jueves, 2 de abril de 2020

La Bibliomanía


La Bibliomanía

El doctor Alois Pichler siempre estaba rodeado de libros. En 1869, Pichler, quien era  de Baviera, se convirtió en bibliotecario de la Biblioteca Pública Imperial en San Petersburgo, Rusia, con un salario de 3.000 rublos tres veces superior al del bibliotecario promedio. Pero Pichler sufría de una enfermedad irreprimible. Unos meses después de su ingreso, el personal descubrió que un número alarmante de libros estaban desapareciendo de la Biblioteca. Sospechaban de robo. Los guardias notaron que Pichler había estado actuando de manera extraña y comenzaron a prestársele especial atención.

Cuando en marzo de 1871, más de 4.500 libros ya habían sido robados de la biblioteca y ellos fueron encontrados en poder de Pichler se decidió llevarlo a un juicio. Su abogado alegó que el bibliotecario no tenía el control de su comportamiento, ya que venía siendo  influenciado por una "condición mental peculiar, una manía no en el sentido legal o médico, sino en el sentido ordinario de una pasión violenta, irresistible e inconquistable". La defensa  diseñada para mitigar su castigo, no funcionó, y Pichler fue declarado culpable de la oscura y pseudo psicológica enfermedad de la Bibliomanía, y fue exiliado a Siberia.

La Bibliomanía (Book Madness) era una especie de enfermedad que se había extendido por Europa a partir de Inglaterra durante el siglo XIX con síntomas tan peculiares como un loco frenesí por tener las primeras ediciones, las copias más raras, los libros de ciertos formatos y tamaños, con especial regusto por aquellos con cierto tipo de papel. Según el reverendo Thomas Frognell un neurótico amante de los libros en inglés, la "plaga del libro" había alcanzado su apogeo en París y Londres en 1789.

Después de la Revolución Francesa en 1799, los aristócratas franceses vendieron sus propiedades para huir del país y muchas bibliotecas privadas vaciaron sus estanterías. Los catálogos de subastas del siglo XVIII estaban repletos de libros franceses y los precios de los excelentes textos anticuarios al menos se cuadruplicaron en ese período. Hombres y algunas mujeres coleccionistas compraron libros para conservar y preservar el patrimonio literario de Europa, mientras que otros lo hicieron como un símbolo de riqueza y poder.

En este momento, la construcción de libros era un arte delicado y laborioso que se hacía completando el libro a mano, desde cortar el papel hasta crear la encuadernación, lo que agregaba valor. Entonces como ahora, los coleccionistas deseaban ciertos libros por razones muy específicas, como los tipos de letra que usaban. Un estilo caligráfico preferido era conocido como "letra negra". Existían ciertos tipos de libros que estimulaban “la manía”: las primeras ediciones, los libros impresos en letras negras, las grandes copias en papel, los libros sin cortar, las copias ilustradas, las copias únicas con encuadernación marroquí o forro de seda y las copias impresas en vitela.

Si bien hoy día ese tipo de comportamiento pareciera más bien un  acto de acaparamiento, en la Revista Journal of Art Crime, Anna Knuttson escribiría sobre aquella “Book madness” que parecía ser más seria ya que a su entender, “el placer que disfrutan los acumuladores al recolectar, puede ser tan profundo que podría definir la autoimagen de una persona y hasta darle incluso un propósito de vida”. Se planeaba igualmente que la cura de la bibliomanía vendría con la comercialización de libros. Su predicción se hizo realidad. Con el tiempo, el deseo de acumular, catalogar y preservar se hizo menos intenso con el advenimiento de tecnologías de impresión más eficientes con motor de vapor en la década de 1820. Pero la historia de “La Bibliomanía” sigue siendo una advertencia, relevante para los obsesivos de hoy.

Maracaibo, viernes 3 de abril, 2020.

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