martes, 19 de septiembre de 2017

… en La Habana… ( I )



… en La Habana…

Si yo arranco ahora escribiendo de nuevo un fragmento del texto de uno de los capítulos de mi novela “Escribir en La Habana”, siento que puedo hacerlo sin remordimientos, por aquello de que “la literatura se hizo para re leerla”. Sin duda que no faltará quien piense que estoy “apuntando fuera del recipiente” o que “es un re-frito”, o que se le ocurra creer que debe ser por la narcomanía existente que me dio por retrotraerme a etapas más allá de este siglo… Para hacer más digerible su lectura, dividiré el texto en 3 partes, así obligaré al lector a buscar en un par de días, la 2da y luego la 3ra parte de esta especie de reláfica mayombera, extraída de los capítulos IX y X de una novela que fue premiada el año 1994 en el más antiguo concurso literario (Bienal José Rafael Pocaterra del Ateneo de Valencia) que existía, en la antes llamada, República de Venezuela.

PRIMERA PARTE
“Si yo arranco ahora escribiendo sobre nuestra loca idea de ir a visitar a un centroamericano desconocido en un hotel con nombre mitológico, de comiquita, el Tritón, que dicho sea de paso, ni sabíamos dónde quedaba, es como para pensar que Eduardo y yo nos volvimos locos o que aceptamos una propuesta de Alex Rodríguez para unirnos a las fuerzas de espionaje del Ministerio de las FAR cubanas. Nada más peregrinamente alejado de la realidad. En verdad somos dos médicos, inmunólogos, de España (mejor dicho, del País Vasco) y de Venezuela. Primovisitors ambos en la Cuba revolucionaria del año milnovecientos ochenta y nueve, por lo tanto, nada más absurdo que el disparate con el cual inicié este párrafo; que nadie ose pensar en estas desquiciadas hipótesis (la verdad es que no caímos en esa volada). Lo que si fue un hecho incontrovertible y grande como una casa, es lo que yo (y pienso que igualmente Eduardo), sufrimos de ese fenómeno, aquel que en mi país se denomina, pasársele a uno la pea, o lo que es igual, el incidente de la lectura de los negativos nos borró todos los rones de nuestro cerebro y quedamos listos para reanudar las acciones. (No era para menos, ver a nuestra preciosa Sissi emperatriz camarita en mano, como si Romy estuviese interpretando un rol protagónico en una película de aquellas en cinemascope sobre un Berlin amurallado en medio de la más virulenta guerra fría). Se fue Natascha y yo le dije a mi amigo, (como si nos convidara el propio Manuelito Barrios), ¡vamos a beber! Anonadados, estáticos, con los ojos claros y sin vista pero con la mente muy despierta, así nos dejó nuestra amiga cubana después de fotografiar cuadro a cuadro los microfilmes. Por eso, lo primero que decidimos hacer, fue conversar para tratar de sincronizar nuestras mentes. Pesé en que quizás existían micrófonos en las lámparas y así se lo dije a Eduardo. ¡Coño hombre! ¿Crees que nos están grabando? ¡Tú si tienes cojones!, y se carcajeaba el condenado. Pronto me dije (o me atreví a decir en voz alta), ¡nojó!, ¡que se vayan bien largo al carajo todos los que nos estén escuchando! Eso de los micrófonos era ya un ataque de paranoia y ¿quién podría ser paranoico ante la constante echadera de vaina de Eduardo? Frente a frente, nos sentamos, tomamos papel y lápiz y nos propusimos a escribir lo que cada uno había sacado en claro de todo aquel despelote de la noche. In situ, cada uno por separado pero con un cerebro diferente, llegamos a similares conclusiones. La idea fue todo un éxito. Cuando cotejamos nuestras explicaciones las coincidencias eran sorprendentes. Aún tengo el papel en mi bolsillo, por lo que podría transcribirlo directamente. (Como espía en una película hubiese sido un fracaso; se imaginan el disparate de guardar un papel lleno de estrambóticas posibilidades en el bolsillo ¡durante todo un día!). Lo resumiré en beneficio de todos. En un tiempo, (es difícil de precisar cuándo), pero todo nos hace suponer que en cierto momento, se traficó cocaína desde Panamá hasta la isla. Esta actividad contaba con el apoyo del general Noriega de varios cubanos con posiciones claves en uno de los Ministerios de Cuba. Esta situación ya se conoce y está siendo examinada o revisada en la actualidad. Aquí es donde encajan nuestros amigos, Alex y Natascha. Ellos están en conocimiento de asuntos muy delicados sobre el tema. No sé si la información está en el microfilm, pero Eduardo y yo pudimos captar la idea de que hay grandes sospechas sobre algunos personeros muy importantes dentro del gobierno y dentro del partido. Me imagino que, por todo lo dicho, mi información (es decir la que iba en el microfilm), les cayó de perlas. No sé si los implicados son intelectuales, militares, disidentes o como decimos por allá sencillamente gente del hampa común, pero parece haber unos cuantos infiltrados protegidos, en un negocio que suena muy turbio, pero que quizás ha resultado muy lucrativo. Ellos creen que alguien en la isla, le facilitó el negocio a Noriega (a quien todos reconocen como doble agente de la CIA del propio gobierno cubano). Estos manejos sobre narcotráfico posiblemente fueron ejecutados por personeros que no son del ejército cubano, pero en realidad son muchas nuestras lucubraciones, sobre todo porque la