martes, 27 de octubre de 2020

En la isla de Suniaga

En la isla de Suniaga

Francisco Suniaga (1954) es un abogado venezolano, nacido en la isla de Margarita. Es internacionalista y profesor universitario; ha sido columnista de los diarios, El Universal, Economía Hoy y El Nacional. Su primera novela,La otra isla” tuvo más de diez ediciones en Venezuela y ha sido publicada en Francia y Alemania. La consagración de Suniaga como escritor le llegó con “El pasajero de Truman”, que ha vendido más de 30 mil ejemplares.

“La otra isla” es un libro que vale la pena leer y releer. Cuenta de una pareja de alemanes que se residenciaron en Margarita y abrieron un restaurant en Playa El Agua; el esposo Wolfgang Kreutzer se dedicaba a los gallos, a entrenarlos, casi a convivir con ellos, y muere ahogado en la playa. Un abogado nativo de la isla, José Alberto Benítez, es contratado por la madre de la víctima, para hacer investigaciones sobre el suceso. Él

sueña una noche con un texto en inglés que nunca había escuchado y junto con su amigo y psiquiatra Pedro Boada inicia una búsqueda, paralela a la de la investigación de la muerte de Kreutzer… Pero la novela es mucho más que eso, es el país, es una pelea de gallos…

Hoy estuve releyendo un ejemplar en la séptima edición de la novela de Suniaga, la misma a la que Luis Pérez Oramas calificara en El Nacional como “la mejor novela venezolana que he leído en los últimos años”, opinión que subscribo entusiasmado. No voy a analizar la novela pero regresaré a algunos detalles interesantes que surgieron en la relectura del capítulo XXVI. Encontramos a José Alberto Benítez conversando con su amigo psiquiatra Pedro Boadas sobre el sueño que había tenido. Sueño muy particular porque era “en inglés”. Era tan vívido, le dice, que percibió el aliento de quien en su oído le confiaba en inglés y con acento extranjero una hermosa descripción, la cual al despertar, él mismo pudo transcribirla al papel. José Alberto le mostró a su amigo un texto breve, similar al del sueño y le aclaró que era de “Lord Jim”, la novela de Conrad. Así desviarían la conversación hacia el autor de “El corazón de las tinieblas”.

José Alberto había releído partes de la novela de Joseph Conrad unas semanas antes y hasta compró el video de la película Apocalipsis now. Era que el paisaje descrito en el sueño le recordaba el río (https://bit.ly/3iHuNhh) y sus meandros, como el del Congo en la aventura de Marlow. Los amigos se preguntaron si acaso el acento extranjero del inglés era por lo polaco de Conrad. Boadas le comentaría que quizás podría ser todo una “parte del continuo onírico” pues quien sueña puede ser “de lo más creativo”...

Los amigos acordarían revisar cuidadosamente el texto de “El corazón de las tinieblas” y leer con especial atención la novela, tanto en inglés como su traducción al español. Recordaron entonces como pocos escritores habían manejado el inglés con la maestría de Conrad, a pesar de ser nativo de Polonia. Pedro, el psiquiatra le diría medio filosofando. “Según la carga genética, los seres humanos somos muchas cosas: artistas, deportistas”… y decidido aseveró diciéndole: “yo incluyo en esa lista, el ser de izquierda”. Así continuarían conversando y Boadas le confesaría a su amigo. “Yo fui comunista hasta 1968, pero soy izquierdista de nacimiento”.

El psiquiatra continuaría su historia puntualizando: “Aquí en Venezuela con la derrota de la guerrilla de la izquierda en los sesenta, de la Primavera de Praga y del Mayo Francés, la izquierda se quedó como vaca sin cencerro”. Luego, regresando al “izquierdismo genético” le diría: “Quienes padecemos esa enfermedad incurable, tenemos el deber de buscarle vías de expresión distintas a la del comunismo, que está definitivamente cancelada”. El psiquiatra Boadas regresaría a recordar los días felices del MAS, cuando Teodorakis les dedicó un himno y el Gabo les regaló cien mil dólares, para tristemente concluir…“Pero la esperanza mutó y se transformó en una compañía anónima”.

La historia patria llevaría a que: “los más pendejos se refugiaron en el mundo de la cultura o se enquistaron en la Sala E de la Universidad Central”. Finalmente, Pedro Boadas concluiría relatándole a José Alberto como “el resentimiento” había llevado a muchos a ayudar al militar golpista que habría de terminar provocando la total devastación del país. Consideraría entonces acaso que habría una esperanza y aseveraría con mucho tino… “Si a uno le tocó ser genéticamente de izquierda, mientras se reconstruye la brújula enloquecida, como la tenemos, corremos el riesgo de terminar disfrazados en cualquier comparsa militarista y autoritaria que se proclame de izquierda”…  Palabras precisamente proféticas, digo yo…

Hay un detalle que puede parecer interesante; la primera edición de “La otra isla” se publicó en el año 2005, cuando ya las evidencias de lo que se avecinaba para Venezuela estaban claras. El país no habría de transformarse en “el mar de felicidad” a donde nos conduciría el engendro creador del “Socialismo del Siglo XXI” y mientras el régimen todavía intentaba disimular las evidencias de un modelo comunista detalladamente planificado, mientras ladinamente le entregaban el país a la administración y control de la dictadura cubana, el desastre que ha venido después y desde entonces ya es de todos conocido… “El que tenga ojos, que vea” (Ernesto dixit).

Maracaibo, martes 27 de octubre, 2020

 

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