sábado, 31 de diciembre de 2022
Inteligencia artificial (IA)…
viernes, 30 de diciembre de 2022
Niñez y juventud de Edgar Allan Poe
jueves, 29 de diciembre de 2022
La Rochela venezolana
miércoles, 28 de diciembre de 2022
La raíz del mal…
martes, 27 de diciembre de 2022
Eduardos…
lunes, 26 de diciembre de 2022
Conspiraciones
domingo, 25 de diciembre de 2022
“Acuerdos”
sábado, 24 de diciembre de 2022
Navidad del 2022
viernes, 23 de diciembre de 2022
El burrito sabanero
jueves, 22 de diciembre de 2022
El pobre mundo de la salud
El
5 de junio del año 2015, el Dr Rolando Hernández Pérez, publicó
en “Piel Latinoamericana” (372), un
trabajo titulado “Este insólito mundo de
la salud”. Allí, él decía que Albert Camus en su libro “La peste”, describió lo que sucedió en
la ciudad de Orán en Argelia, 75 años atrás, cuando “un día el Dr. Riex se tropezó con una rata muerta al salir de su
habitación y sorprendido se dio cuenta de ese hecho que no dejaba de ser
extraño y curioso” …
El
Dr Hernández Pérez trajo el tema a propósito de su preocupante posición sobre
las condiciones “actuales” (para el año 2015) de la salud en Venezuela. Se preguntaba
entonces: “¿Será que buena parte de los
hombres y de los pueblos necesitan, en palabras de Homero, la presencia del mal
para darse cuenta de su existencia? … Hasta qué punto algunas
ideologías pueden transgredir la elemental racionalidad…
La peste de Camus, se daba en una sociedad apetecible de riquezas materiales como aquella de Orán -la ciudad argelina escenario de la novela-, y le peste afectó a una sociedad ávida de logros capitalistas… Regresaba a cuestionarse el colega escritor… “¿Acaso nuestra tal condición de país socialista nos ha inmunizado para fagocitar los efectos de esta peste en buena parte precipitada por este mismo sistema? ¿Qué se puede vislumbrar en una década y en un país -en materia de seguridad social y específicamente en el campo de la salud- con una generación de relevo profesionalmente deficitaria y amordazada por sujeciones ideológicas? Repitió entonces el doctor Rolando Hernández Pérez una frase que nos trae a esta revisión siete años después y tras 23 años de padecer en este siglo XXI… Estamos obligado a aprender de los errores…
“Cada defecto es un tesoro” fue el título de un artículo que publique en El
Nacional el lunes 1 de abril del año 1991,
donde decía que: “El error es un
parte substancial en el ejercicio de la Medicina; sin embargo, lo que la gente
espera de los médicos y de sus métodos científicos no es precisamente el error.
Por el contrario, se mencionan la perfección, la precisión, la búsqueda de la
infalibilidad y un desprendimiento tal que debería situar a los médicos muy
lejos de la materia vil. La verdad es que los médicos, como seres humanos, debemos
no-solo admitir los defectos y aceptar los errores, debemos entender que
nuestra integridad profesional se basa en gran parte en la capacidad que
desarrollemos para escudriñar las fallas, corregir las situaciones anímalas y
estar dispuestos a aceptar las críticas cuando estas conducen a mejorar el
ejercicio profesional”...
Continuaba
diciendo que: “El no entenderlo así es
no querer ser sinceros con nosotros mismos. Para mejorar la capacidad de curar,
los médicos estamos cada vez más obligados a conocer mejor las enfermedades y
los enfermos. Existe un mecanismo idóneo para que el médico pueda examinar su
juicio crítico, su pericia clínica y la efectividad de sus tratamientos; es
ideal para la autoevaluación e indispensable para decirnos la verdad sobre la morbimortalidad
en los hospitales del país, me estoy refiriendo a la sencilla práctica de la autopsia”. En julio del año
2020 volví a publicar, esta vez en este blog (lapesteloca), y completo, (https://bit.ly/3VaaNr3) la publicación de 1991 en El
Nacional.
Finalmente,
decía que en Norteamérica había una teoría denominada: “del Mejoramiento Continuo”
basada en premisas como esta: “cada defecto es un tesoro”. Esta
proposición era tan solo una copia las claves del “éxito competitivo” puesta
en práctica por los japoneses con óptimos resultados y conocidas entre ellos
como “haizen”,
las cuales se apoyan en la búsqueda y la detección de las imperfecciones de los
sistemas para poder lograr la oportunidad de mejorarlos. Decía entonces que: “Estos planteamientos que intentan una optimización
de los recursos, aplicados en los países desarrollados, deben servirnos de
ejemplo en nuestras depauperadas latitudes”.
En 1991 preguntaba
en el periódico de mayor circulación en este país… ¿Por qué no organizar y darle apoyo a los Servicios
de Anatomía Patológica de los hospitales del país? ¿Por qué no convocar a estos
especialistas para que nos revelen los diagnósticos reales de nuestras
enfermedades? ¿No convendría acaso ofrecerle apoyo a un esfuerzo por lograr un
eficiente control de calidad en el ejercicio de la Medicina? Esta proposición
puede parecer aterradora. ¡Control de calidad visualizando nuestros
propios defectos!” . . .
“Entonces, seguramente nos deprimiremos, pero sí, ciertamente, si
queremos controlar la calidad de nuestro trabajo como médicos y salir del
marasmo de la incertidumbre, solo nos queda la vía de sincerarnos y atesorar
nuestros defectos para poder corregirlos y avanzar para lograr así un
mejoramiento continuo del ejercicio de la Medicina.”.
Pensé
que ya casi cumplido otro cuarto de siglo, estas reflexiones tendrían algo de
importancia en el país actual para mis amables lectores.
Maracaibo, ya cerca de la Navidad el día jueves 22 de diciembre de 2022