domingo, 10 de mayo de 2020

Catalina La Grande


Catalina La Grande
Simon Sebag Montefiore, el autor del best-seller "Catalina la Grande y Los Romanov señalaría que los Romanov forjaron un gobierno autoritario y despiadado que afianzaría la dinastía más exitosa en Asia desde los tiempos de Gengis Kan (https://bit.ly/3c3zyzx). Era aquella una dinastía salvaje y homicida que crearía una saga de horror y crueldad dinástica. Según Montefiore, los comunistas que vinieron después, llegarían a un grado de opresión y crueldad mayor. Sabemos que Putin y su entorno han expresado admiración por los poderosos zares Romanov y adaptándose a la época actual, Putin, parece querer aparecer como un emperador al estilo Romanov mientras no disimula su rol como un eficiente secretario general de carácter marcadamente estalinista.
Así, podemos iniciar esta crónica sobre una pequeña y gruesa niña que con el tiempo pasaría a la historia como una de las máximas representantes del despotismo ilustrado”, y sería conocida como Catalina la Grande, quien asumiría como un centinela al que no se releva nunca”, la sucesión de la dinastía Romanov  y la dirección del imperio ruso entre 1729 y 1796.

Federica Augusta Sofía había nacido en Pomerania el 2 de mayo de 1729. Su padre, Cristián Augusto, era príncipe de Anhalt-Zerbst y ejercía su cargo como gobernador en Stettin, en la actual Polonia, donde nació, y su madre era Juana de Holstein-Gottorp. En ese entonces la emperatriz de Rusia era Isabel Petrovna, hija de Pedro el Grande y a ella le correspondía escogerle una esposa a su sobrino y heredero, Pedro Ulrico. La emperatriz confiaba así, en afianzar la dinastía de los Romanov y así fue como Isabel Petrovna se fijó en la joven Sofía Augusta quien se convertiría por mediación de la iglesia ortodoxa en Catalina Alexeievna. De esta manera la nueva Catalina comenzó a vivir en el Palacio de Oraniembaum con su marido, el futuro Pedro III, y en 1762, a la muerte de la emperatriz Isabel, los nuevos zares se trasladarían al Palacio de Invierno de San Petersburgo.

El gran duque Pedro Ulrico era poco inteligente, parecía estar alcoholizado y con ciertos aires de locura, no se había ganado el apoyo del pueblo ni de la nobleza. La inteligencia, tenacidad y capacidad de trabajo de su esposa Catalina contrastaba con las excentricidades y borracheras de su marido quien al llegar al poder y convertirse en el zar Pedro III, tan solo pediría le dejasen vivir en una residencia tranquila con su tabaco y su vino, donde esperaba llevar así su vida como zar de Rusia de la que tan sólo podría disfrutar cuatro días... 

Lo cierto es que  Catalina II (1762-1796) protagonizaría para asumir su cargo de emperatriz, un golpe de palacio que acabó con el asesinato de su propio marido, el emperador Pedro III. Moriría así el pasajero zar Pedro III, en extrañas circunstancias, pero según los detractores de Catalina sería ella misma la ejecutora del asesinato. A Catalina, se la acusaría también de quitarse de en medio a otros pretendientes al trono como Iván VI o una extraña princesa Tarakanova (https://bit.ly/2SH6BBO) que aseguraba ser nieta del mismísimo Pedro el Grande.

A falta de herederos reales, además de aquellos quienes le dieron descendencia, fueron muchos los personajes que se convirtieron en amantes de Catalina, algunos llegarían a ser reconocidos gracias a ser sus amantes, tantos que sus adversarios le dieron el apelativo de “Mesalina del norte”. Muchos otros hablaron de ella como la asesina de sus adversarios políticos. Durante 34 años, Catalina modernizó al gigante ruso y gobernó rodeada de amantes poco discretos A su débil marido Pedro III de Rusia le derrocó con una revolución palaciega; mientras que la relación con el supuesto hijo en común de ambos, el futuro, y breve, Pablo I, se vio envenenada por las luchas cortesanas. Catalina se rodeó de una camarilla de íntimos, entre las que estaba la condesa Praskovia Bruce, quien se dijo compartía con la emperatriz el entusiasmo sexual y se convirtió en “catadora de amantes”. Catalina descubrió los placeres del sexo y se dejó querer, en un principio, por el apuesto Sergéi Saltikov que parece haber sido “invitado” a la cama de Catalina por la emperatriz Isabel Petrovna quien por aquel tiempo aún vivía y al parecer, según confesó Catalina en su correspondencia, tuvo al futuro Pablo I tras varios abortos, de modo que Sergei Saltikov fue el padre del poco amado Pablo quien pasaría a ser el zar de Rusia a la muerte de su madre.

