sábado, 1 de julio de 2017

Alfonsina y Quiroga, la selva y el mar.



Alfonsina y Quiroga, la selva y el mar.

Alfonsina y el mar es una zamba compuesta por el pianista argentino Ariel Ramirez  y el escritor Félix Luna, publicada por primera vez en el disco de Mercedes Sosa Mujeres argentinas, de 1969. Yo la escuché por primera vez cantada por alguien en un evento de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica, en Valera, Estado Trujillo organizado por el Dr Alberto León, casi con toda seguridad en 1974 y me llamó mucho la atención. Después seguí escuchándola, la cantaba mi amigo Eduardo-Blasco y sin conocer la historia de la poeta siempre me pareció su letra y música hermosa. La canción es un homenaje a la poeta argentina Alfonsina Storni, que se suicidó en 1938 en Mar del Plata, saltando al agua desde una escollera, aunque, según la canción, se internó lentamente en el mar. Ariel Ramírez no conoció directamente a la poetisa, ésta fue alumna de su padre, Zenón Ramírez, quien trasmitió a su hijo el drama de la poeta Storni. Impresionado por estos recuerdos y por las poesías de Storni, que le trajo Félix Luna, Ramírez compuso la música y Luna aportó después la letra. La canción fue publicada en formato de simple de 33 1/3 por Philips en 1969. Aprovecho para divulgar algunos detalles, e inicialmente,
aquí va la letra de “Alfonsina y el mar”:
Por la blanda arena que lame el mar/ su pequeña huella no vuelve más./ Un sendero solo de pena y silencio llegó hasta el agua profunda./ Un sendero solo de penas mudas llegó hasta la espuma./// Sabe Dios qué angustia te acompañó/ qué dolores viejos calló tu voz,/ para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas./ La canción que canta en el fondo oscuro del mar, la caracola.//  Te vas Alfonsina con tu soledad,/ ¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?/ Una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y la está llevando/ y te vas hacia allá como en sueños, dormida, Alfonsina, vestida de mar./// Cinco sirenitas te llevarán/ por caminos de algas y de coral/ y fosforescentes caballos marinos harán una ronda a tu lado;/ y los habitantes del agua van a jugar pronto a tu lado./// Bájame la lámpara un poco más,/ déjame que duerma, nodriza, en paz/ y si llama él no le digas que estoy, dile que Alfonsina no vuelve más,/ y si llama él no le digas nunca que estoy, di que me he ido.///  Te vas Alfonsina con tu soledad,/ ¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?/ Una voz antigua de viento y de sal te requiebra el alma y la está llevando/ y te vas hacia allá como en sueños, dormida, Alfonsina, vestida de mar.///
 


Una anécdota dice que un día Alfonsina Storni estaba en la mesa de un bar con su amigo Santiago Cozzolino y le dijo: “Estoy enferma de soledad... ¿No cree usted que yo debería haberme casado? Pero nadie quiere casarse conmigo”. El amigo reaccionó así: ¡Cásese conmigo, Alfonsina! De una tertulia literaria habida en Santa Fe, Alfonsina obtuvo un romance y de allí un hijo, Alejandro. El nacimiento se produjo en 1912 y del parto nació otro verso célebre: Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,... ¡lo que sea! Las relaciones de Alfonsina Storni, madre soltera y feminista, fueron circunstanciales y desmentidas. El escritor uruguayo Horacio Quiroga, que había llegado de su refugio en San Ignacio, Misiones, durante el año 1916, conocería a Alfonsina Stormi en 1922 cuando ella frecuentaba la casa del pintor Emilio Centurión, de donde surgiría el grupo Anaconda. Horacio Quiroga era ya el autor de sus libros más importantes, Cuentos de la selva, Anaconda, El desierto, y vivía modestamente de sus colaboraciones en diarios y revistas donde desempeñó un papel protagónico en el intento de profesionalizar la escritura. Alfonsina había publicado sus libros Irremediablemente (1919) y Languidez (1920).  

A Alfonsina le venía gustando “esa cosa trágica, insolente y animal de Quiroga”. También la fama de lobo estepario y perseguidor de doncellas. Compartieron conferencias, tertulias, provocaciones y la pasión por Wagner. Quiroga la nombraría frecuentemente en sus cartas, sobre todo entre los años 1919 y 1922, y la destaca entre un grupo donde había otras mujeres escritoras. Sin embargo, cuando Quiroga resuelve irse a Misiones en 1925, Alfonsina no lo acompañará. En 1927 Quiroga contrajo segundas nupcias con una joven amiga de su hija Eglé, con quien tuvo una niña. Sintiendo el rechazo de las nuevas generaciones literarias, Horacio regresó a Misiones para dedicarse a escribir en la selva y a la floricultura. 

El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada de un cáncer de mama. Tuvieron que quitarle el seno derecho y nunca se recuperó del todo de este mal. A partir de entonces ella vivió en un progresivo enclaustramiento en su propio hogar. Horacio Quiroga sintetizó las técnicas de su oficio en el Decálogo del perfecto cuentista, estableciendo pautas relativas a la estructura, la tensión narrativa, la consumación de la historia y el impacto del final. Incursionó asimismo en el relato fantástico. Algunos estudiosos de la obra de Quiroga lo relacionan con Edgar Allan Poe y Baudelaire por la fascinación con la muerte, los accidentes y la enfermedad, quizás debido a la vida increíblemente trágica que le tocó en suerte. Quiroga, pensó que en medio de la selva podría vivir tranquilo con su mujer y la hija de su segundo matrimonio, pero un avatar político provocó un cambio de gobierno, que rechazó los servicios del escritor y lo expulsó del consulado. Un avanzado estado de su enfermedad prostática lo hizo padecer de dolores y dificultades para orinar, hasta que una cirugía exploratoria reveló que sufría de un avanzado cáncer de próstata, intratable e inoperable. La madrugada del 19 de febrero de 1937 Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos entre espantosos dolores.

 Alfonsina le dedicaría un poema de versos descarnados: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales,/ Y así como en tus cuentos, no está mal;/ un rayo a tiempo y se acabó la feria…/ Allá dirán/ Más pudre el miedo, Horacio,/ Que la muerte que a las espaldas va./ Bebiste bien, que luego sonreías…/ Allá dirán”. Dos años después la salud de Alfonsina empeoraba y ella presentía el final. También le costaba seguir adelante producto del dolor y de su estado anímico. En esta etapa sus poesías expresan sentimientos de muerte maximizados por el suicidio de Horacio. Finalmente, la poeta se suicidó en Mar del Plata en 1938 arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres.

Maracaibo 2 de Julio del año 2017

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