que proviene de todos los seres vivos", dijo. Para los investigadores, la
obtención de imágenes UPE permite obtener imágenes no invasivas de la vitalidad
de los animales y de las respuestas de las plantas al estrés y esta "tecnología
podría usarse algún día para monitorear tejido vivo sin realizar pruebas
invasivas o monitorear la salud de los bosques desde lejos por la noche",
explicó Oblak a New Scientist.
Este proceso ya se había observado en roedores y fue detectado
por primera vez en un óvulo humano, lo cual trajo resultados sorprendentes.
Esta "luz de la vida" tiende a ser mayor cuando es un óvulo
saludable, capaz de desarrollarse en un embrión viable. Para el estudio, fue
necesario que los investigadores activaran la célula sexual, inyectando una
enzima de esperma que activa el calcio, aumenta el tamaño del óvulo y libera el
zinc que produce las chispas de luz. Este estudio es útil para los
procedimientos de fertilización in vitro, pues permite diferenciar la calidad
de los óvulos a implantar, comentó Teresa Woodruff, experta en biología ovárica
de la universidad estadounidense y autora del estudio. "Puedes ver cómo brilla
el zinc al momento de la fertilización, lo que nos permite saber inmediatamente
cuáles son los óvulos buenos para transferir", afirmó.
Maracaibo, lunes 23 de junio del año
2025
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