En Los Andes ( 1 )
Siempre canté con especial emoción, la estrofa del bambuco- “Brisas del Torbes” del músico tachirense Francisco Ramón y Ribera -que dice: “Soy de Los Andes soy puro corazón, soy como el ruiseñor que canta y es feliz, yo no me voy de aquí, la montaña es mi flor y flores como estas grandes solo hay aquí”. Con esta confesión debo destacar que en una entrevista titulada “El don de la palara hecha literatura” aparecida en la revista Vitae de la UCV (N° 35 del año 2008) me identifiqué ante la joven periodista Mandy Zambrano, como "maracucho regionalista de la República del Zulia". Mi mamá era de San Cristóbal y siempre imaginé que esa era la razón de aquel apego mío, tan especial para con Los Andes, pues para mí, siempre han tenido con sus paisajes y su gente, un lugar muy especial en mi corazón. En este blog he conversado sobre mis ancestros, mi abuelo don Lorenzo, mi tío Fernando poeta tachirense y su desempeño en la Primera Guerra Mundial y de mi primo Xuan Tomás García Tamayo. En fin, hoy quiero hablar de mis muchas visitas a las montañas andinas.
Debo retroceder hasta el año 1948 cuando con mamá y mis hermanos, fuimos de vacaciones a Timotes, en el Estado Mérida. Ella se encontraba triste por la noticia de la muerte de su hermano mayor, mi tío Fernando. En aquellos días yo aprendí a amar la lectura y a través de “El Libro de oro de los niños” conocí de la Mitología Griega y supe de centauros, de pegasos y de los trabajos de Hércules, imágenes que más adelante veríamos en la película “Fantasía”. Estábamos los 4 hermanos en un pequeño hotel denominado Los Alisios regentado por una pareja de alemanes, y las referencias de los nazis y al holocausto estaban vivas aún para todos pues la segunda guerra mundial recién había finalizado. Mamá había recibido noticias de su hermano mayor Fernando Carlos, poeta que había combatido en el ejército americano en la guerra del 14 y recién había fallecido en un hospital de veteranos en Nueva York. Mi padre, trabajaba de lunes a viernes en su negocio de la Plaza Baralt, y nos venía a visitar en los fines de semana. También nos visitó nuestro primo, Memo, con su enamorada Cecilia una muchacha muy caraqueña, con quien terminaría casándose. Nosotros en las montañas estábamos en aquel hotel de una pareja de ancianos germanos que eran muy estrictos. Tenían perros guardianes, fieros pastores alemanes, y nosotros viviríamos aventuras imaginándolos, terrible “nazis”… Aquella fue mi primera experiencia de vivir en las montañas andinas, de bajar hasta un río y de intentar pescar truchas; era algo fantástico.
En 1950 cuando estuvimos de vacaciones en La Puerta, el primer pueblo después de Valera en la carretera trasandina, “la puerta de Los Andes”, un pueblo con un trapiche cercano donde aprendimos a comer caña dulce y melcocha mientras nos alojábamos en aquel gran hotel, el “Guadalupe”. Fue toda una experiencia ya que ese año un terremoto de más de seis grados destruyó la relativamente cercana ciudad de El Tocuyo en el Estado Lara. El movimiento telúrico se sintió muy fuerte y yo, años después me enteraría de que El Tocuyo era la patria chica de mi abuelo y bisabuelos maternos, ni lo sabía en aquel entonces. Esa vacación del año 50 me marcaría en muchos aspectos de los cuales, en mayo del 2015 algunos detalles aparecieron en este blog mezclados con un relato novelesco…
Recuerdo que en aquellos años, cursando aún la escuela primaria, viajamos en un antiguo autobús del colegio que le decíamos “El Fundador”, un grupo de alumnos del Gonzaga hasta la ciudad de Mérida, para durante un par de días celebrar un aniversario del Colegio San José. La trasandina en aquel bus nos obligaba a sufrir en las curvas cerradas y pasamos entre divertidos y asombrados aquel viaje, gritando y cantando. Estas cosas las recuerdo, mucho más nítidas que el paisaje del pico Bolívar. Igualmente regresaría a Los Andes un par de veces más para hacer “retiro espiritual” en la imponente Casa de Ejercicios de San Javier del Valle, recuerdos jesuíticos que también permanecen en mi memoria, aunque su relevancia emotiva eclipsa un tanto el colorido de las montañas y los pueblos de la cordillera andina.
