ANCIANATO
Ay Jacobito de mi alma, mi hijo querido, al fin llegas, ya creía que
me ibas a dejar sin verte hoy, un domingo. Dios escuchó mis súplicas, gracias por
venir, hijo. No sabes lo seria que es esta situación, esto de llegar a vieja,
¡ay mijito!, y tener que vivir todavía defendiéndome de los demás… Eso sí que
es bien serio mijo. Te fijas, es lo que siempre he dicho, tal vez si Dios me
hubiera dado una hija hembra las cosas serían diferentes, quizás viviría con
ella, quién sabe... Pero, ¡dígame si se hubiera casado con un ogro! Yo no me
quejo mijo, es que estoy vieja, y es por eso que digo estas cosas, hablando de
lo que nunca ocurrió, ¿cómo le parece? Yo sé que usted no me olvida, mi hijo
lindo, no lo vaya a hacer nunca, no ve que este asilo, este ancianato más que
un hospital, es una cárcel. ¡Una prisión! Pueden llamarla casa-hogar,
villa-salud, como quieran decirle, pero esta es una casa de locos, de viejos y
de viejas que no están en su sano juicio, y el director es otro loco. O puede que
sea bobo, más bien se hace el bobito, eso creo yo por qué sino ya habría metido
en cintura a sus enfermeras, a sus vigilantas, a esa cuerda de mujeres malas
que trabajan aquí, por turnos. Ay, ni le cuento mijito, esto es algo muy serio.
Imagínese que aquí hay bastantes viejas, señoras ricas, pero muy ricas, fueron
mujeres con dinero y posición, ¡y ahora!, no saben ni donde andan, ni en qué
día viven… Es que ellas viven en la luna... ¡Es terrible mijito! Figúrese que
yo soy de las más viejas, en edad, pero yo tengo mi cabeza bien puesta. ¡Ay si
yo le contara! ¿Se acuerda de Luz Marina?, ¿la viejita que le mostré el otro
día?, ella es una señora muy dulce y muy fina, ella, la que tiene un hijo que
es político y sale mucho por la televisión, a cada rato, ¿ya sabe de quién le
hablo?, bueno, Luz se cree una señorita. Vive pensando que está en su casa de
niña, ella es como si no fuera de este mundo y algunos días no para de hablar,
llamando a su marido que hace añales que se murió y a su hija, que te diré, es
la única que de vez en cuando viene a verla, bueno a su hija, ella le dice
mamá. ¡Que cabeza!, y yo entiendo mijito, usted me explicó que era todo eso de
la arterioesclerosis, pero algunas veces me da mucho sentimiento. Es muy
injusta la vida para con los viejos. Nosotros también somos parte del mundo y
de la vida. Fíjese que yo, oyendo a Luz Marina es como si fuera yo misma, es
verme cuando era jovencita, allá en mi tierra con papito y mamita y con mis
hermanos y me da una cosa, me pongo triste, pero otras veces, ella se pone
impertinente, por qué es que habla y habla y sólo quiere que la estén
atendiendo, oyéndole las loqueras que dice, algunas veces tengo que mandarla a
callar e igual no me hace caso, pero no se enoja, porque todo lo que vive
ahora, todo lo que le ocurre, se le olvida. Pobre Luz, tan delicada, le encanta
que la vistan de rosado, con vuelos y con encajes, tiene ropa linda y cuando
las mujeres le ponen un mono rosado yo digo que se parece a la pantera rosa,
así de flaquita se ve, y algunas veces le ponen un cintillo y una flor en la
cabeza, como que si estuviera loca. Pobrecita. Que cosa tan seria es la
arterioesclerosis… Ojalá no me ponga yo así, ¡Dios me libre! Figúrese, ¡y esto
sí que es el colmo!, que ella estaba allí, sentada frente al televisor,
estábamos a punto de ver la novela de las dos de la tarde cuando me di cuenta
yo, ¡por el olor!, y llamé rápido a Otilia, pero, como dijo la lora mijito, ¡ya
para que!, era tarde, pues llegó Otilia corriendo y le gritó, Luz Marina ¿otra
vez te cagaste?, así le dijo, porque Otilia, como todas las mujeres que
trabajan aquí no tiene ninguna educación, pues era muy cierto, Luz Marina se
había echado una pupuneada de espanto y brinco, así que de allí se la llevaron
para el baño y quedó la sala pestífera, y bueno, las demás, no entendían del
porqué de la hedentina, no ve que están tan idas como Luz Marina, así que tuvo
que venir Marga y echar unos baldes de agua con jabón y un detergente y
llevarse el cojín del sillón… Es por las lentejas, ¿sabe?, yo se lo dije a
Marga ayer por la mañana, no le den lentejas a Luz porque ella estuvo mal del
estómago, la llevaron como tres veces al baño toda echa una plasta, pero no me
hizo caso, y ya ve lo que nos sucedió, eso fue ayer, ¿le dije?, bueno bastó y
sobró que le hubiera dicho a Marga que no le diera las lentejas, le puso el
plato enfrente en el almuerzo, un plato rebosado, ¡y ella que iba a saber de
