lunes, 13 de abril de 2020

De vampiros, y de virus… (2)


De vampiros, y de virus… (2)

Años más tarde, se presentaría una nueva oportunidad y él haría otro intento por proseguir la investigación. Ahora se encontraba en el oriente del país, en el macizo guayanés. Él se hallaba de visita, invitado, en unas haciendas aquejadas de rabia paralítica. Regresaba a leer detalles que desconocía sobre el ganado y sobre los murciélagos frugívoros y de los vampiros hematófagos. Examinó cuidadosamente cuanto encontró sobre los vampiros y con Kumal y Sahib asignados como sus ayudantes, el médico aprovecharía la mañana del siguiente día para sacrificar un par de aquellos mamíferos alados y lidiar con la apertura del cráneo para demostrarles a sus jóvenes ayudantes cómo se lograba la extracción limpia del cerebro. Luego habrían de fijarlo con otros tejidos en formalina al 10%. 

Al atardecer, se acercaron rodando durante casi media hora por una carretera tortuosa y cruzando altos pastizales hasta el pie de una gran montaña. Es un tepuy bajo, le dijeron, mientras estaban llegando hasta una ladera rocosa y empinada para mostrarle las cuevas de donde salían los vampiros que diezmaban el ganado del ganadero Herr Klaus. Eran decenas de oquedades que sin duda se ramificaban en su interior. Los veterinarios que le acompañaban las denominaron, la residencia de los vampiros. Todos los días caen varias reses enfermas de rabia paralítica, le comentaron, entretanto le explicaban lo difícil o imposible que resultaría acabar con los miles de vampiros que vivían en aquellas cavernas. Si los vericuetos de la mole rocosa le impresionaron, el despliegue y la colocación de las mallas de niebla en aquel sombrío atardecer, fue para él un procedimiento que le trajo lejanos recuerdos y pensó en Natalia…

La tarea dirigida por sus amigos veterinarios con varios peones que les acompañaron en una camioneta, fue algo realmente impactante. Toda la maniobra consistía en extender sutiles mallas que realmente simulaban una neblina y que estarían siendo dispuestas para detener el paso de los vampiros a la salida o quizás al regreso de su morada. La operación terminó siendo realizada en la oscuridad de la noche y aunque había luna en cuarto creciente algunos nubarrones presagiando lluvia ocultaban su luz plateada, de modo que los hombres debieron auxiliarse con faros de mano para concluir su complicada tarea. Ya de vuelta a “La Estación No1”, le anunciaron, que saldrían muy temprano en la madrugada a recoger los frutos de su trabajo y esperaban contar con su compañía. 

Él durmió solo unas horas en un catre y pudo presenciar aquella ardua labor de desprender los vampiros de las mallas de niebla usando gruesos guantes protectores. Recordaba los tiempos de Yoleida en El Cachirí, y era que separar los búhos y otras aves de los murciélagos frugívoros y tratar de liberarlos, hasta quedarse solamente con los vampiros, no era fácil marcarlos con un anillo metálico fechado en una de sus patas y luego ser trasladados a jaulas. Todo aquel procedimiento resultó para él una labor titánica. Ya, a la luz del día, él pudo ver como se acumulaban los vampiros capturados en las jaulas que llenaban la parte trasera de una camioneta. Aquello fue algo que él nunca había visto con tanta precisión, ni podía habérselo imaginado jamás años atrás. 

Él insistió ante Herr Klaus que necesitaba un microscopio de fluorescencia y los reactivos conjugados con fluoresceína para detectar la presencia del virus rábico en el material que habría de ser examinado. Para su sorpresa y satisfacción, ya se había cubierto esa eventualidad, y existía un fotomicroscopio acondicionado para trabajar con luz fluorescente y poder realizar eficientemente el trabajo planteado. Un par de días más tarde, él pudo examinar una de las muestras de la preparación de cerebros machacados obtenidos de los vampiros capturados, que mostraba ser positiva con la inmunofluorescencia. El problema residía en que, no en todos los vampiros era detectable el virus de la rabia; tan solo algunos de los quirópteros al clavar sus dientes en las carnes del ganado Cebú, provocarían la enfermedad y las reses morirían por rabia paralítica. La idea de poder identificar los vampiros que poseían el virus, antes de sacrificarlos, él se lo plantearía a Herr Klaus. 

