sábado, 7 de abril de 2018

El embrujo telúrico



El embrujo telúrico *

Detallarás su figura a contraluz, percibirás el perfume dulzón que la envuelve, en penumbras ante el ventanal, husmearás su cuello y detrás de sus orejas, y estarás respirando agitado. En la distancia observarás el río iluminado, y rodearás sus hombros con tus brazos, mientras le escucharás emitir un leve gemido, y será ella quien buscará tu boca con ansiedad, y tú la abrazarás como si no hubieses querido nunca en la vida desprenderte de ella. La besarás mientras tus manos recorrerán su cuerpo, palparás su vientre tenso, sus caderas, y cayendo rendido a sus pies, te aferrarás a sus piernas, y también ella, abrazada a ti, murmurará quién sabe qué cosas, y ya, de rodillas, ambos, se besarán apasionadamente.

Sus manos te explorarán delicadamente y tú las atraparás para besarlas, ella con voz muy queda te dirá que la dejes hacer, y desabotonará tu camisa, sus manos buscarán tu correa, y mientras sentirás su cálido aliento acariciarás su cuerpo besándola. Entonces te pondrás de pie, y la levantarás para depositarla con suavidad sobre la cama. Ella desatará tu correa y te irá desvistiendo y tú la irás desnudando lentamente, llenándola de besos y murmullos. Continuarán jugueteando mientras la ropa toda caerá al piso alfombrado y el aire acondicionado les obligará a introducirse bajo las sábanas y a tironear de la colcha.

Regresarás desde el dulzor de su saliva a recorrerla toda con tu lengua, acariciarás sus labios, sus orejas, besarás sus ojos, y percibirás como  sus manos te recorrerán hasta hacerte cortar el aliento. Así se estarán ambos lamiendo, besando sorbiendo, y entre ellos murmurarán frases sin sentido. Tú, enhiesto, acariciarás su vientre, percibirás como se contrae hasta ponerse pétreo, y te sumergirás en ella para mordisquear su pulpa suave, y así caerás en un remolino de esencias y de líquidos que te arrastrará hasta el borde de sus gemidos de dicha. Ascenderás besándola, y saborearás la dureza de los pezones erguidos en sus grandes mamas, y ambos se dejarán arrastrar por la corriente, flotarán a ratos en el aire, y regresarán para unirse con deleite en la movediza arena y en los meandros del pasado hasta quedar chapoteando en los latidos y los espasmos del presente.

Los dos darán vueltas y revueltas creyendo percibir los embates de la mar oceana ante el gran río cuando este se abre en la inmensidad del delta, y cientos de gaviotas revolotearán sobre ellos. El sol calentará en un cielo de zafir y después lloverá, y vendrá el nublado, y luego con la humedad de la hojarasca y todas las fragancias del bosque umbrío, ellos irán hasta el límite mismo de las aguas más límpidas. Ya en el después, los besos con más calma, se verán ambos cuajados de gotas de rocío que brillarán con chispas azules y magenta, como las estrellas en el cielo negro de la noche, lejana, a través del ventanal, y desde la penumbra de la habitación, exhaustos, plenos de amor, abrazados luego de quererse sin cordura, se dormirán tomados de la mano...

(*) Texto extraído del capítulo 17 de mi novela “Ratones desnudos”. Editorial elotro@elmismo, 2011
Maracaibo, 6 de abril de 2018

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