Catalina mantuvo contactos con Voltaire, Diderot y otros ilustrados y eruditos de Europa, llegando incluso a intentar llevar a la práctica las ideas políticas de Montesquieu y crearía una gran Comisión de 652 diputados con ese fin, aunque al final demostraría ser inoperante. Aunque estuvo inspirada en los grandes ilustrados de la Francia pre-revolucionaria, Catalina no realizó cambios que favorecieran a los más necesitados. La emperatriz tuvo que enfrentar a importantes revueltas como el levantamiento campesino liderado por Pugatchev quien, aunque no consiguió nada para los insurgentes puso de manifiesto su profundo descontento de los siervos. La emperatriz también se preocupó de la creación de centros educativos y asistenciales. Catalina fundó el instituto Smolny, para la educación de las jóvenes. Su colección de arte privada fue el inicio del hoy conocido como Museo del Hermitage. Conocedora de los últimos avances médicos, accedió a ser la primera de su reino en ser vacunada para introducir este nuevo modelo de medicina preventiva en su reino.

Catalina mantuvo el país bajo su autoridad durante 34 años.  Stanislav Poniatowski le dio una niña que moriría poco tiempo después. Alexei, su tercer hijo, fue fruto de su relación con Gregorio Orlov uno de los instigadores del golpe de estado contra el gran duque ya a finales de 1760, Catalina había comenzado a frecuentar la compañía de Grigori Orlov, un teniente herido tres veces en combate, de estatura gigantesca y rostro angelical. Con él tuvo también un niño, Alexéi Bobrinski, que fue escondido en casa de uno de sus cortesanos. Su marido, Pedro III firmó su propia abdicación antes de morir alcoholizado, para esa época, Orlov, tenía sus aposentos encima de la cámara de la zarina, que se mostraba abiertamente cariñosa con él y hacía la vida marital que nunca había realizado con Pedro.

Orlov, fue objeto de varios intentos de asesinato dada su posición política, pero, la zarina se casó de él, aunque era algo limitado de inteligencia y de maneras torpes. Sería reemplazado por Grigori Potiomkin, a quien los hermanos de Orlov habían alejado de la Corte. En realidad le arrancaron el ojo izquierdo para evitar que sedujera a Catalina, por lo que era apodado el «cíclope. Potiomkin compartía con Catalina la pasión por el arte y la cultura, pero Catalina era ordenada, germánica, mesurada y fría, mientras que Potiomkin era desordenada, eslavo e impulsivo por lo que no congeniaban. Así, después de su romance con Potiomkin, Catalina  mantuvo una relación con un joven que recogía a la vez belleza física y facultades mentales, llamado Aleksandr Dmítriev-Mamónov, que era un edecán de ojos almendrados y una nariz chata, apodado “el Negro Blanco” y cuando le despacharon en el verano de 1786, recibió un pago de 130.000 rublos, y es que cada amante que pasaba por la cama de la zarina se marchaba con los bolsillos llenos de rublos.

Potiomkin no perdió su posición en la Corte, pero otros amantes como Semión Zórich, un comandante serbio de húsares, o un burócrata llamado Piotr Zavadovski, que también ocuparon su lugar en la cama de Catalina, pasaron de moda. Su último amante, el príncipe Platón Zúbov, 40 años menor que ella, resultó ser el más caprichoso y extravagante de todos. Con 22 años, era apodado “El Negrito”, e inició una relación con Catalina cuando ella estaba bastante gorda, con las piernas hinchadas, aquejada de dispepsia y flatulencia. Catalina, estuvo antes con el hermano pequeño de Zúbov, de 18 años, apodado “El Niño”, pero Platón Zúbov se impuso a su hermano, y tras la muerte de Potiomkin, en 1787, durante las negociaciones de paz con Turquía, Zúbov también asumió el protagonismo político.

Sucedió que Zúbov se enamoró de la esposa del nieto de Catalina, el futuro Alejandro I, el hombre al que la zarina quería entregar la Corona rusa por delante de su hijo Pablo, que le recordaba con horror a su difunto marido. La intervención de Catalina llegaría decisiva para  terminar con el imprudente encaprichamiento de su amante y ya no habría mucho tiempo más para proseguir la secuencia de escándalos. El 17 de noviembre de 1796 Catalina la Grande se disponía a tomar un baño cuando sufrió un derrame cerebral que acabó con su vida. Fue enterrada en la Catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo con gran solemnidad entre los nobles a los que tanto favoreció.

Maracaibo, domingo 10 de mayo 2020

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