Emilio, Laureano, las razas y el racismo
En un acto de
mucha audacia estratégica, un grupo de artistas nacionales se conglomeró en
Caracas para ofrecer su apoyo a Henrique Capriles. Creo que fue un muy
importante gesto, y si bien sigo pensando que Capriles será derrotado en las
venideras elecciones, me parece que el acto en cuestión contribuirá a un
ascenso significativo en las encuestas para Capriles.
Probablemente
la parte más interesante de ese acto fue el sainete humorístico protagonizado
por Emilio Lovera y Laureano Márquez, una pareja que colabora desde hace
décadas. Márquez representó a Francisco de Miranda, y Lovera, a un estudiante
que hace preguntas sobre la historia de Venezuela.
Previsiblemente,
los chavistas se sintieron ofendidos porque osaron incorporar una faceta
humorística a la representación teatral de Francisco de Miranda. Es tal la dimensión de la religión civil bolivariana en
Venezuela, que una mínima referencia humorística a un prócer genera una
reacción histérica no muy disimilar del arrebato de ira que produjeron en el
mundo musulmán las caricaturas danesas de Mahoma, o Los versos satánicos de Salman Rushdie.
La mayor parte del chavismo ha perdido la capacidad para
el sano sentido del humor. Chávez llegó al poder en 1998, y hacia 2002, las parodias de su figura en programas humorísticos habían
desaparecido bajo la forma de autocensura. El
desdén por el humor político entre los chavistas revela sus inclinaciones
autoritarias, pues como siempre se ha sabido, la tolerancia al humor político
es un buen indicador del estado de salud democrática de un país. Venezuela no
está muy bien en esto.
Pero, con todo,
creo que el sainete de Emilio y Laureano es objetable. Laureano, en
su papel de Miranda, hace un recuento de la opresión social en la colonia
venezolana. Miranda señala las categorías raciales que se empleaban en la
sociedad colonial (no muy distintas del apartheid
sudafricano), y la terrible exclusión social que eso traía consigo. El
personaje de Emilio, para entender la lección, empieza a preguntar a Miranda
cómo se ubicarían en esas categorías, varios personajes contemporáneos de la
política y el entretenimiento en Venezuela. Coquito sería “negro”, Claudio
Fermín sería “pardo”, Capriles sería “blanco de orilla”, etc.
El sainete es aparentemente
inocente, pues pareciera promover la armonía racial. Pero, desde hace
tiempo, defiendo la idea de que la mejor forma de vencer al racismo es ignorar
a las razas. Y, mientras se siga dedicando atención a las razas, aun si es
de forma aparentemente inocente, habrá material para el racismo. Sin concebir
la existencia de las razas, no hay oportunidad para que existencia del racismo.
La raza es una construcción social sin correspondencia en la realidad
biológica de los seres humanos. Por ello, debemos ignorarla. Presumiblemente,
Emilio y Laureano quisieron burlarse de las categorías raciales del pasado
colonial, y lo hicieron de buena fe. Pero, al aplicarlas a los personajes
contemporáneos, están oxigenando una forma totalmente arbitraria de segmentar
a la humanidad.
En la década
de los años sesenta, Martin Luther King luchó para que la sociedad
norteamericana fuese ‘daltónica’, color-blind.
Su célebre discurso, “Tengo un sueño”, imploraba el día en el cual no se
dedicase atención al color de piel de la gente. Lamentablemente, la mayor parte
del liderazgo afro-americano de EE.UU. ha traicionado el legado de King, pues
ahora, mucho más que antes, los mismos afro-americanos desean continuar la
conciencia racial en EE.UU. Las estadísticas muestran que, hoy en EE.UU., los
que se consideran “negros”, dan más importancia al color de piel de la gente,
que los que se consideran “blancos”. Esta actitud promovida por el mismo
liderazgo afro-americano, en vez de hacer disipar el racismo, lo potencia.
Emilio y
Laureano, por supuesto, no son los únicos en incurrir en este error. Toda
aquella institución que dedique atención a quién es negro y quién es blanco
termina haciendo lo mismo. Por este mismo motivo me opuse a que se preguntara
en el censo venezolano por la raza de los venezolanos. Preguntar cuál es
la raza de alguien es darle continuidad a este concepto inventado. Es el mismo
motivo por el cual me opongo a los estudios universitarios que enaltecen la
‘negritud’ (el movimiento auspiciado por Aimé Cesaire y Leopold Senghar), o
cualquier otra segmentación de la humanidad en función de atributos biológicos
arbitrarios, como el color de piel.
