martes, 6 de agosto de 2019

"Barkis quiere"


“Barkis quiere”

Al despertar esta mañana, en medio de mi tinitus, llegó a mi memoria una breve frase, o mejor dicho, dos palabras: “Barkis quiere”… Pensé y re pensé; pero me vi obligado a regresar a mis diez u once años cuando leía, en realidad re leía, a “David Copperfield” de Charles Dickens pues creí estar convencido de que de allí surgían estas dos palabras, afirmando algo, aunque ahora, no lograba recordar de qué exactamente se trataba…  Lo fui a buscar y tuve suerte; hallé el olvidado fragmento como parte de una charla entre David, el protagonista de una novela narrada en primera persona, y un cochero de apellido Barkis. Míster Barkis, era el cochero de Bloonderstone y David Copperfield hablaba con él sobre Peggotty, la vieja señora empleada de su casa…  

“-Ya ejecuté su encargo, míster Barkis -dije-, escribiendo a Peggotty.  -¡Ah! -dijo Barkis.  Estaba de mal humor y respondía secamente. -¿Es que no lo hice bien, míster Barkis? -pregunté después de un momento de duda.  -¡No! -dijo Barkis.  -¿No era aquel su encargo?  -Quizá usted hizo bien el encargo -contestó Barkis-; pero no ha pasado de ahí. No comprendiendo a qué se refería, repetí sus palabras, sólo que interrogando:  -¿No ha pasado de ahí, míster Barkis?  -¡Claro! --explicó, mirándome de lado-. ¡No me ha contestado!  -¡Ah! ¿Tenía que haberle contestado? -dije abriendo los ojos.  Aquello daba una luz nueva al asunto. -Cuando un hombre le dice a una mujer «que está dispuesto» -dijo Barkis, volviéndose muy despacio a mirarme- es como si se dijera que ese hombre espera una contestación.  -¿Y bien, míster Barkis?  -Pues bien -dijo, volviéndose a mirar las orejas del caballo-. ¡Este hombre está esperando una contestación desde entonces!  -¿Y no le ha hablado usted, míster Barkis? -No -gruñó Barkis mientras reflexionaba- No tenía por qué ir a hablarle. No le he dicho nunca seis palabras ¿y voy a ir a contarle eso ahora?  -¿Quiere usted que me encargue yo de ello? -dije titubeando.  -Puede usted decirle, si quiere -prosiguió Barkis dirigiéndome otra mirada lenta-, que Barkis está esperando una contestación. ¿Dice usted que se llama?  -¿Su nombre?  -Sí -dijo Barkis moviendo la cabeza.  -Peggotty.  -¿Nombre de pila o apellido? -preguntó Barkis. -¡Oh!, no es su nombre de pila; su nombre es Clara.  -¿Es posible? -preguntó Barkis.  Y pareció encontrar abundante materia de reflexión en ello, pues permaneció inmóvil meditando durante mucho tiempo.  -Bien -repuso por último-; le dice usted: «Peggotty: Barkis está esperando una contestación». Ella quizá le diga: « ¿Contestación a qué?». Y usted le dice entonces: « A lo que ya te he dicho». «¿A qué?», insistirá ella. «A lo de que Barkis está dispuesto», le dice usted. Esta extraordinaria y artificiosa sugerencia la acompañó Barkis con un codazo, que me dolió bastante. Después siguió mirando a su caballo como siempre, sin hacer la menor alusión al asunto hasta media hora después, que, sacando un trozo de tiza de su bolsillo, escribió en el interior del carro: «Clara Peggotty», supongo que para no olvidarlo”. 

Yo sí que había olvidado toda aquella conversación urdida por la imaginación de Dickens y ahora, gracia a la magia de internet, tuve a la mano la posibilidad de regresar al texto de “David Copperfield” y entender que todo giraba en torno al hecho de que Barkis el cochero estaba dispuesto a aspirar al amor de Clara Peggotty, y que esa emocionada posibilidad se traducía en aquella frase de: “Barkis quiere”, la que había me había despertado revoloteándome en la cabeza en la mañana de hoy, martes 6 de agosto del año 2019.

Mississauga, Ontario, el martes 6 de agosto de 1019


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