Considerado por muchos un autor adelantado a su
tiempo, el escritor gallego estuvo vinculado con los tres estilos predominantes
en la España de principios del siglo XX: el Modernismo, la Generación del 98 y
la Vanguardia.
Valle-Inclán fue autor de una
abundante producción literaria que incluyó prácticamente todos los géneros:
narrativa, poesía, teatro, novela, relatos, artículos periodísticos... Pero,
sobre todo, pasaría a la
historia por ser el creador de un género muy singular: el esperpento, una técnica literaria que se distingue
por deformar de manera sistemática la realidad.
Nacido en la localidad pontevedresa
de Villanueva de Arosa el 28 de octubre de 1866, Ramón María Valle
Peña (como se llamaba) era
el segundo hijo de una familia acomodada venida a menos. El joven
Ramón no mostró demasiado interés por los estudios y en 1890, a los 24 años,
dejó la carrera de Derecho tras la muerte de su progenitor. Dos años después,
en 1892, Ramón viajó a México, donde pasó casi un año ejerciendo como
periodista para El Correo Español y El Universal. De
nuevo en España, se instaló en Pontevedra,
donde publicó varios cuentos y editó su primer libro, Femeninas (1895), una
colección de relatos de tema amoroso.
Valle Inclán
marchó a Madrid, donde entablaría amistad
con escritores de la talla de Azorín, Pío Baroja y Jacinto
Benavente. Empezó a ser un asiduo de las tertulias de los cafés
literarios, una afición que nunca abandonaría. A partir de
entonces decidió dedicarse por completo a la literatura, negándose a escribir
artículos periodísticos “para preservar su independencia y su estilo”.
Así las cosas, Valle-Inclán tuvo que costearse él
mismo la edición de su segundo libro, Epitalamio (Historias
de amores, 1897), el cual no fue muy buen acogido ni por los
lectores ni por la crítica. Sería también en aquella época, el 4 de julio de
1899, cuando tuvo lugar un trágico suceso que cambiaría su vida: el autor perdió su brazo izquierdo tras mantener una
violenta pelea con el escritor Manuel Bueno. Sus amigos, recaudarían
dinero para costearle un brazo ortopédico (el cual, nunca utilizó), y representaron
la que sería su primera obra teatral, Cenizas: Drama
en tres actos, obra que
también fue su primer fracaso de público, algo que se repetiría en diversas
ocasiones a lo largo de su carrera como dramaturgo.
En
1907, Valle-Inclán se casó con la
actriz Josefina Blanco, con la que tuvo seis hijos y de la que acabaría
separándose. Ese año publicaría también las Comedias bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de Blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), y constituyen
la primera gran composición dramática del autor, donde de nuevo su Galicia
natal es la principal protagonista. Vallé-Inclán
sintió simpatía por el carlismo, una ideología de corte tradicionalista, y
sobre este tema iniciaría en 1908 una serie de novelas titulada La guerra carlista, compuesta
por Los cruzados de la
causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño.
En 1910, Josefina inició una gira por
Latinoamérica y a su regreso a España su marido
estrenó dos obras teatrales más, Voces de gesta (1911), en
Barcelona, y La marquesa Rosalinda (1912), en Madrid. Un año
después, Valle-Inclán publicaría El
embrujado y en 1920, Divinas
palabras, relatos protagonizados por personajes
populares y marginados.
En 1916, Valle-Inclán fue nombrado titular
de la cátedra de Estética en la Academia de San Fernando, en Madrid. Poco después
del estallido de la Primera
Guerra Mundial, el escritor marchó a París invitado por el
Gobierno francés, y pasó un par de
meses visitando las trincheras, experiencia traumática que plasmaría en
su obra de 1917 La media noche. Tras la finalización del conflicto, Valle-Inclán
experimentó un cambio de paradigma político, con un acercamiento al ideario
anarquista (el autor apoyó con gran entusiasmo la proclamación de la
segunda república en abril de 1931).
La década de 1920 supuso la consagración definitiva
de Valle-Inclán como escritor. En esos años escribió algunas de sus obras más
emblemáticas, como Tirano Banderas (1926), tal vez su
novela más innovadora y con la que daría inicio al “ciclo del esperpento”. Esta iría seguida de la serie El
ruedo ibérico en 1927, con
la que trataba de contar la historia de España de forma novelada y que tan solo su muerte pudo
truncar. Valle-Inclán calificaría de "esperpentos"
a otras cuatro de sus obras: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de
don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926)
y La
hija del capitán (1927), estas tres últimas agrupadas en
el volumen Martes de carnaval (1930).
En sus últimos años, Valle-Inclán
recibió un gran reconocimiento público. Tanto, que a iniciativa del escritor,
abogado, sociólogo y ensayista Victoriano García Martí se abrió en Galicia una
suscripción pública para regalar un pazo al famoso autor. Pero la idea llegaría
demasiado tarde, puesto que el 5
de enero del año 1936, en vísperas de la festividad de los Reyes Magos,
moría el "padre" del esperpento en un hospital de
Santiago de Compostela.
La prensa publicó que Valle-Inclán
murió "a consecuencia de un coma
rápido, después de una grave
enfermedad de vejiga urinaria complicada con carácter de malignidad".
La muerte del escritor se ha visto, envuelta en un aura de leyenda. Se ha dicho
que se negó a recibir auxilio religioso en sus últimos momentos, dejando claro
que "no quiero a mi lado ni cura
discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo", frase que, según
algunos investigadores, no pudo pronunciar puesto que se hallaba inconsciente.
Valle-Inclán
fue sepultado al día siguiente en el cementerio de Boisaca, y según Ramón Gómez de la
Serna, "su entierro fue una gran
manifestación de duelo, aunque su féretro era muy modesto, de veinte pesetas,
las únicas que se habían recaudado para el supuesto pazo que le iban a
regalar".
Maracaibo, miércoles 28 de mayo del 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario