miércoles, 26 de junio de 2024

Las 678 monjas


Esta historia podemos comenzarla en una habitación subterránea con poca luz, donde y en filas existen muchos frascos de vidrio que se extienden hasta donde alcanza la vista; dentro de estos 700 envases hay cerebros humanos perfectamente conservados. Relatare aquí en el blog, evidencias que han sido han reportadas por Hannah Fry, de BBC Mundo, sobre el doctor y neuro-científico David Snowdon, quien durante años y con su equipo estudió a 678 monjas y ha conseguido con estos estudios, importantes revelaciones sobre el alzheimer.

“Las monjas tienden a llevar una vida sana, y por ello los efectos naturales del envejecimiento son más fáciles de medir”, explicaría el Dr Snowdon, relatándonos como año tras año, cada hermana iría llenando un cuestionario para ver cuál era su capacidad mental a lo largo del tiempo hasta que morían. Un caso singular fue el de la hermana Mary, que con 101 años tenía la actividad cerebral de alguien de 20.

Al morir, cuando estudiaron el cerebro de la hermana Mary, vieron que su tamaño estaba reducido, como ocurre en los casos de demencia, y la pregunta que se hicieron fue: ¿Por qué no mostró signos de estos cambios en vida? Para examinar su caso, revisaron ensayos escritos por ella y otras monjas en su juventud y vieron que las que escribían con una riqueza de ideas y complejidad gramatical mayor eran menos propensas a padecer Alzheimer décadas después.

Desde 1986, Snowdon había estado inmerso en uno de los más singulares y ambiciosos estudios jamás realizados. Lo había iniciado en la Universidad de Minnesota y cuando fue transferido a la Universidad de Kentucky en 1990, tenía ya una gran experiencia acumulada. Había viajado con su equipo por todo Estados Unidos, visitando conventos de la congregación las Hermanas Escolares de Nuestra Señora, persuadiendo a 678 monjas para que participasen. En el año 1991, todavía David Snowdon era joven e inexperto y el neurocientífico en esa época conoció a la hermana Mary, una monja muy inusual quien al igual que las otras, se vestía de pies a cabeza con un hábito tradicional en blanco y negro, pero quien era eternamente optimista, y rara vez ociosa.

En un convento realmente hay una población de control, que es de lo que se trata la ciencia. Tener controles. “Queremos controlarlo todo, queremos controlar lo incontrolable” diría David Snowdon, y así fue como para el ahora famoso “Estudio de las monjas”, cada hermana accedió a completar una serie de pruebas que repetirían año tras año hasta que murieran, con la esperanza de que revelarían secretos de la longevidad.

A las hermanas se les hizo algo que llamarían un “mini examen del estado mental'”, el cual una vez completado, cada monja obtenía una puntuación: cuanto mayor era la puntuación, más sana era su mente. La mayoría de las personas obtendría 30 de 30, aquí el asunto era ver cómo cambiaba esta puntuación con el paso del tiempo. Después de interrogar a cientos de mujeres durante muchos años, Snowdon tuvo un conjunto de datos muy importante. ¿Cuándo empezarían a fallarles los cerebros y con qué rapidez podrían decaer? Una de las observaciones más destacadas fue la relación entre el rendimiento cognitivo y la edad. La joya de esta corona es un notable gráfico que indica la edad, a lo largo de la parte inferior, y la capacidad cognitiva medida de 0 a 30 puntos en el costado.

Según la doctora Suzanne Tyas de la Universidad de Waterloo miembro del equipo de Snowdon, la idea de la reserva cognitiva es una teoría intrigante en el campo de la neurociencia. Este concepto sobre el envejecimiento cerebral ha cobrado relevancia a raíz de los hallazgos del estudio de las monjas. Se postula que los cerebros están conectados por un conjunto de neuronas protectoras que, si se ejercitan mediante el aprendizaje permanente, podrían mitigar el impacto del Alzheimer y enfermedades neurodegenerativas  como, la demencia avanzada de la hermana Mary.

El cerebro es la persona", explica la neurocientífica Julia Ravey. Cuando Snowdon hizo la petición frente a una gran congregación de monjas, hubo un gran silencio hasta que una voz resonó fuerte y clara. "Por supuesto, te daré mi cerebro". Cuando la hermana Mary murió su cerebro pesaba 870 gramos, uno de los cerebros de menor peso. Lo que un bajo peso cerebral nos indica -explica Ravey- es que ha habido mucha muerte de células cerebrales, y se encontraron placas y también ovillos". Snowdon y el equipo se sorprendieron de que el cerebro estuviera profundamente dañado, y las placas retorcidas y los ovillos de tejido proteico les indicaron que la hermana Mary tenía demencia avanzada.

La teoría para explicar todo este caso es la llamada reserva cognitiva. Los cerebros están conectados por un conjunto de “neuronas protectoras” que, si se ejercitan mediante el aprendizaje permanente, podrían compensar el daño causado por el Alzheimer. Esas neuronas, en cierto sentido, funcionan como parches alrededor de las placas dañinas y los ovillos neurofibrilares que caracterizan estas enfermedades. Pero si es cierto que algunos cerebros están físicamente conectados para protegerse contra los signos de deterioro cognitivo y otros no… ¿Podría ser posible determinar quién desarrollará demencia mucho antes de que aparezcan los síntomas?

La doctora Suzanne Tyas, profesora asociada en la Universidad de Waterloo, era una estudiante de posgrado cuando se unió al equipo de Snowdon y había descubierto en el sótano de un convento, dos archivadores oxidados de color verde oliva que contenían una mina de oro para la investigación. Existían escritos personales de todas las monjas a lo largo de los años y al comparar las puntuaciones más altas en estos primeros escritos con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, comenzó a surgir un patrón...

Una escribió, al describir a su familia: "Hay 10 hijos en mi familia, 6 son chicos, dos son chicas. Dos de los chicos están muertos". Otra empieza diciendo: 'El día más feliz de mi vida hasta ahora ha sido mi primera comunión'. Y termina con la frase: 'Ahora estoy vagando por Dove's Lane esperando solo tres semanas más para seguir las huellas de mi esposo, atada a él por los santos votos de pobreza, castidad y obediencia'". Hay una gran diferencia en la forma en que estas y las otras mujeres se expresaban en su juventud. Algunas describían vidas interiores complejas y ricas, mientras que otras eran planas e incoloras.

Las hermanas que habían escrito ensayos con alta densidad de ideas y complejidad gramatical parecían esquivar -inadvertidamente- los síntomas más tarde en la vida. Sus recuerdos y habilidades lingüísticas permanecieron intactos. Los ensayos escritos por estas hermanas cuando tenían alrededor de 20 años podrían usarse para predecir con una precisión del 85 al 90% qué cerebros desarrollarían la enfermedad de Alzheimer décadas después.

“La autobiografía de la juventud” podía tener un poder profético inimaginable, pero también planteaba el dilema del huevo y la gallina. Estas piezas únicas que analizan las habilidades del lenguaje escrito y las características de expresión, pueden ampliar la visión de saber qué les sucedió más de medio siglo después. "Lo que hemos encontrado en el estudio de las monjas es que esos cambios en el cerebro no siempre conducen a síntomas de la enfermedad de Alzheimer durante la vida y eso es enormemente esperanzador", dice Tyas.

El doctor David Snowdon se jubiló y sus 678 monjas ya murieron. Pero esos frascos de vidrio en el cuarto frío siguen allí. Y gracias a esa extraordinaria donación de las monjas, el estudio sigue vivo en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.

Maracaibo, miércoles 26 de junio del año 2024


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