Me parece que
la ideología más sana es aquella promovida por el Estado francés. Fiel a su
tradición laica republicana, Francia no pregunta la raza de sus ciudadanos en
su censo. La revolución francesa adelantó una concepción universal del hombre,
en la cual el color de piel fuese irrelevante. Ciertamente esto podrá ser,
hasta ahora, una mera aspiración ideológica. Pues, como dolorosamente descubrió
Frantz Fanon (quien en un principio era entusiasta de esta ideología
universalista), el ciudadano común francés seguía prestando atención al color
de piel de la gente, aun si el Estado decía otra cosa. Pero, precisamente, en la
medida en que el Estado y los líderes de una sociedad tomen la batuta e ignoren
las diferencias raciales, las masas eventualmente dejarán de dedicarle
atención, y viviremos en una sociedad como la soñada por Martin Luther King,
aquella en la cual las diferencias de color de piel pasen desapercibidas.
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Domingo 7 de
abril del 2013
LA OTRA CARA DE LA MISMA MONEDA
He
querido responder a la opinión muy personal y seguramente con un gran bagaje de
conocimientos y erudición, del ciudadano Gabriel Andrade, quien en su blogspot expresó
su pensar sobre el acto de los artistas y personajes de la cultura nacional en
apoyo a la candidatura de Henrique Capriles y en particular sobre “el sainete”
de Laureano y Emilio.
JGT.
Si bien lo que
está señalado arriba por letras en color dan idea de que quien escribe conoce
la realidad de lo que ha venido aconteciendo en el país durante más de una
década, los subrayados (que no son del autor, sino míos) valen para enfatizar
sus opiniones que se ven como, “previsiblemente”, “es objetable”, “creo que”,
“aparentemente”, “pareciera promover”, y más adelante, su idea de que para vencer el racismo es
mejor ignorarlo, opinión ésta que me recordó la imagen de el avestruz metiendo
la cabeza en un hueco, hasta finalmente arribar a su personal y curiosa opinión
de que los asuntos raciales no tienen correspondencia con la realidad
biológica. Ha llegado a mi memoria un suceso de hace muchos años, cuando
escuché la pregunta de un joven rubio, estudiante de medicina en las heladas
planicies de Wisconsin quien ante un cadáver en la mesa de autopsias y al saber
que llegaba yo de un hospital (PGH County hospital) de pobres, en Filadelfia
donde en un año había visto más de 2000 autopsias casi siempre en
norteamericanos de raza negra, me preguntó candorosamente si “ellos” eran como
los blancos por dentro… Todos somos en technicolor le respondí yo, todos somos iguales.
De esta verdad necrológica, a la realidad de que no es lo mismo un chino que un
japonés, dista un largo trecho, y eso lo sabemos bien hasta los maracuchos que
tenemos una patrona apodada “la
Cininita”. Estoy de acuerdo de que en el padrón electoral no
debe señalarse la palabra raza, y ¡viva la revolución francesa!, en una nación
que tanta sangre cobró para desprenderse de la Argelia de Camus. El
colonialismo ha existido no solo en las Malvinas y en Puerto Rico, también de
manera sutil y a través de la infiltración ideológica en la Nicaragua donde venció la Chamorro aunque
reincidiesen con Ortega, igual en nuestro hermano país Colombia con la FARC, y si falló Machurucuto,
pues aquí tenemos a los cubanos dirigiendo muchos estamentos cruciales del
Estado. Pero este no era el tema, de manera que nadie puede desentenderse de
que durante más de una década, mediáticamente el bombardeo de, los negros y los
blancos, los ricos y los pobres, los patriotas y los pitiyanquis, y etc,etc, ha
sido la razón de la sinrazón que vivimos en la actualidad, una nación corroída
por la división de las familias, el odio
sembrado y floreciente en un clima de inseguridad y desabastecimiento que es
estadísticamente vergonzante y lo repito, sin que por eso intente desconocer el
estado de pobreza crítica en la que muchos compatriotas desatendidos vivieron y
siguen viviendo ( a pesar de la inconmensurable riqueza que por la venta de
petróleo al imperio ha ingresado al país en los últimos 14 años). Así que pues
señores, entre Mc Key y Gabriel Andrade, para el momento que vivimos, me quedo
con Mc Key.
Jorge García Tamayo
@novapath1