martes, 13 de julio de 2021

¡Para no olvidar!

 

¡Para no olvidar!

Que fueron más de 120, los barcos canarios que cruzaron el Atlántico entre 1948 y 1952 en la búsqueda de una vida más próspera y serían los supervivientes de aquel gran escape, quienes  relatarían durante años aquel viaje lleno de penurias, sin agua ni comida y a merced de los temporales del Atlántico, convencidos de que para llegar  a su destino, debían bordear la costa africana hasta Cabo Verde para luego internarse en el océano lanzados a cruzar el mar de los sargazos para buscar la tierra prometida, hasta pisar el suelo venezolano para hacer realidad el sueño de una mejor vida.

No hay que olvidar que es exactamente la misma historia que hoy viven muchos venezolanos que escapan hacia Europa y otras naciones americanas, de un país donde pasan hambre y necesidades, pero es lo mismo contado al revés... No hay que olvidar la importancia de lo que fue para aquellos españoles de hablar diferente, con un dejo caribeño en su entonación, quienes buscando alimentarse más allá del gofio y las patatas con sal hallarían en Venezuela una nueva vida que les  llevaría a denominarla cariñosamente, “la octava isla”.

No hay que olvidar aquella aventura de tantos bravos y valientes canarios que emprenderían aquel viaje, consciente de los riesgos; quizás hasta más de un mes de viaje y para muchos costaba unas 5.000 pesetas que para la época, eran una fortuna, y ellos sabían que pasarían trabajo, que corrían el peligro de naufragar, que al llegar a tierra firme probablemente serían detenidos por la policía venezolana. Pero el riesgo valía la pena. De esto hace ya más de 60 años, y los que arribaban a tierra, pisaban mayormente el suelo de La Guaira, o de Carúpano, aunque también llegaron a Margarita y a Trinidad…

 

La dictadura de Franco en España atravesaba su peor momento y en Canarias no había trabajo, ni mucho menos dinero. Muchas familias vivían del autocultivo y estaban pasando hambre. Ajena a esa realidad de profunda depresión y miseria, Venezuela era entonces un país en el que la prosperidad estaba garantizada. Lo decían los primos, lo repetían los vecinos por noticias de familiares y conocidos en las siete islas canarias. Sabían que bastaría un mes de trabajo, para recuperar las 5.000 pesetas. El bolívar entonces tenía una cotización casi paritaria con el dólar estadounidense y el país, Venezuela, no era otra cosa más que la tierra prometida.

 

No hay que olvidar como fue que los marineros y pescadores de las islas canarias comenzaron a organizar aquellos viajes transoceánicos a bordo de motoveleros con hasta 200 personas que se embarcaban con comida y con el agua calculada para 30 días. Casi todos llevaban tan sólo una pequeña maleta. Después de más de un mes de travesía, durante la cual muchos de ellos llegaron a afrontar peligrosos temporales, llegaban a Venezuela, la tierra de la que todos hablaban en Canarias, el país desde donde los emigrados enviaban grandes cantidades de dinero a sus familias.

 

 El Gobierno venezolano entendió las ventajas de la mano de obra española, dispuesta a trabajar en los campos y por ello, a partir de 1952, firmó un convenio con el Gobierno del dictador Francisco Franco para permitir la inmigración legal Pero hasta esa fecha, la clandestinidad era el único camino para alcanzar tierra venezolana, por lo que los españoles no pueden ni deberían olvidar que fueron más de 120 los barcos detenidos ya en tierra, mientras en Canarias se calcula que, por más de 12.000 canarios llegaron sin papeles a Venezuela. “Venían por los pueblos, e iban diciendo: “pasaje a Venezuela por 5.000 pesetas; allá consigues trabajo fácil y ya empiezas a mandar dinero rápido”.

 

La prensa de aquellos días mostraba las noticias en portada, “5 mil pesetas por venir a Venezuela pagaron 112 españoles a una organización fantasma”, publicaba El Nacional el 10 de enero de 1950 y “Con la libertad por brújula, popa a Franco y rumbo a Venezuela”, titulaba el mismo diario el 8 de septiembre de 1948. A la vuelta, lograron construir una admiración colectiva en las Islas Canarias y si alguno regresaba tenía que recorrer todas las casas para contar la aventura.

 

Eran los días en que Venezuela fue bautizada como “la octava isla”. No hay que olvidar que muchos otros canarios decidieron afincarse en Venezuela, formar sus familias y en sus nuevas vidas, ellos fueron conquistados por aquella tierra moderna, en pleno desarrollo, y llena de gente amable. Era un país diferente, tanto que, 70 años después, ya pocos reconocen. Ahora saqueado y destruido, es observado con risueña curiosidad por muchos españoles y canarios, quienes pareciera que no sabían, la olvidaron, o prefieren no recordar la historia. Ahora facilitan el asentamiento de millonarios, personajes de todos conocidos, enriquecidos hasta lograr la destrucción del aparato productivo de su propia tierra y acabar con la industria petrolera de un país que ya no existe.

 

Como no faltará quien reaccione considerando que quizás que ofendo a “la madre patria”, le recuerdo que me estoy refiriendo a los desmemoriados personajes que le han venido dando apoyo al narcorégimen venezolano como si fuese legal; tipos como Zapatero, Borrel, o el recién evacuado del gobierno SrÁbalos quien protagonizó el affair de las cargadas maletas de -la Delcy-, ambos personajes del mismísimo gobierno que se jacta de apoyar la dictadura cubana y esconde los manejos de la aerolínea Plus-Ultra bajo la alfombra de la corrupción. Españoles y canarios: no hay que olvidar 

 

Maracaibo, martes 13 de julio del año 2021

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