Luego de graduarme en el 63 y pasar 4 años de postgrado en EUA, regresé a Maracaibo el 68 y ya desde 1969 estuvimos en San Cristóbal para celebrar el Primer Congreso Colombo-venezolano de Patología. Regresaba a la ciudad de mi madre que habíamos visitado una vez cuando éramos casi adolescentes. Tres trabajos presentados en Cúcuta, serían expuestos un mes más tarde en la reunión de la Sociedad Latinoamericana de Patología (SLAP) en Buenos Aires. En 1973 viajaría nuevamente por la trasandina hasta Mérida, para presentar otros trabajos libres en un Congreso de Ginecólogos y Obstetras. JT Núñez Montiel, era coautor de un estidio con microscopía electrónica (ME) sobre D-norgestrel. Más importante para mí fue haberle acompañado para ascender en el teleférico hasta el pico Bolívar. Me parece verlo sonriente con su pitillera en la boca, pasando frío. Así, en su compañía, había dado inicio formal a mis numerosos periplos andinos a propósito de la presentación de trabajos sobre la patología ultraestructural.
Para ese entonces venía de ser el Secretario de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica (SVAP) cuyo presidente desde 1971 era Alberto León el patólogo de Valera, lo cual nos mantenía viajando con frecuencia por los Andes trujillanos. Recuerdo que en un evento de la SVAP en Valera, escuché por vez primera la canción de “Alfonsina y el mar”, que había sido cantada la primera vez por Mercedes Sosa en el 69. Ya en 1973 me eligieron en Porlamar como presidente de la SVAP y comentábamos en la Directiva (maracucho-trujillana) lo increíble que había sido sacar durante 4 años a la junta directiva, de “el cenáculo caraqueño”. Así de regionalistas siempre hemos sido… Ese mismo año 1973 regresé a Mérida a una Convención Nacional de ASOVAC y ya para la fecha habría hablado en Los Andes sobre la ultraestructura de las tricomonas, de las amibas, de ratones infectados con nuestro virus de las encefalitis (EEV) y sobre la rabia paralítica de los bovinos. Todos aquellos trabajos fueron presentados en la ciudad andina donde brillaba Ernesto Palacios Pru en su excelente laboratorio de microscopía electrónica de la ULA.
En ocasiones viajaba con mis
amigos Jesús-Chucho-Vivas y Enrique Murcia (el personal técnico y fotográfico
de mi laboratorio de ME en el Sanatorio de Maracaibo) hasta donde hubiesen
noticias de encefalitis equina para tomar muestras en fresco. Una vez llegamos
hasta Mérida para visitar a Palacios Prü y el regreso en el Volkswagen amarillo
de Enrique, a medianoche cruzando el páramo de Mucuchíes con mucho frío pero
con un cielo despejado rutilante de estrellas, fue y sigue siendo para mí una
inolvidable visión del paisaje con el brillo lunar a 4000 metros en Los Andes
venezolanos.
En 1975 fui catapultado a Caracas, y el 76 pasaría a un Instituto (IAP) de la Universidad Central (UCV) donde pasaría los siguientes 32 años y con la colaboración de José Esparza en el IVIC comenzamos a estudiar los intríngulis de la patogenia de nuestro virus de la EEV. En otra reunión de la SVAP, en Mérida, ya en 1976 mostraría hallazgos con el ME tras la infección con el virus encefalítico. El año 1978 estaría lleno de eventos y de muchos trabajos, el Congreso de la SLAP que se había realizado en Maracaibo en 1971, se repetía en Caracas ese año, y en noviembre con invitados extranjeros (Drs Bachi y Saldaña) se dio el Congreso de la SVAP en San Cristóbal, un evento sui géneris. Allá en el Táchira, conocería a mi joven prima Sandra Romero quien me informó que quería estudiar Anatomía Patológica; hoy Sandra es una brillante patóloga; el Dr Bachi del Brasil brilló en inmunohistoquímica (IHQ) y Saldaña vomitó exageradamente en medio de su primera charla, por lo que fue enviado de regreso a Miami. Todas estas cosas fueron controladas por el eficiente trabajo de Simón Peraza, patólogo a quien admiro desde aquellos días. De manera que ese regreso al suelo materno, estuvo para mí aderezado con memorables recuerdos.
(Continuará mañana)
Maracaibo, jueves 11 de febrero del año 2021
Interesante relato!!
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