miércoles, 28 de mayo de 2025

Ramón del Valle-Inclán

 

Considerado por muchos un autor adelantado a su tiempo, el escritor gallego estuvo vinculado con los tres estilos predominantes en la España de principios del siglo XX: el Modernismo, la Generación del 98 y la Vanguardia.

Su producción literaria abarcó casi todos los géneros. El genial autor de Luces de Bohemia crearía un género literario singular: el esperpento. "Éste que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: Don Ramón del Valle-Inclán". Así se presentaba Ramón María del Valle-Inclán en 1903 en las páginas de la revista Alma Española, y decía de sí mismo en La lámpara maravillosa: "Llevo sobre mi rostro cien máscaras de ficción [...]. Acaso mi verdadero gesto no se ha revelado todavía. Acaso no pueda revelarse nunca bajo tantos velos acumulados día a día y tejidos por todas mis horas".

Valle-Inclán fue autor de una abundante producción literaria que incluyó prácticamente todos los géneros: narrativa, poesía, teatro, novela, relatos, artículos periodísticos... Pero, sobre todo, pasaría a la historia por ser el creador de un género muy singular: el esperpento, una técnica literaria que se distingue por deformar de manera sistemática la realidad.

Nacido en la localidad pontevedresa de Villanueva de Arosa el 28 de octubre de 1866, Ramón María Valle Peña (como se llamaba) era el segundo hijo de una familia acomodada venida a menos. El joven Ramón no mostró demasiado interés por los estudios y en 1890, a los 24 años, dejó la carrera de Derecho tras la muerte de su progenitor. Dos años después, en 1892, Ramón viajó a México, donde pasó casi un año ejerciendo como periodista para El Correo Español y El Universal. De nuevo en España, se instaló en Pontevedra, donde publicó varios cuentos y editó su primer libro, Femeninas (1895), una colección de relatos de tema amoroso.

Valle Inclán marchó a Madrid, donde entablaría amistad con escritores de la talla de Azorín, Pío Baroja y Jacinto Benavente. Empezó a ser un asiduo de las tertulias de los cafés literarios, una afición que nunca abandonaría. A partir de entonces decidió dedicarse por completo a la literatura, negándose a escribir artículos periodísticos “para preservar su independencia y su estilo”.

Así las cosas, Valle-Inclán tuvo que costearse él mismo la edición de su segundo libro, Epitalamio (Historias de amores, 1897), el cual no fue muy buen acogido ni por los lectores ni por la crítica. Sería también en aquella época, el 4 de julio de 1899, cuando tuvo lugar un trágico suceso que cambiaría su vida: el autor perdió su brazo izquierdo tras mantener una violenta pelea con el escritor Manuel Bueno. Sus amigos, recaudarían dinero para costearle un brazo ortopédico (el cual, nunca utilizó), y representaron la que sería su primera obra teatral, Cenizas: Drama en tres actos, obra que también fue su primer fracaso de público, algo que se repetiría en diversas ocasiones a lo largo de su carrera como dramaturgo. 

Entre los años 1902 y 1905, Valle-Inclán publicó las Sonatas, su primera gran obra de narrativa y la mayor aportación española al modernismo, y en 1904 vendría Flor de santidad, una obra con la que iniciaría un tema que sería recurrente a lo largo de su carrera literaria: la recreación mítica de la Galicia rural. El marqués de Bradomín (1906) es otra de sus grandes obras teatrales, una adaptación (como en el caso de Cenizas) de uno de sus relatos, en los que el escritor manifestaba su gusto por temas como la muerte, el pecado y la mujer. 

En 1907, Valle-Inclán se casó con la actriz Josefina Blanco, con la que tuvo seis hijos y de la que acabaría separándose. Ese año publicaría también las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), y constituyen la primera gran composición dramática del autor, donde de nuevo su Galicia natal es la principal protagonista. Vallé-Inclán sintió simpatía por el carlismo, una ideología de corte tradicionalista, y sobre este tema iniciaría en 1908 una serie de novelas titulada La guerra carlista, compuesta por Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera Gerifaltes de antaño.

En 1910, Josefina inició una gira por Latinoamérica y a su regreso a España su marido estrenó dos obras teatrales más, Voces de gesta (1911), en Barcelona, y La marquesa Rosalinda (1912), en Madrid. Un año después, Valle-Inclán publicaría El embrujado y en 1920, Divinas palabras, relatos protagonizados por personajes populares y marginados. 

En 1916, Valle-Inclán fue nombrado titular de la cátedra de Estética en la Academia de San Fernando, en Madrid. Poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el escritor marchó a París invitado por el Gobierno francés, y pasó un par de meses visitando las trincheras, experiencia traumática que plasmaría en su obra de 1917 La media noche. Tras la finalización del conflicto, Valle-Inclán experimentó un cambio de paradigma político, con un acercamiento al ideario anarquista (el autor apoyó con gran entusiasmo la proclamación de la segunda república en abril de 1931).

La década de 1920 supuso la consagración definitiva de Valle-Inclán como escritor. En esos años escribió algunas de sus obras más emblemáticas, como Tirano Banderas (1926), tal vez su novela más innovadora y con la que daría inicio al “ciclo del esperpento”. Esta iría seguida de la serie El ruedo ibérico en 1927, con la que trataba de contar la historia de España de forma novelada y que tan solo su muerte pudo truncar. Valle-Inclán calificaría de "esperpentos" a otras cuatro de sus obras: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en el volumen Martes de carnaval (1930).

La producción literaria de Valle-Inclán fue muy abundante y abarcó muchos géneros. Estuvo muy influenciada por el simbolismo y el decadentismo, así como por una visión amarga y distorsionada de la realidad (el esperpento), algo que, en palabras del poeta Pedro Salinas, lo convertiría en el "hijo pródigo" de la generación del 98. Entre toda su producción literaria, posiblemente su obra dramática sea la más original y revolucionaria de todo el teatro español del siglo XX. El propio Valle-Inclán decía: "Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre. Pero no me preocupa que las obras puedan ser o no representadas más adelante. Escribo de esta manera porque me gusta mucho, porque me parece que es la forma literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción". Asimismo, en sus "esperpentos", el lenguaje taurino y teatral, con registros que abarcaban desde lo refinado a lo chabacano, contribuía a acentuar lo grotesco de la realidad. 

En sus últimos años, Valle-Inclán recibió un gran reconocimiento público. Tanto, que a iniciativa del escritor, abogado, sociólogo y ensayista Victoriano García Martí se abrió en Galicia una suscripción pública para regalar un pazo al famoso autor. Pero la idea llegaría demasiado tarde, puesto que el 5 de enero del año 1936, en vísperas de la festividad de los Reyes Magos, moría el "padre" del esperpento en un hospital de Santiago de Compostela.

La prensa publicó que Valle-Inclán murió "a consecuencia de un coma rápido, después de una grave enfermedad de vejiga urinaria complicada con carácter de malignidad". La muerte del escritor se ha visto, envuelta en un aura de leyenda. Se ha dicho que se negó a recibir auxilio religioso en sus últimos momentos, dejando claro que "no quiero a mi lado ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo", frase que, según algunos investigadores, no pudo pronunciar puesto que se hallaba inconsciente.

Valle-Inclán fue sepultado al día siguiente en el cementerio de Boisaca, y según Ramón Gómez de la Serna, "su entierro fue una gran manifestación de duelo, aunque su féretro era muy modesto, de veinte pesetas, las únicas que se habían recaudado para el supuesto pazo que le iban a regalar". 

Maracaibo, miércoles 28 de mayo del 2025

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