viernes, 14 de junio de 2024

Otra vez la Decadencia

 

Te acordáis Nestor de aquel libro de tapas verdes, el Consejero Médico del Hogar, estaba allá arriba, escondido, en lo alto del closet de papá. Allí me encontré también aquellos dos volúmenes amarillentos, sarmentosos, de hojas quebradizas, dos libracos que decían Memorias de un venezolano de la decadencia, Editorial Elite año 1937. Ellos también estaban ocultos, muy altos, en lo alto, en el closet de papá, pero yo los había detectado...

 

Cuando me dejaban solo en casa, me encaramaba en una silla y los bajaba, los ponía sobre la cama de papá y cuidadosamente iba hojeándolos. Los volúmenes amarillos tenían en la mitad fotografías y mostraban lo que fue la Rotunda, un edificio con un plano lleno de cubículos que lucían pequeños, de paredes muy sucias, empegostadas y los grillos, que eran montones de hierros, usados en las piernas por unos señores, casi todos de espaldas, con pantaloncitos cortos.

 

Allí vi fotografiado al general Gómez y a un señor que se llamaba Nereo Pacheco, era como el jefe de ese presidio, además había fotos del Castillo de Puerto Cabello y el libro decía muchas cosas que ocurrieron en mi patria, relatadas por el autor, un tal José Rafaél Pocaterra. Yo era solo un niño y sabía que él, José Rafaél, había vivido en Maracaibo y había sido amigo de mi papá, eso lo supe cuando luego de preguntarlo insistentemente, al fin mi papá nos relató, en voz baja, las historias de cuando su amigo había estado confinado en varias prisiones de Venezuela.

 

Los cuentos de papá sobre sus amigos de juventud, me hacían creer que todo cuanto aparecía en aquellos dos volúmenes sarmentosos tenían que ser cosas rigurosamente ciertas y lo que no comprendía bien era porqué estaban arriba, en el closet, porque no eran lectura para niños. Por todo eso, yo me imaginaba que era muy peligroso hablar del general Gómez, pero entendía que él ya se había muerto, eso ocurrió muchos años atrás, me decía, ¿y entonces? 

 

Más extraño me resultó el hallar otro libro, con tapas gruesas y una cubierta protectora, se llamaba, “Una aureola para Gómez”. Las cosas se confundían en mi mente de niño de seis o tal vez de siete años...  ¿Sabéis Nestor lo que decía sobre la decadencia de nuestra patria? Ahí, estaban unas frases, en una carta, al comienzo del primer volumen, algo que había escrito el señor Pocaterra el año 1937, desde el Canadá, esas frases, a mí se me grabaron, sus palabras impresas, las releí hasta casi aprendérmelas de memoria, eran unas líneas...

 

“La Patria, andrajosa, enferma, negada, poseída, abandonada en el fondo de una barranca aragüeña”. Yo nunca pude entender por qué tenía que ser aragüeña la barranca… Pero, querido Nestor, a mí me parece que aunque seamos primos, aunque crecimos juntos, no sé por qué pero los dos vemos a la patria de una manera muy diferente, no lo sé, pero dudo mucho de que vos podáis imaginártela desbarrancada...

 

... “Apúñase los pezones martirizados, estrecha los muslos dilacerados y con la voz rota de angustia y muy debil y muy tímida, para que no vuelvan sobre ella los que la enmascularon de asalto; está cantando desde su corazón, en la moza del rancho, en la obrerita de la alcabala, en “la niña”de la ciudad, el arrullo del porvenir, ese “duérmete mi niña que tengo que hacer”... 

 

Muy seguro estoy, querido primo, que, a vos, que te gusta escribir, estas cosas, cuando las leéis, no te agradan. Para vos la patria es algo menos sensiblero y más pragmático, casi puedo jurar que en tu opinión, nunca vivió momentos que ameritaran la creación de una prosa tan, ¿populista? ¿Es así como la llamarías vos?...

 

...No lava pañales porque no los hay y si los hay, están sucios de sangre y de lodo; no hace de comer, porque le dejaron vicio y se llevaron el pan. Pero ella tiene que hacer. Nutrir, formar y educar el futuro que pernea en la cuna, aún mal lavado de adherencias placentarias, la boca en queja, los ojitos nublados. Por la carretera se fueron los truhanes con las armas al cinto, jugando el botín y la paternidad a cara o cruz”...


 

¿Verdad Nestor que son muchos? Un mollejero de truhanes los que han exprimido y saqueado a la patria… A tu patria, a la mía, a nuestra patria y se han ido, a disfrutar sus usufructos afuera, o se han quedado para digerir en silencio su botín. ¿Cuantos no viven de eso? Y como lo disfrutan, con fruicción...

 

Estoy seguro de que, a vos, estos comentarios, a lo mejor no te van a gustar, porqué sé, me consta que vos preferís ver a la patria de otra manera, sin tanto melodrama, sin el populacho, y yo te entiendo, desde que éramos niños, yo te entiendo. De todas estas cosas, querido Nestor, te cuento de cuanto hube leído en aquellos dos volúmenes de hojas quebradizas, donde hay una escena muy especial, una vivencia que guardo en mi conciencia y que la llamo, la del bravo pueblo.

 

Cuando tengáis tiempo, revisala Nestor, está al final de segundo capítulo, leétela y tal vez entenderéis, de niño a niño, cómo y porqué yo aprendí, bajando esos libros de lo alto del closet de papá, a querer a una patria maltratada, a sentir amor con dolor por ella, siguiendo línea tras línea, en la lectura, las palabras escritas por Pocaterra, con los compases del “Gloria al Bravo Pueblo” sonándome en mi conciencia…

 

NOTA: este artículo ha sido copiado textualmente de mi novela La Entropía Tropical (EdiLUZ, Maracaibo, 2003) pags 183-185. Previamente fue publicado en este blog lapesteloca hace casi una década, el año 2015, lo que explica el porqué del título de “Otra vez”.

Maracaibo, viernes 14 de junio del año 2024

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