Todas las personas vivas han sido
macho y hembra a la vez durante seis semanas. Aunque nuestro sexo se decide en
el momento en el que el espermatozoide fecunda el óvulo, no es hasta mes y medio después que se enciende la programación biológica para
desarrollar testículos u ovarios.
Noticias
recientes informan que un factor externo ha convertido a un mamífero macho en
hembra… Esto es inusual. Un mamífero macho que se
convierte en hembra por factores externos, así se diga que estos factores
derivan de la madre, contradice lo que hasta ahora sabíamos que solo la genética define los
rasgos biológicos sexuales… Sucede que un experimento en ratones ha descubierto
que “la falta de hierro en la madre” puede alterar la determinación del
sexo de sus crías…
Desde siempre, los libros de texto
han enseñado que este proceso está dictado al 100% por la genética: los machos
tienen un cromosoma femenino y otro masculino, XY, y las hembras, dos
femeninos, XX. Pero recientemente se publican los resultados de un audaz
experimento con ratones que demuestra que los niveles de hierro muy bajos en la
madre son capaces de transformar a los machos en hembras, sin importar su
genética.
“Hasta donde sabemos, esta es la primera
demostración de que un factor ambiental puede influir en la determinación del
sexo de un mamífero”, explica a este diario Makoto
Tachibana, biólogo de la Universidad de Osaka, en Japón, líder de la investigación, quien dice: “La
implicación más importante de este hallazgo es que las condiciones
ambientales y metabólicas influyen en decisiones fundamentales del desarrollo
que hasta ahora se pensaban estrictamente determinadas por la genética”.
Hace casi cuatro décadas, el estudio
de personas nacidas con ovarios a pesar de ser genéticamente masculinos (XY), y viceversa -un trastorno genético
que es poco frecuente-, permitió descubrir el
gen Sry. Este fragmento genético dentro del cromosoma masculino
Y es el principal responsable de la
diferenciación sexual en mamíferos. Si el gen está presente, las gónadas
empiezan a formar testículos a las seis semanas de desarrollo, y si no, se
transforman indefectiblemente en ovarios.
El estudio de Makoto Tachibana, detalla cómo un factor externo acaba influyendo en la genética del feto. El hierro extremadamente bajo afecta a la enzima KDM3A, lo que modifica un cambio
químico que apaga el gen de producción de
testículos Sry justo en el momento de la determinación del
sexo. El resultado son ratones
genéticamente machos con dos ovarios que vivieron hasta las ocho semanas
aparentemente sanos, aunque no se ha estudiado si podrían tener hijos -en
humanos, la reversión sexual suele producir infertilidad-. “En este punto no sabemos si un
proceso similar podría suceder en humanos”, reconoce Tachibana. Sería
difícil encontrar valores de hierro tan bajos en la naturaleza, argumenta. En
cualquier caso, “es una pregunta muy importante que merece ser investigada”,
opina.
La falta de hierro en el organismo, puede provocar anemia como un factor de riesgo para la salud de la madre y para la del bebé. La deficiencia de hierro no suele ser grave y se puede corregir por sí sola o comiendo alimentos ricos en este metal. En los casos más graves, sin embargo, hay que tratarlo, pues puede aumentar el riesgo de aborto, mortalidad perinatal y propensión a infecciones del bebé.
El catedrático de genética de la
Universidad de Granada Francisco
Javier Barrionuevo, quien no ha
participado en el estudio, destaca su importancia. “Descubrir que algo tan mundano
como la concentración de hierro pueda hacer que un embrión de mamífero se
desarrolle como hembra es espectacular”, explica. Su equipo investiga
varios componentes biológicos capaces de interferir en este proceso, incluido
uno que descubrieron recientemente: diminutas
secuencias de ARN sin una función aparente y que, sin embargo, son capaces de
provocar una reversión
sexual completa. En esta ocasión,
advierte el biólogo, se trata de algo más sorprendente, pues es un elemento externo no ligado al código
genético. Barrionuevo retoma la incógnita que comentaba su colega japonés. “Nunca
se ha descrito algo así en humanos, según explica el propio estudio, pero creo
que en casos de desnutrición extrema podría haber sucedido y, simplemente, no
se haya detectado”, añade.
Las biólogas celulares Shannon Dupont
y Blanche Capel, de
la Universidad
de Duke, en Estados Unidos, celebran esta “serie de experimentos
impresionantes”. Este estudio “prueba que cambios en el metabolismo en el controlado
entorno del útero femenino pueden interferir en la determinación del sexo y el
desarrollo de testículos”, escriben
en un artículo de opinión publicado junto al estudio. Las investigadoras
recuerdan que la falta de hierro es un
factor conocido que puede afectar la salud de la madre y del bebé, en el que puede tener efectos en su desarrollo
neurológico. Siguiendo esa línea de pensamiento, se preguntan: ¿qué
otros efectos más sutiles puede tener la deficiencia de este compuesto? Estos
hechos “abren la posibilidad de que la alimentación de la madre pueda afectar”
tanto a la formación de testículos como a otros rasgos de “masculinidad”.
En Maracaibo, el
miércoles 2 de julio del año 2025
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