Como el viento del desierto es más veloz que las caravanas, llegó a oídos del rey Negrilisar la noticia de los preparativos para su partida y conoció del carácter violento y de la fuerza del hijo de Asunthemoth y de la fiereza de sus rudos bereberes del desierto, los mejores hombres del jeque Ishorhaíb. Las precauciones fueron tomadas y antes de entrar en Babilonia, tomados por asalto, los beduinos y sus caballos fueron rodeados, Azurlasar fue hecho preso sin tiempo para defenderse, encadenado, alejado de sus hombres, encerrado en una jaula, marchó a la lejana Libia, con un contingente de setecientos prisioneros persas, deportados del reino por delitos comunes. La protesta formal del viejo jeque Ishorahíb fue acallada por cincomil guerreros quienes arrasaron toda la comarca y vecindades de Sipar y el fértil oasis quedó desbastado por los crueles asirios, ahora sirviendo como fuerzas de choque del ejército babilónico al mando del rey Negrilisar. Las arenas del desierto de Duma vieron morir al jeque y a toda su familia y durante semanas cientos de cuervos descendieron en espiraladas volutas a beneficiarse con la estela de muerte dejada por los efectivos comandos del rey de Babilonia.
Zamboshi Marduck… El año 555 a.c., en los oscuros calabozos de la más impenetrable prisión de Babilonia, agoniza Asunthemoth. A su lado, gracias a las influencias que aún ejercen los sacerdotes, le asiste lloroso su hijo, Nabonido. Alrededor de ellos, los ancianos religiosos mascullan maldiciones contra el cruel rey Negrilisar. Y hete aquí que los dioses quisieron, en ese mismo momento, que repentinamente el rey se llevase las manos al pecho y con los ojos desorbitados por el miedo emitiera un aullido de dolor y se fuese tornando de un azul violáceo hasta cesar de respirar, así también, empero mansamente, su viejo amigo, el sumo sacerdote, forjador como él de conjuras, falleció en la prisión.
Así, Zamboshi-Marduck el hijo menor del extinto soberano, se hizo cargo del trono de Babilonia. Hombre pacífico, padre de un hermoso hijo varón de dos años de edad, Zamboshi-Marduck pretendió reparar algunas de las tropelías ejecutadas por su padre, acariciando la ilusión de presevar para su pequeño Raba-Kadur las riendas del imperio babilónico. Mas hete aquí que los sacerdotes estaban cansados de esperar por verdaderas cuotas de poder, estaban convencidos de que la degradación de las costumbres había minado la fe de todos los ciudadanos del imperio y se sentían los únicos capaces de hacer de Babilonia la ciudad de otrora, la de los tiempos del gran Nabucodonosor. En la seguridad de que era necesario cambiar el rumbo del gobierno los hombres religiosos comenzaron a preparar la caída del nuevo soberano.
Se corrió la especie de que un castigo ejemplar recaería sobre las cabezas de la familia del cruel Negrilisar y se dijo que las represalias de las deidades podían alcanzar a todos los habitantes de la ciudad entre los ríos. La indolencia de los gobernadores, la irregularidad en la recaudación de los tributos, el olvido de las leyes del código, la relajación de las costumbres llegando hasta el irrespeto por las divinas deidades, la nula participación de los hombres religiosos en la vida de la corte y en la planifiación de los destinos del pueblo, eran todas evidencias de la podredumbre que corroía el imperio hasta sus raíces, hasta hacer que temblase el sistema y que el reino amenazara con desmoronarse sin remedio. Solo un nuevo aliento de religiosa devoción hacia el gran Marduck podría salvarlos…
Así fue como ese mismo año, los sacerdotes instigaron al pueblo contra el nuevo rey, y en el aire comenzó a olisquearse la tragedia. El rey Zamboshi-Marduck trató de detener la conjura, pero ya todo estaba decidido, las ruedas giraban una sobre la otra, al finalizar el año, se produjo una manifestación de los obreros que laboraban en las hornos de las alfarerías babilónicas fabricando los ladrillos para la construcción, pronto el conflicto degeneró en un motín callejero y allí mismo, en los terrenos de los gigantescos hornos que producían la materia prima para elevar hacia el cielo las murallas de la ciudad y las paredes de los templos, se produjo el pillaje, la violencia y el incendio que irrumpió como el agua del Eufrates por las calles de la gran ciudad hasta el palacio. Incapaz de controlar la situación, el soberano convocó a los sacerdotes, más hete aquí que varios guerreros quienes llegaron con ellos, a cuchilladas, le dieron muerte al rey y lo mismo hicieron con su pequeño hijo.
