jueves, 18 de julio de 2019

Francisco de Quevedo



Francisco de Quevedo

La vida de Francisco de Quevedo corrió en paralelo a la del Imperio Español; Quevedo nació en 1580 cuando se unieron los dos imperios más potentes de aquel entonces, el propiamente español y el portugués, y falleció en 1645, dos años después de la derrota de los tercios en Rocroi, en la fecha que suele tomarse como el fin de la primacía española (https://bit.ly/2xJxJVV).

Quevedo nació en Madrid, en el seno de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís, en las montañas de Cantabria, Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá por ello pasó una infancia solitaria y triste soportando las bromas de otros niños y entregándose compulsivamente a la lectura. Quevedo tuvo que superar la amargura de quedar huérfano de padre a los seis años (1586), y le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; Además, en 1591, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro. 

Quevedo fue un autor muy conocido en su época, es recordado por su impecable uso de la lengua y por su fuerte y controversial personalidad. Prototipo del intelectual cortesano que exhibía su ingenio y con frecuencia le gustaba escandalizar, Quevedo pasó a la literatura popular como personaje de chistes con frecuencia groseros, volviéndose personaje de leyendas urbanas. Aunque sus obras no se publicaron hasta después de su muerte, sus composiciones circularon en manuscritos, y sus romances y sus letrillas se transmitían como canciones. Especialmente conocidos y celebrados fueron algunos poemas satíricos, que pasaban de mano en mano como poemas anónimos “Amor más allá de la muerte” es un soneto de poesía grave, reflexiva, en la que el poeta expresa sus sentimientos o ideas con un tono desgarrador. “…Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía, hora a su afán ansioso lisonjera; mas no de es otra parte en la ribera dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama el agua fría, y perder el respeto a ley severa. Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, venas, que humor a tanto fuego han dado, médulas, que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado”.

Durante su vida estudiantil, Quevedo escribió en castellano algunos opúsculos burlescos, desvergonzados y de mal gusto. La obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, presenta ejemplos de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral e inmoral heroica, circunstancial, descriptiva, religiosa y fúnebre. La poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del siglo XVII, es la producción más paradójica del autor: misántropo y misógino, fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Aproximadamente, un 40 % de sus textos son satíricos. También se aproximó a la prosa escribiendo, la primera versión manuscrita de una novela picaresca,  La vida del Buscón

En 1611 debió trasladarse a Toledo a causa del pleito contra la Torre de Juan Abad. Allí conocería al padre Juan de Mariana, se ganó la amistad de Félix Lope de Vega así como de Miguel de Cervantes y por el contrario, atacó sin piedad a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia siendo él mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas. Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su libro misceláneo Para todos. Quevedo fue un feroz antijudío y su judeofobia quedó reflejada "en todo tipo de escritos, incluyendo sus poemas satíricos" pero fue en los años de su lucha contra Olivares cuando escribe sus dos textos antisemitas más importantes": Execración contra los judíos y La Isla de los Monopantos.Sin embargo, el personaje más atacado sin duda fue Luis de Góngora, terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja, e indecente.

Siempre será difícil hablar de Quevedo, sin mencionar a Góngora, ya que fueron escritores enfrentados. Los primeros poemas de Quevedo imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora y aparecieron bajo seudónimo  de “Miguel de Musa”. El poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación atacándolo con una serie de poemas, que fueron el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés. Por su parte, Quevedo en su sátira A una nariz, se ensañó con el apéndice nasal de Góngora, pues el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos. (Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado). En su descargo, Góngora le correspondió casi con la misma violencia, tachándole de cojo, borracho "Francisco de Quebebo", contrahecho y mal helenista. Al morir, Góngora dejó en estos versos, constancia de la deuda contraída con Quevedo. “Musa que sopla y no inspira y sabe que es lo traidor poner los dedos mejor en mi bolsa que en su lira, no es de Apolo, que es mentira”.
 
En 1622 había vuelto a ser desterrado brevemente, pero la entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del conde duque de Olivares, cuya amistad supo ganarse trabajando como libelista para él. Quevedo acompañaría al joven rey en viajes a Andalucía (1624) y Aragón (1626), algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. En marzo de 1624 una nota de la Junta de reformación de costumbres señala que una mujer llamada Ledesma "estaba amancebada con don Francisco de Quevedo y tienen hijos". El 25 de septiembre muere en prisión don Pedro Téllez-Girón, y Quevedo lo lamenta en unos célebres sonetos. En 1627 Quevedo escribe en su comedia Cómo ha de ser el privado, adulando al Conde-Duque. Su enfrentamiento con los carmelitas a causa de la cuestión del patronazgo se vuelve cada vez más virulento; a fines de febrero de 1628 escribe su Memorial por el patronato de Santiago y se imprime en Madrid con tanto éxito como el Buscón o los Sueños, y es de nuevo desterrado a la Torre, aunque en diciembre le autorizan a volver de nuevo a la Corte.

Quevedo había salido del encierro achacoso y muy enfermo en junio de 1643; en 1644 publicó, la Primera parte de la vida de Marco Bruto y La caýda para levantarse, el ciego para dar la vista, el montante de la Iglesia en la vida de San Pablo Apóstol. Renunció a la Corte para retirarse a la Torre de Juan Abad, definitivamente en noviembre de ese mismo año y fallecerá en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. 

Mississauga, Ontario, jueves 18 de julio, 2019

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