martes, 7 de mayo de 2024

Los doce relatos…


Doce relatos siniestros, es una breve selección de relatos cortos, algunos menos siniestros que otros. Nació como un librito que con escasos recursos que fue editado en Maracaibo, en tiempos cuando Jorge Garcia Tamayo era apreciado en su tierra como escritor zuliano de novelas. Ahora y con 12 dibujos del autor, uno en cada historia, está en la plataforma de Amazon y puede accederse a su lectura en papel con cubierta de tapa blanda…

En esta oportunidad, en lapesteloca aparecen 12 retazos de cada uno de los relatos con la idea de estimular “las neuronas del recuerdo” para quienes reconozcan en la lectura sus orígenes y de paso para estimular el interés por nuestra literatura; la nuestra, vale decir del Zulia para todos los lectores. Atentamente…


De Elipse:“Cree haber visto pasar, herida por un rayo de plata, un ave de plumas blancas, flotando en el aire, lentamente, hasta desaparecer entre los árboles de la margen opuesta del río. Una mancha de luz, quizás dentro de sus ojos, ¿o en la oscuridad violácea de la noche? Y allí se ha quedado, de pie, sin sentir el agua fría que lame sus tobillos, sin pensar ni moverse, con su mirada clavada en la impenetrable penumbra azul, tan densa que desbarata su silencio y su misterio dentro del negro temblor de sus pupilas, esperando... Sus oídos sólo perciben el eco de los latidos rápidos dentro de su pecho”.

De La cena: “Él colocó en el plato de ella las rodajas de carne bañadas en la salsa entre perdices tiernas rodeadas por coles y tocino y le añadió amoroso y sonriente unas lonjas de manzanas salteadas. Ella dichosa suspiró, pues, aunque no se hablaran era estridente el rumor del cariño que ambos compartían, capaz de despertar a un jabalí trufado, aun cuando el ruido de los cubiertos resultase demasiado fuerte durante aquella cena por la tarde, en Flandes”.

De Las ordalías: “Por un instante se detuvo para tomar aire y en aquel momento de suspenso, todos pudieron reconocer lejano el golpe de la kukurbata. Crujieron goznes y postigos, se santiguaron los sacristanes, cerraron sus párpados los monaguillos y con los ojos en blanco, los prebendados oyeron el estruendoso crujido del ventanal golpeando contra las piedras y el viento helado que espasmódicamente traía el tam tam, tam tam, impregnado de una lluvia espesa como mazamorra”.

De Diez cucharas: “Semidesnudos, sudando a mares, cumplían con el trabajo asignado, tú soportabas esa lluvia de piedras y de arena mojada y pegostosa que parecía otra cosa, te bañabas en ella, se te metía en la boca, no te dejaba respirar. Ambos se sofocaban aspirando el aire denso ya enrarecido por el humo de la vela de sebo. Tú reunías las piedras con el barro y soportabas en silencio las patadas del Ñero. Dentro del nicho, dos crisálidas, transformadas en activos bichos”.

De BarLa Loca: “Todo aquello era bien diferente al sol reverberante en el enlozado y a las tapias amarillas fosforescentes brillando al otro lado de la calle. El calor del mediodía era infernal. Como el infierno que dibujaba aquel loco... Desde “La Loca”, la canícula parecía haber reblandecido el petróleo que sustituía la trilla arenosa de antaño. Él rememoraba aquellos días de estudiante, vividos detrás de la muralla amarilla”.

De El hijodalgo gipuzkoano: “Empapados de lluvia se han ido lavando los emplastos de salmuera que calafatearon su desnudez. Jamás habló, nadie ha logrado amedrentarle. Relincha el animal caracoleando y se confunden sus resoplidos con el aullar de los lebreles que se aproximan rumorosos entre el follaje. Se percibe lejano el resonar rugiente del río, girando en torbellinos en lo profundo del desfiladero, que entre las peñas del bosque luce compactado de robles y abedules, de castaños y enebros, y emergen todos como monstruos fantasmales entre las piedras”.

De El zorzal: “La época del Presidente Pérez Soto, una mañana del mes de mayo y ese gentío sudando. De dril blanco y con pajilla los hombres, con paraguas las mujeres. Si te interesa, te diré que fue el treinta y cinco y todos los de la pandilla nos abrimos paso a codazos y patadas y logramos llegar al borde del malecón. Más cerca del "Libertador" no podíamos estar y como todos, mirando deaparriba, esperando verlo, soñando con oírlo. Sacá tu cuenta paqueveáis. Nosotros estábamos coñitos. Ahora ve como son las vainas, yo soy un viejo y él sigue igualito, no ha envejecido un año más, ni una cana, ni una arruga, ni un pelo se le despeina de su engominada cabeza y canta igualito, hasta suena mejor ahora”.

De Crinejas y dos lazos rojos: “Así es el oeste de esta ciudad, todos se matan entre ellos, un disparate sin sentido, no hay Dios ni ley, solo nosotros que intentamos curarlos. Esta es la capital, ¡qué vida! “La sucursal del cielo” le decían en tu tierra, cuando viniste desde tu pueblo, desde las tierras llanas, en La Pascua, a terminar con el bachillerato, a estudiar y estudiar, y al final te graduaste de médico, y aspiras emular al gran Antulio... Llegaré a ser un neurocirujano”.

De Siniestro: “Destellos de arco iris seccionaban las lianas multiplicándose entre los troncos leñosos y bajo los inmensos helechos llenos de silentes recovecos umbríos, salpicados de turquesa, con trazos de celestes ignotos e índigos indescifrables. El lebrel inquieto, atendía a un lado y al otro, levantaba su testa negra y brillante, alzaba su hocico mojado y su jadear constante nos contagiaba con una desesperante incertidumbre. Se detenía, husmeaba y proseguía su búsqueda incansable”.

De Castañas asadas: ““La cerveza y el vino parecían haber encendido sus rostros. Afinó el sonido el gordinflón y aplicándose estuvo resoplando por el caramillo unido al odre de cuero. El ambiente ambarino plenose al instante con quejumbrosos sonidos musicales. En ese momento la puerta se entreabrió y el aire helado rechinó entre los goznes para dejar entrar sobre un remolino de hojas secas a un sujeto desgarbado vestido con un blusón azul y protegido por un jubón y un sombrero de cuero, ambos muy lustrosos.

De Ancianato: “Es muy injusta la vida para con los viejos. Nosotros también somos parte del mundo y de la vida. Fíjese que yo, oyendo a Luz Marina es como si fuera yo misma, es verme cuando era jovencita, allá en mi tierra con papito y mamita y con mis hermanos y me da una cosa, me pongo triste, pero otras veces, ella se pone impertinente, porque es que habla y habla y sólo quiere que la estén atendiendo, oyéndole las loqueras que dice, algunas veces tengo que mandarla a callar e igual no me hace caso, pero no se enoja, porque todo lo que vive ahora, todo lo que le ocurre, se le olvida”.

De La mujer del Metro: “Trataste de agarrarla, sí, mas ya vas torciéndote de angustia y tratas de voltear pero tu cuerpo cae antes de dar la espalda, sin posibilidad alguna de apoyarte, y entonces distingues aún su mano, pálida, sus uñas escarlata y hasta su rostro crees detectar entre el gentío, cuando ya has comenzado a descender iluminado todo tú por el monstruo creciente que emite su mugido agudo y te eclipsa el rumor y los gritos de la muchedumbre estática, petrificada en el andén”.

En Maracaibo, el dia martes 7 de mayo del año 2024

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