Ambos cadáveres, ensangrentados, fueron mostrados ante el populacho enardecido, y el pueblo ante las explicaciones de los doctos hombres de Marduck, fue calmándose y aceptó el sacrificio para que la paz regresase a Babilonia y un nuevo orden comenzara a funcionar bajo el amparo de la ley, el orden y el manto protector de los dioses.
F I N
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Como un corolario de la historia mesopotámica titulada “HERMANOS” los torturaré con este segmento a través de una conversación entre dos hermanos, de nombres Gonzalo y Rodrigo… Aunque a ratos se verán transmutados en Azurlazar y Nabonido…
-Creo Rodrigo, que es necesario puntualizar varias cosas sobre el final de la historia que me has venido contando... Quisiera comentarte algo, sobre lo que a mí me parece es el eje central de tu relato. Pienso que el hecho principal, en todo lo que me has estado diciendo, es la cautividad de Babilonia y la importancia que esta etapa tuvo para el pueblo judío y desde luego, para los personajes de tu historia. Es un hecho de todos conocido que fue el rey persa Ciro, quien conquistó a Babilonia el año 539 antes de Cristo. El liberó a los judíos. También sabemos que Ciro, no necesitó esforzarse mucho para asaltar y tomar la ciudad amurallada frente al Eufrates, ya que los mismos sacerdotes de Babilonia, quienes habían puesto a Nabonido al frente del reino después de la trágica muerte de Zamboshi Marduck, se encargaron de conspirar contra Baltazar, el hijo de Nabonido, y ellos mismos, desde adentro, le abrieron las puertas de la ciudad al rey persa quien acabaría para siempre jamás con el imperio babilónico. Como ves, una historia como las actuales, de pasiones humanas, de política, y por ende, de traiciones. Todo lo que me has relatado abarca esa terrible época de más de cincuenta años, la cual para los judíos fue de singular importancia. Esos años de cautiverio, desde que Nabucodonosor los sacó de sus tierras y los alejó del templo de Salomón, fraguaron el carácter de esa gente. Te digo esto porque tú me has descrito las vivencias de algunos personajes babilónicos, pero casi nada me has dicho sobre las que pasaron los judíos cautivos. Hay una expresión que afirma que el ruiseñor ciego canta mejor, por eso tal vez, en medio de las tribulaciones, en ese sentirse extranjero y cautivo en una ciudad corrompida y viciosa, urbe de decadencia espiritual y de placeres, de curiosas deidades como Ishtar y Marduck que seguramente no lograban satisfacer las expectativas de quienes trataban de elevarse sobre los subhumanos, en aquella Babilonia, los judíos se consolidarían, probablemente comprendieron que no estaban solos y que Yavé podía estar con ellos a pesar de la distancia que los separaba de sus tierras y de su templo destruido. Entonces, ellos buscaron a su Dios y lo hallaron en la oscuridad de sus casas, en las familias reunidas alrededor de los ancianos quienes leían las crónicas y el Talmud, repitiendo los hechos que conformaban la tradición, ellos los patriarcas quienes, como ciegos ruiseñores, cantaban himnos de esperanza.
CONTINUARA y FINALIZARA MAÑANA…
Maracaibo, lunes 20 de febrero del año 2023
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