Pretendía construir unos galpones donde debería permanecer un becerro en compañía de un par de vampiros cohabitando en el mismo ambiente hasta esperar que el animal se enfermase. -Sería lo ideal- le dijo, y prosiguió: -Esos, los vampiros cohabitantes del galpón con el becerro que se enferme, serán los portadores sanos del virus rábico y serán los señalados para ser examinados. La propuesta fue aceptada por Klaus y en un par de meses estaban ya construidos los galpones para encerrar tres becerros por separado, y en cada uno con una pareja de vampiros seleccionados para convivir en un ambiente totalmente protegido por alambre gallinero. El proyecto se puso en marcha y desde ese momento a él le tocaría trabajar en un laboratorio en el sótano. Él tuvo que aceptar que su suerte era grande y que valía la pena el esfuerzo de haberse, prácticamente mudado, desde el otro extremo del país y contar con Kumal quien se había vuelto un experto en extraer el cerebro de los vampiros y con Sahib que hacía cortes con el microtomo que eran insuperables, de manera que con sus jóvenes ayudantes, las preparaciones histológicas y para la inmunofluorescencia se procesaban a diario con excelentes resultados. 

En el mes de noviembre, ya en cuatro vampiros habían detectado por fluorescencia al virus de la rabia en su estado natural; dos becerros habían perecido. Tenían material abundante y las conclusiones habían resultado por demás interesantes. Él como neuropatólogo, pudo describirle minuciosamente a Klaus todos sus hallazgos. Había estudiado el cerebro de los becerros y allí estaba patente la rabia con sus inclusiones características en las neuronas, pero la gran sorpresa sobre lo que la fluorescencia parecía señalar apuntaba a la grasa parda en la espalda y el lomo de los vampiros como el sitio donde se identificaba una mayor positividad inmunofluorescente sin que histológicamente fuese posible observar ninguna alteración en los tejidos examinados. Él, quien era neuropatólogo, tampoco observaba el fenómeno encefalítico en el cerebro de los vampiros y eso lo frustraba. Aquellos cambios tan bien estudiados a través del microscopio de luz en los cortes del cerebro de los bovinos, no los veía en los vampiros. No había ninguna señal inflamatoria…

Kumal aprendía entusiasmado todo cuanto su nuevo jefe se dedicó a enseñarle sobre la histología del sistema nervioso. Ambos ayudantes se esmeraron en estudiar para conocer la topografía del cerebro de los vampiros y ensayaron algunas coloraciones de plata con resultados sorprendentemente buenos. Tras mirarlas por el microscopio y recurrir a los libros y a varios atlas de neuroanatomía comparada, él regresaría a las preparaciones teñidas con hematoxilina y eosina, donde buscaría afanosamente en las neuronas de los cerebros de los vampiros los cuerpos de Negri característicos de la rabia, y hasta en la grasa parda, sin detectarlos. Procesaron el cerebro y la médula espinal de los bovinos infectados y allí si existían los hallazgos clásicos de la encefalitis rábica. 

Muestras de diversos tejidos de los vampiros que resultaron positivos a la fluorescencia presentaban histológicamente irregulares resultados. La necesidad de identificar los cuerpos de Negri lo llevó a convencerse de que debería usar la ultraestructura para detectar las partículas virales. Entonces le señaló a Herr Klaus la necesidad de usar aquel instrumento si de veras querían entender lo que sucedía con los virus de la rabia. Añorando los tiempos cuando utilizaba un microscopio electrónico, insistió en que aquel sería el paso necesario para seguir adelante y Klaus quien se iba de viaje, le prometió que a su regreso hablaría con las autoridades de la Universidad de Oriente y conseguirían acceso a un microscopio electrónico que sabía existía en Ciudad Bolívar…

Bien señores, hasta aquí, ya está bueno de virus y de vampiros. “Hasta en la sopa” podrían decir, ahora precisamente cuando la sopa de estos mamíferos voladores se ha involucrado en la pandemia que padecemos provocada precisamente por un virus de vampiro afectando a los humanos. Pero quiero explicarles brevemente, que todo lo anterior es solo un cuento, en el sentido de que por demás, está ya, hasta publicado, al menos la mitad de la historia. Sí, esa de las ahora codiciadas minas del Guasare y del río Socuy, se puede leer en mi novela “La Peste Loca” (Maracaibo, 1998)… La continuación de los experimentos, la parte “guayanesa” que guarda muchos visos de realidad, está en otra novela. aún inédita. De manera que solo me queda darles las gracias por haberme leído en este ejemplo de literatura, sobre un real proyecto de investigación no concluido, al cual le dediqué unos cuantos años de mi vida.
Fin de “De vampiros y virus” (1 y 2)  

Maracaibo, lunes 13 de abril, 2020

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