sábado, 8 de febrero de 2020

El Zorzal (1)


El Zorzal

He querido ofrecerles nuevamente y en dos partes, para ubicarlo en el blog, este relato sobre la llegada de Carlos Gardel a Maracaibo. Lo hago por varias razones: 1-Originalmente y gracias a la aceptación de Jesús Ángel Parra, “El Zorzal se publicó en el No 14 de la Revista “Puerta de agua” de la Dirección de Cultura de la Gobernación del Zulia, en junio de 1996.  2- Estaba y estará siempre dedicado “A Enrique compadre y amigo de tangos”, un gran fotógrafo, del Sanatorio Antituberculoso y de la Facultad de Ciencias Veterinarias de LUZ, quien fuera pionero de la angiofluororetinografía en el país. Enrique Murcia Díaz. Finalmente: y 3ro- Porque lo incorporé a “Trípticos” un libro de relatos que permanece inédito por las conocidas dificultades para publicar que en nuestra Venezuela.

El Zorzal (1)

Yo nací en el Saladillo, claro que no me consta, en esa época yo estaba muy chiquito y de bola que no puedo acordarme, pero pa que vos veáis, con ese orgullo me enseñaron a vivir, ser maracucho y saladillero. ¿Qué más queréis? A todo tiro andaba jochándome de esas dos cosas, diciéndoselo a media humanidad; cuando coñito, me refiero, de a cada rato se lo sacaba al Perico; vos sabéis que él era del Empedrao y yo venía y le decía, mirá Perico, ¿vos me vais a echar a Santa Lucía con la Chinita? después montábamos esa discutidera... Pero así y todo, el Perico era mi mejor amigo.

Cuando carajito los cuentos de las vainas que a uno le ocurrieron son naturales, los de la edad, ¿comprendéis?, entonces todo era una felicidad, una pura inocencia y vos te creías todo lo que te decían, especialmente sobre ciertas jaibas, como los graves problemas del amor. Imagínate vos en aquellos tiempos... Es como cuando te hablaban sobre el origen de la gente, la procedencia pues, ¿me entendéis? Uno es de por aquí y puede que hay quien diga que ni le consta, pero uno se siente y sabe que es de aquí, otros ni se sabe, fijate que por estos predios siempre ha habido mucho camuflao, frijolillo tirándoselas de queso duro y quizás por eso será que uno se creía muchas vainas...

Fijate el caso del mudo, nosotros creíamos una cosa, como todo el mundo, hasta los argentinos se creían el cuento y hubiéramos jurado que teníamos razón, pero la verdad es que no era así. Yo siempre creí que él había nacido en el propio Buenos Aires, quien sabe si en una casita del barrio del Abasto... Figurate, pasaron los años, que podéis hacer, ellos pasan, muchos años y nosotros siempre en el mismo predicamento, muy creídos y tiempo después, bastante después de lo del avión si supieras, supimos la jaiba, conocimos la verdad. Te digo, él para nosotros seguía vivo... Lo tuvimos tan cerca, sólo un mes antes del desastre de Medellín y lo teníamos que mantener vivo, cantando en la garganta de todos, le oíamos el rasgar de su guitarra en las noches estrelladas. El sol del veinticuatro viene asomando, el sol del veinticuatro... Como si estuviera todavía entre nosotros. Los compañeros de mi niñez fueron sus tangos...

Para mí, también de un modo muy especial están mezclados los tangos con el recuerdo de unos ojos negros y de una tierna sonrisa, aquella niña de cabellos negros, rizados, recién lavados de boquita diminuta... ¡Cómo han pasado los años! Con el correr del tiempo, la imagen viva del hombre se nos fue transformando en un fantasma grandioso. Tampoco desapareció la imagen de la niña de la mirada triste y yo no pude lograr su materialización. Fantasmas que crecían cual si todo hubiese sido una leyenda, aquellos ojos y la figura del zorzal con su guitarra, él continuaba cantando y los de la cuerdita, ya disueltos algunos vínculos, lo seguimos admirando, pero cada quien por su lado, con su propia medida.

