miércoles, 6 de enero de 2021

A mirar “la historia”, con atención…

 

A mirar “la historia”, con atención…

Estamos a punto de ver a un nuevo presidente de los Estados Unidos (EUA) encargándose formalmente del poder de esa nación en tiempos de pandemia, con un mundo que padece de amenazas tan graves como que las que se vivieron en la “Guerra Fría”. Por esta razón, me pareció propicia la oportunidad de remover el pasado no muy lejano, especialmente luego de la pasada tan disputada campaña electoral ya de todos bien conocida. ¿Cabrá aquí dedicarle a Mr Biden la máxima aquella de “recordar es vivir”?

David Talbot (1951) tenía 16 años y trabajaba como voluntario para la campaña de Robert Kennedy la noche en que éste fue alcanzado por ocho balas de calibre 22. Para Talbot, periodista de éxito (trabajó

 en The New York Times, colaboró con Rolling Stone y New Yorker, y fue fundador y editor de la revista Salon) aquel momento supuso, como para tantos otros estadounidenses, el fin de la esperanza en el futuro de su país. Publicaría un excelente libro “La conspiración” (cuyo título original es Brothers), obra que la editorial Crítica volvió a poner en el mercado en 2013 con motivo del 50 aniversario del asesinato de John Fitzgerald Kennedy (JFK). El libro repara especialmente en la figura de Robert, su hermano y más fiel seguidor, para construir una memoria sentimental y política de una época que marcó de modo definitivo el resto del siglo XX.

David Talbot era ya periodista y editor en funciones para The San Francisco Examiner; él  había escrito para la revista Time, The New Yorker, Rolling Stone y otras publicaciones cuando su libro El tablero de ajedrez del diablo: Allen Dulles, la CIA y el aumento del gobierno secreto de Estados Unidos (https://bit.ly/38Vr6lt) resultó ser una biografía que examinaba la carrera de Allen Dulles informando como él había orquestado el asesinato de Kennedy a instancias de líderes empresariales que percibieron que el presidente era una amenaza para la seguridad nacional. Él presionó a Lyndon B. Johnson para que lo nombrara en la Comisión Warren,  y luego arregló para tener a Lee Harvey Oswald como el único responsable del magnicidio. 

El libro acusaba también a los conspiradores en la muerte de JFK quienes también asesinaron a Bobby Kennedy ya que lo percibieron como "un comodín, una amenaza incontrolable" que revelaría la trama. Robert Kennedy quien había sido sometido a una prueba agónica tras el asesinato de su hermano, para aquellos días era uno de los investigadores más experimentados de los Estados Unidos, cuya destreza adquirió en la lucha contra la Mafia cuando fue un joven asesor del Senado y que prosiguió como Fiscal General, una vez que su hermano alcanzó el poder. Robert Kennedy también se enfrentó con la CIA, que a su juicio no era lo suficientemente leal al presidente Kennedy. Robert sabía que iba a tener que esperar a regresar al poder para investigar a fondo la muerte de su hermano. 

En 1962, Robert estaba profundamente alarmado al descubrir que estas dos fuerzas clandestinas, la CIA y la Mafia, habían planeado un complot para asesinar a Fidel Castro. Cuando Robert Kennedy escuchó la trágica noticia de la muerte de su hermano el 22 de noviembre de 1963, inmediatamente sospechó que esta peligrosa alianza entre la CIA y la Mafia se había vuelto contra JFK. Pero el nuevo presidente en la Casa Blanca, Lyndon Johnson, odiaba al joven Kennedy, y evidentemente la Comisión Warren, designada por el presidente Johnson para investigar el asesinato de JFK, sería dirigida por enemigos de los Kennedy. Así, Robert sabía que iba a tener que esperar regresar al poder para investigar a fondo la muerte de su hermano y esa sería  precisamente una de las razones por las que RFK decidió postularse a la presidencia en 1968.