lentejas!, se lo comió, con hambre, tenía hambre por la cagantina que había
sufrido el día anterior, pues dicho y hecho, nos aguó la novela de la tarde,
nos las chorrió… Yo por lo menos, tuve que irme del sitio, estaba irrespirable,
así que dígame usted si no son ganas de fregarle a una misma la vida, porque
todas padecemos con eso. Bueno, es cierto, ellas también se la aguantan, porque las diablas son la que la limpian,
pero Luz Marina está feliz, como que si no fuera con ella mijito, de los más
fina y delicada, igual sigue orinándose contenta, acabadita de bañar y de
vestir y Ofelia, vuelve a llevársela para el baño. Por eso yo algunas veces
quiero darle un puntico a esas mujeres, no son mujeres, son unas diablas,
todas, no se salva ninguna, trabajan mucho, es cierto, pero escúcheme mijito,
son malas, yo las tengo precisadas, todas se desquitan con las pobres viejas, algunas
las burlan, otras las maltratan… Yo las he visto, no sólo es que las amarran,
bueno algunas ni que las aten, vivirían en el suelo si no las amarran, se
escurren de las sillas, se caen de las camas, por eso tienen órdenes de
amarrarlas, pero son muy crueles, esas mujeres, yo que se lo digo mijito,
yo que si estoy con mi cabeza bien
puesta las he visto... Florecita, la que es de Chejendé, ¿se acuerda que se la
mostré una vez?, bueno mijito, a esa la puse yo, el Gran Houdini, es experta en
zafarse de cualquier amarra y tienen que tenerla amarrada porque tiene la
actividad de una ardilla, es muy inquieta, el otro día la encontramos encima de
la mesa, ¡de pie!, se imagina el susto de todas, las demonias, las carceleras,
bueno mijito, las mujeres esas que se visten de enfermeras tienen que vigilarla
todo el tiempo, es una reina del escapismo. y usted, cuando menos lo espera, la
tiene ahí, paradita, a su lado y yo le digo, pero Florecita, ¿cómo te sueltas?,
y ella se ríe, pobrecita, ella sí que no tiene la más remota idea de quien es
ni de donde vivió… Ella tiene muchos hijos y nietos, pero casi nadie la visita,
¡no ve que ella ni los conoce!, a ninguno. Hace una semana vino uno de sus
hijos y ella ni le habló, es muy inquieta y por eso la tienen vigilada, ¡pero
es más buena!, ¿no le conté?, una noche me desperté y estaba paradita al lado
de mi cama, que clase de susto me dio, casi me mata de un infarto y yo le dije,
¡pero muchacha Florecita!, estaba desnuda en pelota, flaca como una lagartija,
puro hueso y pellejo, se sentó a conversar disparates y yo con el timbre
pegado, sólo al buen rato aparecieron las demonias, refunfuñando llegó Miladi y
¡claro!, sólo dijo, ¡ay Dios del cielo, se soltó Flor!, que buen susto pasamos.
¿De esa Miladi no le hablado yo mijito?, ¡cómo no!, es una negrita, ella es
dominicana y es muy buena, debe ser porque es joven, siempre anda riéndose, es
muy simpática la negra, bueno, es también una demonia, pero puede ser una
diablita cariñosa, le hace muchas carantoñas a las viejitas y a mí me trata con
respeto, me figuro que por lo jovencita, todavía no se ha obstinado y no está
tan amargada como las cuidadoras viejas, ¡dígame usted si viera como trabaja
Aura!, la grandota que le mostré hace tiempo, ella está ahora en los turnos de
la noche, ¡qué mujer más fregada!, esa si es mala, es una boxeadora, como una
mole, ahora se tiñó de amarillo las greñas, los cuatro pelos llenos de canas
que tiene, porque ella se las da de que es muy joven… Yo creía que ella era del
centro del país, ¡no mijito!, ya averigüé, también es colombiana, ¡y de la
selva!, de un pueblito casi en la frontera con Panamá, ella es como una
luchadora, les aplica llaves a las viejitas, es una fiera, y las pobres ¿qué
van a decir?, ¡si están casi todas espalometadas! Yo si me doy cuenta de las
cosas, y ella, yo creo que sabe que la estoy vigilando. Ella y muchas de las
diablas ya me conocen, saben que las vigilo y las podría acusar, si de algo
sirviera eso... Conmigo ellas no pueden. Quisieran controlarme, pero yo no me
dejo, nada de eso, a mí no me van a dar la comida en la boca y menos que vengan
a querer bañarme, ¡no mi señor!, no lo permito, yo voy sola al baño y nada de
estar abriéndome la puerta, ¿para verme?, ¡que se han creído esas diablas!, yo
me encierro, el otro día una de ellas como que estaba apurada, quería tumbarme
la puerta a golpes, ¡usted se espera!, así le dije, no ve que no saben de educación
ni de nada, y es que ¿de dónde?, son muchas de ellas colombianas, las que son
