domingo, 7 de febrero de 2021

Armadillos y lepra


Armadillos y lepra

En 2011 se publicó mi novela “El año de la lepra”. La editó el poeta Víctor Bravo en Mérida, como parte de la Colección Salvador Garmendia de su Editorial elotro@elmismo y pasó a ser distribuida por EdicVen, una empresa en Caracas. De la edición de 1000 ejemplares yo recibiría 100 libros como derecho de autor, y pronto los repartí entre amigos y familiares. Me quedó un solo libro de muestra. Cuando traté se saber el destino de los otros 900 ejemplares de EdicVen, se me dijo que para obtener esa información debía dirigirme al Editor, cosa que hice pues quería tener idea de la aceptación de la novela por parte de sus lectores. Nunca logré respuestas, ni de EdicVen ni del Sr Bravo, quien de paso, se molestó, se puso bravo, porque le pareció que yo, el autor parecía tener “un interés crematístico” al hacer esas indagaciones que le molestaban…

 

Aprovecho para confesar algo, que puede parecer difícil de creer, pero es absolutamente cierto. Nunca he recibido ni un centavo por la venta de mis publicaciones literarias. Es interesante acotar que me refiero a ocho novelas y dos libros de ensayos publicados entre 1990 y 2016 realidad triste esta que desvirtúa la supuesta impresión de don Víctor Bravo por atreverme como autor a interesarme por conocer detalles de la venta de una de mis novelas. Esto lo estoy haciendo público, pero me siento como un náufrago lanzándolo al mar en una botella. Si alguien logra enterarse de, si quedan algunos ejemplares de mi novela sin vender aun en la distribuidora EdicVen, -si existe aún-, me gustará saberlo. 

Pero a que propósito de la escamoteada novela sobre la lepra, quería hoy hablar sobre los cachicamos, o armadillos; esos animalitos, mamíferos dasipódidos, con su caparazón protector cubierto de duras escamas, son de todos conocidos. Lo que algunos ignoran es que ellos son capaces de albergar cientos de bacilos de lepra sin que se detecten en los mismos manifestaciones de la enfermedad. En mí ya mencionada novela, relato cómo en 1841, Simón Bolívar inauguraría un leprocomio en La isla de Providencia que se encuentra situada en el lago frente a la ciudad de Maracaibo. La isla, también denominada “de Lázaros”, había sido la residencia de numerosos enfermos de lepra quienes vivían en sus instalaciones hospitalarias, con iglesia, escuela, cine, moneda propia y cementerio, hasta el año 1985 cuando fueron clausurados y destruidos sus edificios y arrasada la isla para olvidar hasta su camposanto mientras los pacientes pasaban a ser ambulatorios o se enviaron a otros hospitales o asilos.

Por la novela se enterarán de que existía un grupo de investigadores liderados por el profesor Arístides Sarmiento, con Víctor Pitaluga y el microbiólogo Silvester Korzeniowski interesados en examinar los bacilos de Hansen y del porqué la ausencia de enfermedad en los tejidos de los cachicamos. Instalarían un laboratorio de investigación para criar estos animales en cautiverio, en un sitio alejado de la ciudad, en terrenos hacia el sur, en La Cañada de Urdaneta. Tras examinar muchos cachicamos recién paridos y sus crías sin resultados convincentes, lograron un inesperado brote de la enfermedad en los animales del laboratorio...


 

Esto es parte de la trama de mi novela “El año de la lepra” y no les hablaré del cura que quería construir una ciudad para los niños en la isla, ni del bieloruso que esperaba lograr el secreto de las bacterias mutadas para crear un arma biológica, tampoco hablaré de la amistad de Pitaluga con un par de médicos veterinarios ni con la doctora Ruth Romero, que escribía un diario y formaba parte del equipo de investigadores que estudiaban la patogenia de la lepra, ni de lo que sucedió en los tiempos de Chávez y de sus peleas con Uribe Vélez y de su amistad con Lucashenko y con Amedinayab, años cuando el proceso iba ya enrumbado por la senda del comunismo que acabaría con el país de nuestros ancestros. Por todas estas cosas, me interesaba conocer la opinión de lectores… Pero vamos a los cachicamos.