 

Robert sabía que se estaba enfrentado a un enemigo poderoso y que no podía confiar en las agencias de seguridad que habían traicionado a su hermano, la CIA, el FBI o el Servicio Secreto. En la tarde del 22 de noviembre 1963, la casa de RFK en McLean, Virginia, fue rodeada por US Marshals partidarios de Kennedy, figuras pertenecientes a un departamento menor del gobierno federal. Los US Marshals estaban dirigidos entonces por un duro neoyorquino de origen irlandés en quien la familia Kennedy confiaba; este fue un momento dramático en la historia de EEUU, con el gobierno violentamente fracturado y con el Fiscal General y el hermano del presidente rodeado de protección porque le podían matar y no sabía exactamente quién, si la CIA o los sicarios de la Mafia, o ambos juntos o por separado. 

Las acusaciones que vinculaban a Harvey Oswald con Fidel Castro comenzaron inmediatamente después del asesinato de JFK, como una campaña de desinformación vinculada a fuentes de la CIA. El libro encargado de vender esa mentira, Secretos de Castro, de Brian Latell, había sido escrito por un exoficial de la CIA. A pesar de las hostilidades que el presidente Eisenhower y la CIA habían iniciado contra el régimen de Castro, en los últimos meses de su presidencia, JFK había abierto canales diplomáticos secretos con La Habana con vistas a diseñar una solución pacífica. La convicción absoluta de Robert en que no habían sido los comunistas la demostró al enviar un emisario a Moscú para comunicarles que sabía que ellos no habían sido.

 

Robert se comunicó con Moscú a través de un amigo muy cercano a la familia, llamado Bill Walton. En los días posteriores al asesinato de JFK, cuando los rumores sobre Oswald se propagaban masivamente a través de los medios de EUA, Robert y Jacqueline Kennedy, la viuda de JFK, pidieron a Walton que llevase un mensaje a los funcionarios soviéticos trasladándoles la convicción de que ellos no culpaban a Moscú del asesinato y que sospechaban que el presidente había sido víctima de una conspiración en el más alto nivel dentro de EUA. Se trató de un mensaje muy peculiar para enviarlo a Moscú durante la Guerra Fría, y revela de modo inequívoco la escasa confianza que Robert Kennedy tenía en la gente de su propio gobierno.

Los Kennedy, a causa de su riqueza, de sus privilegios y su ambición, tenían demasiada fe en su capacidad de transformar la estructura de poder de Washington y no valoraron plenamente el poder de hombres como el jefe de la Fuerza Aérea Curtis LeMay a quien JFK consideraba como un belicista fuera de control, al director del FBI J. Edgar Hoover, y el legendario director de la CIA Allen Dulles. Cuando JFK despidió a Dulles, después de la desastrosa invasión de Bahía Cochinos en 1961, se ganó un enemigo muy peligroso (https://bit.ly/355jT0S). Dulles estaba en el centro de una red oculta de intereses poderosos que manipulan las acciones oficiales desde bastidores, y tras ser expulsado de la CIA, siguió trabajando como si estuviera todavía en el poder, convirtiendo su casa en el barrio de Georgetown de Washington en el centro de un gobierno en el exilio contra Kennedy.

El "complejo militar-industrial", acerca del cual el presidente Eisenhower advirtió a Estados Unidos cuando dejó la Casa Blanca en 1961, había crecido hasta dominar toda la economía de EUA, y JFK fue el último presidente en desafiar a esa enorme fuerza. Por ello, pagó con su vida. Todos los presidentes desde Kennedy han sabido lo peligroso que resulta hacer frente a los pilares del poder de EUA, como Wall Street, la industria de la energía y el complejo de seguridad nacional. El asesinato descarado del presidente Kennedy, a plena luz del día en las calles de una ciudad de Estados Unidos, envió un mensaje escalofriante a la élite de EUA. Los líderes políticos como Lyndon Johnson y Richard Nixon inmediatamente se dieron cuenta de que JFK había sido víctima de una poderosa conspiración y hablaban entre ellos pero en voz baja acerca de las consecuencias de este crimen, mientras aseguraban al público que Oswald había actuado solo y que ya el caso estaba cerrado. Ningún miembro de las élites políticas o de los medios de comunicación de EUA estaba dispuesto a arriesgar su carrera (o su vida) abriendo la puerta de este oscuro túnel. A excepción de Robert Kennedy, que corrió la misma suerte que su hermano.

Quien tenga ojos que vea y a quien le toque, mejor será irse a poner, “las barbas en remojo” 

Maracaibo, miércoles 6 de enero del año 2021

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