El microscopio,
fue un invento que llevó al pañero Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723), a hacer
ser el primero en ver microorganismos gracias a un primitivo instrumento a cuyo
desarrollo contribuyeron también Zacarías Janssen y Robert Hooke.
En 1595, Zacarías
Janssen (1583-1638) vivía en la ciudad de Middelburg,
en los Países Bajos, Janssen aparentemente había
nacido en la ciudad de La Haya según lo establece el acta de su primer
matrimonio con Catharina de Haene, el 23 de octubre de 1610.
Zacarias se formó
como fabricante de lentes desarrollando una gran habilidad en la fabricación
de lentes ópticos
de alta calidad que lo acreditarían por su invento. Él mismo declaró que había
nacido en La Haya Cuando el archivo de su matrimonio fue redescubierto en 1906,
se halló el siguiente párrafo: "Zacharías Jansen, licenciado por La
Haya", era oriundo de Middelburg”.
En 1612, Zacharías y Catharina tuvieron un hijo, al que llamaron Johannes
Zachariassen.
Zacarías había
montado un pequeño aparato –de apenas veinticinco centímetros– que contenía
unos lentes de vidrio en dos tubos de latón que se deslizaban el uno dentro del
otro. Un año después de la muerte de la primera esposa de Janssen en 1624, se
casó con Anna Couget de Amberes, que era la viuda de Willem Janssen (probablemente
un pariente de Janssen) y Zacarías se trasladó a Ámsterdam en
noviembre de 1626 con la profesión de fabricante y pulidor de lentes, pero
quebró en 1628.
De esta manera muy
rudimentaria Zacharías Janssen
fabricó el primer microscopio de la historia. Murió en Middelburg en 1632, a los 47 años, pero su legado en
la ciencia y en la tecnología es muy
grande ya que su invención del microscopio compuesto permitió la exploración de
un mundo invisible anteriormente desconocido, lo que llevó a importantes
avances en la comprensión de la biología y la medicina. El cráter
lunar Jansen lleva este nombre en su memoria.
Le correspondería
a Antonie van Leeuwenhoek quien había nacido en la población neerlandesa
de Delft seis años antes del fallecimiento de Janssen, cuando era ya adulto y se
dedicaba al comercio de paños pero tenía una innata curiosidad habría de
llamarlo a revolucionar la Historia de la Ciencia. En realidad, Antoine se
llamaba Thonis Philipszoon, y había nacido en una esquina de la entrada de
Delft, la llamada Puerta de León, por lo que era conocido como Van Leeuwenhoek,
que en holandés significa “desde la esquina del león”.
Antonie armonizaba a la perfección el comercio de telas con sus numerosas aficiones, entre las cuales destacaba especialmente una, tallar sus propias lentes a partir de vidrios comunes, una tarea que aprendió tras visitar con asiduidad las ópticas de su ciudad natal.
Gracias a estos conocimientos consiguió tallar una lupa de tres aumentos que le servía para ver las filas de los hilos de las telas que vendía en su tienda y mejorar la calidad de los tejidos. En esta época vivía en aquella ciudad el científico inglés Robert Hooke (1635-1703), quien compaginaba sus funciones de Pastor de la Nueva Iglesia de Delft con sus observaciones microscópicas y telescópicas.
Fue precisamente Robert
Hooke quien diseñó un microscopio –a partir de aparato fabricado por
Janssen– con el que pudo distinguir diferentes estados del desarrollo de las
hormigas, algunas estructuras anatómicas de las pulgas y esporangios del hongo
del género Mucor.
En 1665 Hooke publicó un libro titulado “Micrographia” con dibujos de las imágenes vistas por él a través del microscopio y en donde aparece, por vez primera, la palabra “célula”, un vocablo con el que se refería a unas celdillas que había visto en una laminilla de corcho.
Leeuwenhoek se
inspiró en los trabajos del científico inglés para tallar una lente de pequeño
tamaño –entre tres y cuatro milímetros de diámetro- con la que consiguió
aumentar las imágenes diez veces y logro ensamblar su lente en el agujero de la
parte superior de una platina metálica. Leeuwenhoek habría de ser la primera
persona que vio bacterias y el pañero se quedó maravillado al ver moverse
–quizás deberíamos decir retorcerse– a unos seres vivos pequeñitos en una
gota de agua de lluvia recogida en una tinaja. Tras enseñar sus
observaciones a su hija María bautizó su descubrimiento como “animálculos”.
Durante muchos
días sucesivamente se dedicó a dibujar sus observaciones con todo tipo de
detalles los ciliados, rotíferos, flagelados, euglenas y algas que
observaba a través de su microscopio y a continuación, y esto quizás fue lo más
importante, el comerciante holandés informó de sus hallazgos a la Royal
Society de Londres, la institución científica más importante de Europa en
aquellos momentos. Lo hizo con enorme prudencia y humildad, tal y como puede
desprenderse de la lectura de la carta que les remitió: « Si su señoría cree que estas observaciones pueden molestar o
escandalizar a los eruditos, le ruego encarecidamente a su señoría que las
considere privadas y que las publique o destruya como lo considere
oportuno ».
Del medio millar
de microscopios que Leeuwenhoek fabricó a lo largo de su vida desgraciadamente,
se conservan apenas, una decena. Son piezas de latón y plata con lentes de
entre sesenta y ocho y más de doscientos aumentos.
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