Memorias
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Hace unos días, conocí a un nieto del doctor Franz Wenger. Me visitó en casa y le entregué copia de mi charla en power-point sobre su abuelo, organizada aprovechando el material que recopilara el colega y amigo Rafito Molina, la cual yo había ofrecido en la Academia de Medicina del Zulia hace ya un par de años, cuando el país y nuestra región todavía funcionaban… Este encuentro me ha llevado a recordar algunas vivencias de mi relación con quien fuera mi profesor y amigo, Franz Wenger patólogo austriaco y músico, quien se integró en Maracaibo y es parte importante de imborrables recuerdos... Quisiera hoy, aquí, relatar algunos que llegan a mi memoria…
Conocí al doctor Wenger en el primer año, cuando comencé a estudiar Medicina; era el profesor jefe de la Cátedra de Histología. Siempre sonriente, y amablemente nos decía cuando le preguntábamos sobre lo que uno miraba en el microscopio. “Esoes un peloderata”. Así, con acento y sin remarcar la erre (y era que se usaba colocar un pelo para señalar detalles de las preparaciones histológicas). Después, ya en el cuarto año de Medicina supe de él nuevamente, cuando asistíamos a las clases prácticas que daba Gerhard Franz, el patólogo del Sanatorio, a quien conocimos como un alemán que lucía marcas de sable en su cara, de quien se comentaba que era nazi y quien no quería a Wenger, dicen que por ser judío, y Gerhard Franz repetía sobre él: Wenger es solamente “un músico”…
Cuando inauguraron el hospital Universitario (HUM) estudiábamos el 5to año y comenzábamos a hacer allí guardias, en la maternidad. Conoceríamos el Servicio de Anatomía Patológica que dirigía el doctor Wenger, de manera que al finalizar el 6to año, en julio de 1963, me decidí, no por dedicarme a la cirugía, sino por quedarme donde podría aprender “las causas y las consecuencias de las enfermedades”, convencido de que allí estaría más cerca de la verdad de la Medicina. Nos graduamos en Julio y el doctor Wenger me aceptó de inmediato en el HUM para aprender con él los secretos de la patología. Comenzaría a ayudarle a hacer autopsias, y con Wenger conocería los secretos de la histología normal y patológica. En su Servicio conocí a los patólogos, Corzo Romero, Enrique Salazar y también a Luis Alezard quien en ocasiones nos visitaba…
El doctor Wenger solicitaría para mí, “un cargo” y el hospital se lo aprobó: “Médico pasante a dedicación exclusiva”. ¡Sin sueldo! En el Rotary Club de Maracaibo, el doctor Wenger conversaría con mi padre y decidieron buscar ayuda para mejorar mi situación quizás optando a una beca que ofrecía el Club Rotario de Wisconsin en los Estados Unidos. La beca, que duraba 9 meses, era para un estudiante que fuese a hablar sobre Venezuela en los Rotary Clubs de Wisconsin, pero requería de un examen previo… Fui a entrevistarme con un señor gringo en “La Creole” quien me entregó una revista “New Yorker” y me dijo que leyese un artículo, para luego, a los 15 minutos conversar con él sobre lo que habría entendido… Me sentí “raspao”: luego me enteraría de que su opinión fue favorable y así, gracias a mi maestro Wenger ya en febrero de 1964 pude viajar y continuar mi formación en la especialidad médica que había decidido estudiar.
