martes, 14 de abril de 2020

Las misiones


Las misiones

Los vestigios de “la renducción” de San Ignacio todavía existen como recuerdo de la esperanzada “República guaraní” saqueada e incendiada en 1767 y luego en 1817 por orden del dictador paraguayo Rodríguez de Francia. Hoy día pueden ser visitados como “las ruinas jesuíticas”, de las que en este siglo cualquiera puede traer a la memoria al recordar la película de 1986 La Misión”, interpretada por Robert De Niro y Jeremy Irons reviviendo la lejana epopeya de los jesuitas en América. Durante el año 1750 y enfrentados a los gobiernos de España y de Portugal, “las reducciones” fundadas por la Compañía de Jesús entre los guaycurúes, guaraníes y pueblos afines en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé del Brasil, Argentina y Uruguay actuales, y del Paraná de la Argentina, Paraguay y Brasil actuales y en las áreas del Chaco en la Argentina y el Paraguay actuales, fueron establecidas en el siglo XVII dentro de territorios pertenecientes el Imperio español.

En 1587, a petición del Obispo de Asunción fray Alonso Guerra, llegarían los primeros jesuitas al territorio paraguayo para iniciar obras de evangelización y de construcción de los pueblos en la actual zona de los departamentos de Misiones e Itapúa en Paraguay. Alonso de Bárcena, Marcelo Lorenzana y Juan Aguilar llegaron al Paraguay en 1593. En 1610, los padres Guiseppe Cataldino y Simone Maceta enfrentando muchas rivalidades hispano-portuguesas, crearon la primera “reducción”, la cual progresó a pesar de la rapacidad de los cazadores de esclavos y los crueles “memelucos” paulistas. Tras 20 años de continuos saqueos se vieron obligados a emigrar hacia el sur, hasta más allá de las gigantescas cataratas del Iguazú, y establecerían en aquella especie de fértil Mesopotamia, entre los ríos Paraguay y Uruguay un segundo emplazamiento, que también sería destruido.

Dos jesuitas italianos, arquitectos, el padre Ángelo Paragressa y el hermano Giuseppe Brasanella edificarían en 1616 el tercer emplazamiento que llamaron el “Mini” San Ignacio del cual aún subsisten los vestigios de sus construcciones barrocas que pueden admirarse como joyas de arte “amerindio”. Se ha dicho que la aventura de los jesuitas arrastró al pueblo guaraní lejos de su asiento nativo, pero al haberlos alejado de los rapaces paulistas llegando más allá de las cataratas, la imposición del guaraní en las Misiones, valdría para preservar su lengua, por lo que podemos decir que existieron consecuencias positivas y negativas de aquel choque cultural que se dio en el siglo XVI al insistir en sustituir el esclavismo por una colonización piadosa. 

A finales de 1631, dirigidos por el padre Antonio Ruiz de Montoya se produjo el éxodo de 12.000 indígenas en 700 balsas quienes viajaron río abajo por el Paranapanema y luego por el Paraná, mientras en tierra “los bandeirantes” destruirían las dos reducciones tres días después del éxodo. Cerca del Salto del Guayrá los encomenderos de Ciudad Real intentaron impedir la expedición, pero debieron desistir, ya que los indígenas atravesaron por tierra los saltos del Guayrá en donde perdieron gran parte de sus embarcaciones. Allí se les unieron 2.000 guaraníes provenientes de las reducciones del Tayaoba dirigidos por el padre Pedro Espinosa y tras grandes penurias, en grupos que avanzaron por tierra y por el río, hasta lograr llegar a las reducciones de Natividad del Acaray y Santa María del Iguazú en donde recibieron ayuda para continuar por el Paraná hasta que en marzo de 1632 refundaron San Ignacio Miní y Nuestra Señora de Loreto a orillas del arroyo Yabebirí. Sólo lograron llegar a su destino, unos 4.000 guaraníes. 

Antonio Muratori, un filósofo italiano escribiría sobre este tema un trabajo en la Universidad de Viena, titulado “El cristianismo feliz de las Misiones de la Compañía de Jesús” donde narra una especie de utopía donde “se gobernaría a los hombres haciéndolos felices”. Esta fue sin duda una empresa audaz en la historia de las sociedades y de las culturas, y de sus creencias, al penetrar la razón en el mundo del mito para crear en medio de la selva una sociedad feliz, sin injerencia del Estado, bien vista… Aquello fue una verdadera utopía histórica.

Recordemos que fue el Papa Alejandro VI (un Borja español), quien tuvo la iniciativa de hacerles firmar en 1594 a las cortes de España y de Portugal el Tratado de Tordecillas, separando “los castellanos al oeste y los lusitanos al este del meridiano 50, a 500 kilómetros de Las Azores”. Bajo el influjo de los franciscanos de Cortés y los señalamientos del padre fray Bartolomé de Las Casas, desde 1543 se legislaba la abolición de la esclavitud, aunque se mantenía “la encomienda” que podía ser igualmente muy cruel; no obstante, en los territorios portugueses imperaba una especie de “ley de la selva” donde el indígena era considerado como una cabeza de ganado; de allí que en este contexto, en Sao Paulo se formaban bandas armadas de cazadores de esclavos, los feroces y crueles “mamelucos” paulistas.

Fue en esta terrible vivencia americana, donde nació y se sostuvo aquel intento de crear una  “república guaraní” por los sacerdotes jesuitas, empresa en la cual más de 200 padres morirían, 30 de ellos asesinados, en la lucha por asentarse en aquella feraz Mesopotamia alrededor de las gigantescas cataratas del Iguazú. Era aquel un territorio de unos 300.000 kilómetros cuadrados (dos tercios de lo que es hoy Francia), donde los jesuitas conquistarían la voluntad y el cariño de cerca de 200.000 indios guaraníes, o tupí-guaraníes, todos ellos en sus familias o tribus seminómadas, polígamos que practicaban la antropofagia con los prisioneros de guerra, pero que pudieron ser reunidos pacíficamente y así albergados en “las reducciones jesuíticas” establecerían un léxico y una gramática, redactada en castellano por Antonio Ruíz de Montoya y como habían convenido, ningún jesuita, desde 1615 fue enviado si no dominaba la lengua guaraní, y fue así, de esta “sencilla manera”, como los sacerdotes de la Compañía de Jesús lograrían compenetrarse con el pueblo guaraní.

Maracaibo, martes 14  de abril 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario