viernes, 9 de julio de 2021

El pi yi eich.

El pi yi eich.

Esta es una historia que precisa de un prolegómeno con un par de párrafos para que el lector pueda ubicarse in situ, pues el título se refiere a: como suenan en inglés las siglas de un vetusto hospital de la ciudad de Filadelfia -(PGH)- donde durante un año, entre 1965 y 1966 cumpliría mi entrenamiento como residente de segundo año en patología. El PGH fue fundado en 1729 y era el hospital donde trabajarían William Osler y Florence Nigthingale. El PGH llegó a ser uno de los centros en EUA con un importante Servicio de Patología y de los hospitales más adelantados en diagnóstico y radioterapia del cáncer para su tiempo. El hospital cesaría sus actividades en 1977.

Regreso pues al inicio de esta vieja historia, en Julio de 1963 cuando tras graduarme de médico-cirujano en Universidad del Zulia (LUZ) estuve trabajando en el Servicio de Patología del hospital Universitario de Maracaibo bajo la tutela del doctor Franz Wenger. En enero del año 64 había aprendido bastante, con unas 60 autopsias realizadas sin percibir sueldo, el propio doctor Wenger me consiguió una beca de un Club Rotario para trasladarme a una ciudad de Norteamérica cubierta por varios metros de nieve y con temperaturas de unos 20ºC bajo cero, lo que para un maracucho aquel era un cambio medioambiental desproporcionado. 

La beca era por 9 meses (curioso límite, como el de un embarazo…) y la ofrecía el Distrito 625 del Rotary Club de Wisconsin. Fue  así como volando, arribaría a Madison en marzo del año 1964 para trabajar en el Departamento de Patología de la Universidad de Wisconsin dirigido por el profesor Murray Angevaine, director de la revista Archives of Pathology. Aceptado para iniciarme autopsiando, y trabajando en un proyecto de investigación sobre patología pulmonar experimental, estuve además haciendo microscopía electrónica durante más de un año... 

Presentaría el examen del Educational Council for Foreign Medical Graduates (ECFMG) unos meses después de comenzar en Madison. Si lo aprobaba podría trabajar y ser contratado a manera de continuar mi entrenamiento como residente de patología en Wisconsin, pero los resultados no los sabría hasta el mes de junio de ese año 65 y le comenté mi inseguridad sobre el resultado a amigo y compañero de promoción Alfonso Ávila Mayor, quien estaba becado por LUZ y desde el año 1963 era residente de postgrado en el Philadelphia General Hospital (PGH); él me convenció, de la importancia de mudarme a Filadelfia, donde trabajaría en un hospital que hacía ¡dos mil autopsias al año!, y además podría tomar un curso de Ciencias Básicas en la Escuela de Medicina para Graduados de la Universidad de Pennsylvania. 


Me enteré que había aprobado el ECFMG y de que tenía mi puesto listo en el Departamento de Patología en Madison, pero sentí, que debería irme al PGH, pues personalmente, me había comprometido con el profesor William E. Ehrich, (https://bit.ly/3hMf6We) jefe del Servicio de Patología en Filadelfia. Además allí estaba Alfonso mi amigo, compañero de estudios y colega. Así fue como en el verano del año 1965, con la intención de continuar mi entrenamiento como residente de postgrado en Anatomía Patológica decidí viajar manejando mi auto desde Madison-Wisconsin hasta Filadelfia la ciudad capital de Pennsylvania. Vivíamos además la irresponsablemente feliz etapa de quien llegó a Wisconsin recién casado y se marchaba a Filadelfia con su primer pequeño hijo y con su esposa nuevamente embarazada...

Aprendí muchísimo con mi profesor el doctor William E. Ehrich, a quien vi supervisar casi la totalidad de las 2000 autopsias médicas del PHG entre 1965 y 1966. Él personalmente me controló microscópicamente cada tejido de los centenares de autopsias que me tocó realizar durante mi entrenamiento como residente en el PGH. No teníamos microscopio de dos cabezales y mis preguntas sobre cada caso de autopsia eran respondidas por el doctor Ehrich con precisión y era ampliada por sus detallados conceptos mientras una a una revisaba cada lámina. Todas sus palabras encerraban una enseñanza inolvidable.

El Dr William Ehrich me enseñó a reconocer los mastocitos en los intersticios fibrosos de los corazones con cardiopatía isquémica mientras respondía a todas mis preguntas sobre el cada vez más sorprendente mundo de la histopatología, él hablaba de las coloraciones especiales con las que detectaba mucopolisacáridos ácidos en las paredes vasculares sugiriendo la presencia de anticuerpos. En aquellos años se no se sabía mucho sobre la inmunopatología y mi profesor vislumbraba ideas sobre la génesis de las enfermedades colágeno-vasculares. Aprendimos lo que era la púrpura trombótica tromocitopénica y la coagulación intravascular diseminada, cuando no existían nociones sobre su patogenia. La presencia de evidencias detectables en las paredes vasculares, señalaban rutas a seguir sobre la naciente inmunopatología que abrirían mi mente para decidirme a dedicar mi vida a la investigación en patología.


 

En febrero del 1966 nació felizmente mi segundo hijo, Juan Pablo, y en aquella temporada conocería personajes interesantes como el doctor Valdés-Dapena, un patólogo cubano casado con Marie Valdes-Dapena una famosa patóloga considerada fundadora de la patología pediátrica en los Estados Unidos. También vería en el cine el filme de David Lean El doctor Zhivago, sobre el libro de Pasternack… En fin, eran muchas cosas y éramos también unos cuantos amigos los maracuchos egresados de LUZ en Filadelfia y todos confluían a visitarnos en el PGH donde mi amigo Alfonso y yo, éramos residentes compartiendo con jóvenes médicos de Tailandia, Alemania, la India, Japón y China en un gran salón donde alineados todos ante sus  microscopios entre libros y lamineros esperábamos la llamada del profesor Ehrich para bajar a la sala de autopsias.

En la madrugada de ayer, estaba recordando la sala de autopsias del PGH donde existían nueve mesones de concreto adecuados para trabajar en ellos y era frecuente que en la mañana, “los residentes” viéramos llegar a Raymond, el moreno mozo de morgue, avisándole a Alfonso: “Doctor Avíila”-así con acento en la i-“There are four bodies waiting for you downstairs”. Cuando el trabajo allá abajo estaba concluido-muchas veces 3 o 4 casos resueltos por los residentes- el doctor Ehrich aparecía de pie, y nos conminaba a descender al sitio para la minuciosa revisión de cada caso.  Recuerdo que a mi profesor le regalé un cuadro al óleo de él ante los residentes cumpliendo con esta delicada misión en la sala de autopsias.

En el mes de julio de 1966, regresé a la Universidad de Wiscosin a terminar mi entrenamiento, para hacer investigación en patología experimental pulmonar con Enrique Valdivia y neuropatología con la profesora Gabrielle ZuRhein. Varios años después, quizás en 1969, estando ya estaba de regreso en mí tierra, fue cuando llegaría a enterarme de la muerte del Dr Ehrich quien había fallecido el 24 de diciembre del año 1967. No tengo la imagen de la pintura que le regalé pero me quedan los maravillosos recuerdos de sus enseñanzas que puedo ahora trasmitírselos a ustedes.

Maracaibo, viernes 9 de julio del año 2021

 

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