Creo que fue para ese entonces cuando vinieron los uruguayos diciendo que él había nacido en Tacuarembó y claro está, nosotros no les creíamos. ¡Después vinieron tantos entendidos! Hasta que al fin, ya ni recuerdo quien nos develó el secreto de su misterioso origen. Todos tenemos un sitio de origen, vos sabéis, ya a veces este es un secreto. Nosotros, maracuchos entendemos que somos de un sitio muy especial, pero hay algunas criaturas que son de una región del espacio, que está más allá de las vainas lógicas y entonces uno se explica por qué es fácil transformarse en fantasma y seguir vivo, otros cristianos somos seres humanos. No lo queríamos creer, pero las evidencias apuntaban a un origen terrenal para Charles Rumualdo Gardés.

Él había tenido un comienzo, de carne y hueso, él vino al mundo y no era etéreo, fue un 11 de diciembre, la ciudad fue Toulousse, el país Francia, el año 1890. ¡Vos te podréis imaginar nuestra consternación! Nos resultaba muy difícil de creer... Yo que lo vi en persona, metido bajo un ring de boxeo, ¡con todo el sol del mediodía maracucho sobre la cabeza!, yo no podía asimilar la idea así no más. ¡Imaginate vos! ¡El morocho era francés! No sé si te podré explicar, pienso que fue como una especie de lección, como para que se me grabara aquello de que no importa donde se nace sino donde larga uno el forro, ¿me entendéis? Y así; de bola, ¿veis?, yo entonces creí que entendería mejor ciertas jaibas, de esas que la gente llama, las vainas de la vida...

¡Imaginate vos! A las dos pasadas, Carlitos no tendría ni cuatro años cuando su madre Bertha se lo llevó a vivir en Buenos Aires, un carajito solamente, pero allí se iba a quedar, allí iba a crecer, a cantar y si no hubiera sido así, la historia sería otra. ¿Vos te podéis figurar como hubiera sido? Bueno vos te lo podréis imaginar, pero yo... A lo mejor si hubiese sentido desde temprano el sabor y la dentera de ese caujil tal vez no hubiera tenido que invertir tantos años buscando aquella mirada triste de una niña, imaginaria me figuro, porque ya no sé si fue real o soñada. Y no la vi más. ¿Será que todo es mentira? Es un solo tango, eso debe ser lo que llaman el destino. Todo es oscuro, como la noche afuera y llueve tanto y a lo lejos, el quejido de un bandoneón.

De estas cosas... ¡Qué iba a saber nada Majarete, ni el Perico y menos Cacha-floja que vivía idoebola! ¡Ni tampoco Bolaequeso, ni yo mismo! Ni soñarlo... Tantas ilusiones, durante tantos años, iban siempre a girar en torno a Gardel y nunca me lo hubieran creído mis amigos... Ya no vienen, ni siquiera a visitarme, cuerdaepillos, nadie viene a consolarme, nos hacíamos llamar los báquiros y no éramos más que una pila de carajitos bellacos. Andábamos juntos, la mañana del ansiado día de su llegada, nos apretujábamos entre el gentío, cogidos de la mano, no esperdigarnos era la consigna. Hace más años que el simborrio... ¿Te podréis imaginar?

La época del Presidente Pérez Soto, una mañana del mes de mayo y ese gentío sudando. De dril blanco y con pajilla los hombres, con paraguas las mujeres. Si te interesa, te diré que fue el treinta y cinco y todos los de la pandilla nos abrimos paso a codazos y patadas y logramos llegar al borde del malecón. Más cerca del "Libertador" no podíamos estar y como todos, mirando deaparriba, esperando verlo, soñando con oírlo. Sacá tu cuenta paqueveáis. Nosotros estábamos coñitos. Ahora ve como son las vainas, yo soy un viejo y él sigue igualito, no ha envejecido un año más, ni una cana, ni una arruga, ni un pelo se le despeina de su engominada cabeza y canta igualito, hasta suena mejor ahora. Es como si el tiempo no nos perdonara a algunos y a otros los respetara.

Fin de la primera parte; continuará mañana domingo:
Maracaibo sábado 8 de febrero del año 2020

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