segunda parte de la información del microfilm estaba totalmente en clave, pero ambos pensamos que parecía indicar que se estaba dando una operación, ¿en marcha?, ¿dónde? (vaya usted a saber puesto que esto lo parimos Eduardo y yo). Concluimos con la impresión de que Escobar el capo de Medellín habría visto la conveniencia de utilizar las oficinas del gobierno cubano en Panamá y al mismo Noriega, para tener a Cuba como puente y meter cocaína en los Estados Unidos. Entre la frondosa verborrea de Alex Rodríguez pudimos captarle el nombre de Félix y saber que este hombre es un intermediario quien está alojado en el hotel Tritón, pero no sabemos cómo funciona esa conexión. Si acaso este hombre es el contacto de la vieja del paquete, o si es algo más gordo, ¿cómo saberlo? Tampoco nos dio la impresión de que nuestros datos fuesen cruciales, no lo sé... (Quizás fueron muy fríos en sus expresiones, ¿tal vez fue exprofeso?). En esto de ser enigmática, calculadora y estricta (ni hablar de la sorpresa que me estaba dando mi adorada Natasha) no nos pareció que ella estuviese muy emocionada después de leer el microfilm, ni el mismo Alex se notaba alborotado a pesar de su parloteo incansable (¡curiosa actitud para un funcionario en la posición que parece ocupar!), por eso, se me hace muy difícil imaginar un Cicerón habanero (como espía no como orador) si es un lengua floja, con él fallaría cualquier conspiración, y Fidel o el Fürher estarían a salvo. Lo que parecía evidente era que ni Alex ni Natasha tenían idea de cómo y porqué desde Venezuela llegaba yo (estúpidamente), portando esa misiva. Espero que se me considere inocente de toda culpa, pero igualmente pueden pensar que tengo algunas claves, que conozco contactos, o ¿qué sé yo? Yo, ¡el encargado de mover las redes de la cocaína colombiana desde Panamá hasta sus contactos cubanos! (¡Vaya pal Callao!) Qué infernal problema por haber aceptado un encargo en el aeropuerto. Bien, yo he sido de lo más sincero... También, (lo supimos a través de Alex), la vía para trasladar la droga hasta la Florida eran los balseros que se esconden en las playas de Varadero y que pasan hasta las costas de norteamérica como ir y venir Pedro por su casa. (¡Oh sorpresa!). No sé quién es la señora, si de veras será tía de una linda joven que vive en Venezuela, y ya lo dije, me atemoriza bastante pensar que ella, la chica, me esperará al regresar y, ¿cuándo me pregunte por sus chancletas y por su tía? ¿Qué debo yo decirle? ¿Todo se descubrirá? ¿Qué tal si a mí me meten en este entuerto y me pasan por el filo? Me lo merezco por haber metido las narices donde no debía (o en realidad fue la linda naricita de Anabella, virgen pura a quien ahora los querubes seguramente arrullan en su cama), y es Poe y su Cuervo sepulcral quienes me dicen, ¡nunca más! ¡He decidido no involucrarla en esto! Francamente, nunca jamás... Viene a mi mente el crujido triste e incierto de las rojas colgaduras y me llena de fantásticas pavuras de manera que el latido de mi pecho no me deja ni pensar... Ya estamos sobre el burro. Eso le dije a Eduardo, y él (cómo si fuera un etarra vulgar y silvestre, de esos que ponen bombas), sólo me dijo. ¡Echémosle cojones! ¡Nada! Pues así fue. Salimos disparados, nos conseguimos un taxi y ¡coñó!, pues no era tan tan lejos, en un suspiro fuimos a parar al propio hotel Tritón. Entramos al hotel y los dos nos quedamos mirándonos como un par de estúpidos. Allí ante el mostrador de la recepción yo le dije a Eduardo. ¡Qué de bolas las nuestras! ¿Cómo coños no lo pensamos antes? Sin apellido, sin la habitación, solamente con el nombre del inquilino (el gato Félix) y con un nombre o un apellido que dejó colar Alex y que sonaba algo así como, como Rui o Ruices, otro intermediario que ellos tenían ya ubicado, sin saber ni siquiera qué podía tener que ver la tía del paquete, sin más información, pues ¡no íbamos a ir muy lejos! Entonces tomamos una decisión trascendental. Nos fuimos al bar del hotel y nos tomamos dos rones cada uno, mirándonos las caras, mientras discurríamos esforzadamente hablando muy poco. Un momento después estábamos recibiendo varias insinuantes propuestas de un par de jóvenes, una mulata, que de paso estaba bien buena, y otra morenita clara de grandes ojos amarillos que no se quedaba atrás. ¡Coño! Me dijo Eduardo. Recontracoños, le respondí yo. ¡Creo que estamos haciendo el papel de unos espías, bien pendejos! Para mí, estábamos más perdidos que el hijo de Charles Lindbeergh y nada menos que en La Habana churigueresca del franchute Alejo Carpentier. Cuando se lo dije y le señalé como las mujeres comenzaban a enfilarnos la proa, Eduardo se rió estrepitosamente (qué clase de espías más ridículos) y yo parodiando a Tito Rodríguez le dije. Creo que es mejor que, me salga a la calle, porque (le informé disimuladamente a mi amigo), aquí estamos buscando un amor, o un gonococo, y con el día que hemos pasado, ¡vergación!, yo que te lo digo, es mejor que salgamos a la calle, buscando un consuelo, buscando lo que sea, (todavía no sabía qué, porque ignorábamos qué cosa era la que estábamos viviendo).

Fin de la 1era parte
Maracaibo 19 de septiembre de 2017

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