dominicanas yo creo que son más alegres, ¡pero más brutas!, me figuro que
cobrarán menos que las de aquí, pero si es que mijito, ay, ¡si le cuento!, ¿el
administrador del asilo?, ¿sabe quién es?, pues Luis Ernesto, mijo, ya lo
averigüé, ¿se acuerda que yo creía que él había nacido en Ureña?, después creía
que era de Aguas Calientes, no mijito, ni se imagina. Me senté con él y lo
confesé, ¡ajá!, entonces supe que era colombiano, él dice dizque es cucuteño,
pero a mí se me pone que es de Bucaramanga, o de más allá, ¡reinoso vea!, y que
le cuento, tienen una chorrera de hermanos y de primos, familiares de él y de
su mujer que entran y salen de este presidio como si esta casa fuera una
agencia de viajes, de viejas no, de viajes, para Colombia. A mí se me pone que
son contrabandistas, o algo peor, pero todavía no lo he podido averiguarlo
bien. ¿Así que como le parece? ¡Donde tiene que vivir su madre!... Sí, es
verdad. Sé que es muy caro, ya sé que cada vez le suben más la cuota de la
mensualidad, ¡ay Dios Santo!, y pensar que nos rematan con unas sopitas y unos
guarapitos… ¡Que negocio! También es cierto hijito que no todo es tan serio,
así que aquí hay días que hasta me divierto… Está este joven, Luis Ernesto, el
jefe de la casa, es un hombre amable, es decente, con él se puede hablar. Ya
usted sabe cómo son de conversadores los cachacos, y a él le he contado muchas
cosas que he visto, cosas muy feas!, y él me promete que las arreglará,
especialmente lo que tiene que ver con las diablas, pero yo no lo creo, si se
le van esas mujeres, ¿cómo se desempeña con este caserón tan grande?, dos pisos
llenos de viejas, miándose y pupuneándose todo el día y para colmo muchas de
ellas ricachonas y otras con menos riales, pero a él le entran muchos
bolívares, no se crea que no mijito, y no va a querer perder su negocio. Así
que aquí nos tiene, que si calditos y guarapitos de panela... No se me vaya a
mortificar mijito, que yo sé que no hay muchos otros sitios para escoger y
menos sitios como este, con enfermeras y con medicinas, atención todo el tiempo
como dicen ellos, ¡miiií!, pero ¿qué puedo hacer yo?, decirle que aquí estoy de
los más contenta, que esto es hasta divertido, créamelo mijito, es cierto...
Figúrese que Luis Ernesto, baila. A veces le da por bailar con las viejitas,
¡se pega unas bailadas de vals con misia Cleta!, no es broma mijo, Cleta es la
gordota, la boquineta, ñinga también le dicen, ella baila y canta, ¿se
imagina?, una cantante boquineta, no se le entiende nada, pero ¡Luis Ernesto!,
a ella le saca fiesta y divierte a la gorda, son muy alegres estos colombianos...
¿Y las dominicanas? Imagínese a Noemí... Ella es una de las enfermeras que son
de verdad graduadas, bueno a ella le encanta una rochela. Ella me cuenta como
vive en un solo baile y en una fiesta, casi todas las semanas, donde vive, ¡no
se en que cerro será!, ni idea, pero tampoco se cómo resisten este trabajo con
las guardias y tanta vieja necia y luego pueden tener energía para parrandear,
Ella me dice que en su cerro hay bonche todas las noches, ¿se imagina mijito?,
¡son una cosa seria! A veces, yo creo
que dopan a las viejas. Aura lo hace, a mí me consta, les da sus gotas a las
viejitas para que no molesten en la noche… También ella, es de las que les da
las medicinas a los que terminan por morirse, ¿me entiende mijo? Les da las
dosis y los despacha. ¡Cuando están mal claro mijo!, sé que es verdad y sé que
no me lo va a creer, porque no sería negocio para el asilo, pero yo la he
visto. Le diré que de Aura yo no le tomo ni agua bendita, ¡no que va mijo!, ya
son más de tres meses y siete días y ya he visto como se han muerto cinco, ¡qué
digo cinco!, son seis viejas, peinadas de perfil, como decía su primo Alberto,
¿lo recuerda?, yo le tengo respeto a la giganta Aurita, no le temo, ella es
como el ángel de la muerte, hasta que un día se me abalance encima, pero no
creo que se atreva, ya Luis Ernesto está avisado, claro que él la defiende, es
una empleada de confianza, pero yo sé quién es, es mala, si mijito, yo que se
lo digo, convénzase, hay que estar muy atento, en esta vida hay que andar, ¡ojo
de garza!, como decía su papá, ¿usted se acuerda?, ¿verdad que sí?...
"Ancianato" es una parte extraída de uno de los capítulos de la novela "Para subir al cielo..."
ganadora de la Bienal de Literatura Elías David Curiel del Instituto de la Cultura del Estado Falcón, el año 1997.