Cuando partí hacia los Estados Unidos con la beca Rotaria, ya había hecho 60 autopsias con sus estudios histológicos bajo la supervisión y control del doctor Wenger y había visto muchos casos de mortinatos y guajiritos prematuros con “necrosis cerebral masiva” que Wenger señaló como lesiones provocadas por el virus de la encefalitis equina venezolana. El Department of Pathology de la Universidad de Wisconsin, en Madison, era dirigido por un famoso profesor canadiense el Dr Murray Angevaine director de la revista Archives of Pathology. Con temperaturas entre 15 y 20 grados C bajo cero, en aquel hospital donde se hacía investigación utilizando un microscopio electrónico (ME). Un año más tarde mis obligaciones con los rotarios habían cesado y me sostenía con otra beca solicitada localmente. El examen (ECFMG) necesario para poder trabajar y tener un salario, debería tomarlo en abril del año 1965 pero ante la inseguridad de no saber si aprobaría o no, conversé con mi amigo y compañero Alfonso Ávila que estudiaba patología en Filadelfia becado por la universidad del Zulia, y su jefe, el Dr William Ehrich me aceptó para trabajar en su hospital (el PGH) desde julio del 65. Aprobaría el ECFMG y me aceptaron en Wisconsin pero ya me había comprometido, por lo que continué mi entrenamiento por un año en Filadelfia antes de regresar a Madison. El doctor Wenger telefónicamente me sugirió prepararme en neuropatología, esperando pudiese trabajar en la universidad a mi regreso. Así, durante un par de años más en Wisconsin estudiaría con la Dra Zurhein, haría investigación con el ME y me ayudaría una beca del MSAS conseguida por el Dr Pedro Iturbe, padrino de nuestra promoción…
Una noche, en 1967 recibí una llamada telefónica del Dr Iturbe quien me preguntó que si aceptaría irme a trabajar en el Sanatorio si él me conseguía un ME… Era una especie de milagro pues ya venía haciendo investigación en trabajos experimentales con el ME, en pulmón con Enrique Valdivia y en neuropatología. Acepté de inmediato pensando trabajar en la Cátedra con el doctor Wenger y en el Sanatorio con un ME. Por recomendación del Dr Iturbe visitaría al Dr Fernández Morán en Chicago y aceleraría mi regreso a Maracaibo para diciembre de ese año 67. Ya en mi tierra, cuando me entrevisté con el Decano de la Facultad de Medicina, fríamente me informó que no había posibilidad de conseguirme el cargo prometido y que el doctor Wenger, no intercedería por mí, pues estaba de año sabático, en Europa…
Desconsolado, me llevó un amigo a visitar al Decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias de LUZ, doctor Parra Atencio, quien de inmediato me aceptó como profesor asistente, y así mientras el Laboratorio de ME del Sanatorio floreció produciendo trabajos de investigación durante los siguientes siete años, felizmente yo me quedaría en la Cátedra de Histología y Embriología de Veterinaria. Al regresar el doctor Wenger de su año sabático, comprendería la importancia del ME para todos, y continuaríamos con una sostenida amistosa colaboración. En 1971 nos unimos todos los patólogos de Maracaibo alrededor de Wenger para respaldar en VIII Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Patología en el hotel del Lago, que fue un rotundo éxito.
Fueron muchas las veces que visité a Wenger en el HUM y su labor creando una Sección de Citología para el despistaje de cáncer fue un esfuerzo encomiable que iniciaría la lucha contra el cáncer en la región. Me referiré a un episodio en torno al diagnóstico de rabia en humanos que hacíamos en nuestro laboratorio de ME ya que había fallas en la Sanidad con la inmunofluorescencia y las muestras se enviaban a Caracas para confirmar los diagnósticos, demorando los casos humanos, mientras en 5 días con el ME aquí mostrábamos los virus en las neuronas del cerebelo. Ante un caso de un niño fallecido en el HUM, el Dr Wenger me pidió confirmar el diagnóstico de rabia, y quien preparó las muestras del cerebro (algunos fragmentos en formol) fue un nuevo patólogo, recién llegado del extranjero tras estudiar neuropatología. El episodio está relatado como una obra teatral bufa en mi novela “La Entropía Tropical”. Él tipo, para confundirme mezclaría muestras de tres cerebros diferentes y afortunadamente demostramos el fraude y más adelante confirmaríamos el diagnóstico de rabia en aquel caso. Wenger no dudó ni un momento en expulsar al “colega” de su Servicio…
La importancia del doctor Wenger en la sociedad de Maracaibo a través de su cultura musical fue impresionante y dejó un legado para la posteridad. La Sociedad Sinfónica de Maracaibo, la orquesta Sinfónica de Maracaibo, y particularmente la Sociedad Zuliana de Conciertos todas estas instituciones en su historia llevaron el sello distintivo del doctor Wenger, nuestro patólogo austro-venezolano quien durante 22 años fue dos veces presidente de esa agrupación y cuando no estaba en la Junta Directiva trabajaba para divulgar la música por la prensa o buscando empresas patrocinadoras de los conciertos.
Yo escaparía hacia Caracas en 1975, inicialmente con mi año sabático de LUZ para trabajar en el hospital Vargas como neuropatólogo y luego en el 76, pasaría al IAP de la UCV. Dediqué buena parte de mis esfuerzos a desarrollar con la ayuda del IVIC un modelo experimental para demostrar los hallazgos descritos por Wenger en 1964 de como el virus de la EEV afectaba a los fetos atravesando la placenta y hace unos años ya que reafirmamos nuestros resultados, recordados durante la pandemia del virus sika. Creo que el doctor Wenger, nunca supo sobre estos hallazgos… Lamentablemente, yo solo me enteraría varios años después, que el doctor Wenger había fallecido en Maracaibo el 11 de marzo de 1988.
Maracaibo, viernes 11 de septiembre, 2020.
Maravillosas vivencias. Gracias por compartirlas mi querido general en jefe.
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