Los armadillos o cachicamos son unos animales blindados nativos de las Américas. El Nuevo Mundo no tuvo lepra hasta que llegaron los exploradores europeos, lo que significa que los armadillos adquirieron la lepra de los seres humanos en los últimos 400 a 500 años. Desde entonces, los animales se han convertido en una fuente de infección. Estos armadillos o cachicamos no son roedores ni marsupiales, ellos pertenecen al orden Cingulata, al que solo le quedan dos familias: Chlamyphoridae, en la que están los pichiciegos, y Dasypodidae, que engloba a los armadillos más comunes. Son animales placentarios únicos de América, y tienen un ancestro en común con los hormigueros y los perezosos en un camino evolutivo que se remonta a unos 59 millones de años en el periodo del Paleoceno.

El pichiciego chaqueño o culotapado es un armadillo, que vive entre los bosques secos del Gran Chaco de Argentina, Bolivia y Paraguay, que ha sido considerado como el “santo grial” de los conservacionistas pues se considera uno de los armadillos más raros del mundo. El pichiciego chaqueño el mítico “culotapado” es de color rosado (ver). Los guaranís del Chaco boliviano también lo llaman tatu o coseberu y sus descubridores en el siglo XVIII lo llamaron “el llorón”. Científicamente se le conoce también como “el armadillo de Burmeister”. Era 1859 cuando se descubrió la primera población de culotapados casi en el centro de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, pero no se describió hasta 1863. Solo hay 12 registros en los 161 años que han pasado desde 1859, lo cual lo convierten en el más raro de los raros. Solo tres se han registrado en Argentina y Paraguay registró ocho en el periodo de 1959 a 2020,

La lepra es una enfermedad conocida desde tiempos bíblicos, es infecciosa y provocada por una bacteria llamada bacilo de Hansen, o Mycobacterium leprae, prima hermana de la que produce la tuberculosis. En los Estados Unidos se registran cada año cerca de medio centenar de nuevos casos de lepra en pacientes que no han estado en contacto con enfermos ni han viajado a otros países. El bacilo de Hansen se propaga allí gracias a los armadillos de nueve bandas Los armadillos, son los mamíferos más populares de Texas, pero allá si saben que ellos pueden contagiar la lepra a los seres humanos, según reveló un estudio reciente realizado por microbiólogos suizos y publicado en The New England Journal of Medicine, y más recientemente se ha descrito un número inusual de casos de lepra cosechándose en la Florida y expertos creen que este repunte se debe al contacto de los humanos con los armadillos. La enfermedad puede estar oculta por meses o años antes de que aparezcan los primeros síntomas de infección, y normalmente, las primeras señales son las lesiones en la piel, y los síntomas pueden progresar y mostrar problemas neurológicos.

El bacilo de Hansen puede instalarse en el cuerpo provocando dos tipos de lepra, en una de ellas con escasas bacterias y zonas de la piel que pierden sensibilidad, -lepra tuberculoide-las defensas inmunitarias del enfermo no producen muchos anticuerpos. En la otra forma, los bacilos proliferan mucho en la piel y la respuesta inmune es más alta, pero el enfermo no logra eliminar al bacilo y se producen lesiones deformantes -la lepra lepromatosa- que popularmente se asocia con la terrible enfermedad. En el pasado antes de los tratamientos actuales, estas secuelas hicieron que la lepra llevase a la estigmatización de los enfermos y por el miedo y la ignorancia, eran recluidos de por vida en lugares aislados.

La historia de un investigador que insistía en un microbio causal para la lepra-en tiempos cuando las enfermedades se creía eran trasmitidas por los miasmas”- que luchó para descubrir un tratamiento, fue el doctor Luis Daniel Beauperthuy (https://bit.ly/2rjMKhr) cuya vida está presente en los capítulos impares de mi novela “El año de la lepra”.

Maracaibo, domingo 7 de febrero, del año 2021

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