sábado, 4 de mayo de 2024

El cerebro de Albert Einstein

 

El escritor norteamericano Michael Paternini, autor de Paseando con Mr. Albert: un viaje a través de EE. UU. con el cerebro de Einstein” relata ese caso caso de la realidad que superaba a la ficción. En la madrugada del 18 de abril de 1955 fallecería Albert Einstein, debido a un aneurisma aórtico, y Thomas Harvey, el patólogo de guardia encargado de realizar la autopsia al cadáver del científico, pasaría también a la historia por convertirse en el ladrón del cerebro

En menos de un día, el cadáver de Einstein fue incinerado en una ceremonia privada a la que asistieron sus familiares y amigos más allegados y las cenizas del científico fueron arrojadas en las aguas del río Delaware, cumpliendo su expreso deseo: "Quiero que me incineren para que la gente no vaya a adorar mis huesos".
Pero lo que no sabían los familiares y amigos de Einstein es que no todo el cuerpo del científico había sido incinerado. Thomas Harvey alegaría que la extracción del cerebro del genio no había sido un "robo", sino un acto "en nombre de la ciencia", ya que serviría para poder estudiar uno de los cerebros más singulares y extraordinarios de la historia de la humanidad

Cuando empezó a rumorearse que el cerebro de Einstein había sido extraído furtivamente y que Harvey no tenía el consentimiento de la familia para hacerlo, el médico se las ingenió para convencer al hijo mayor de Einstein, Hans Albert, para que le dejara conservar el cerebro de su padre, y se comprometió a utilizarlo sólo para fines científicos.

Cuando el Hospital de Princeton se enteró de que el patólogo se había quedado con un órgano humano de forma irregular, lo despidió en el acto, pero Harvey, había sido contratado por la Universidad de Pennsylvania, y se llevó consigo el cerebro y lo diseccionó en 240 trozos que conservó en celoidina, una forma dura y elástica de celulosa. Preparo doce juegos de 200 diapositivas que contenían muestras del tejido cerebral del genio y se las envió a algunos investigadores. Luego dividió las piezas en dos recipientes con alcohol y se las llevó a su casa para esconderlas en el sótano.

Harvey contactó con varios neurólogos de todo el país ofreciéndoles examinar el cerebro de Einstein, pero increíblemente nadie aceptó. La mayoría pensó que Harvey era un lunático o que les estaba gastando una broma pesada. A partir de aquel momento, la vida de Harvey tocó fondo. Su mujer lo acusó de obsesionarse con el cerebro y acabó por abandonarlo dejándolo solo y en la ruina más absoluta.
Finalmente, hubo algunos neurólogos que aceptaron estudiar las muestras, pero su conclusión fue que el cerebro que Harvey les había mandado no era muy distinto de un cerebro normal, ya que el peso del mismo, 1.230 gramos, era incluso inferior al del rango normal para un hombre de la edad de Einstein.

A partir de entonces, Harvey comenzó un increíble viaje a través del país transportando pequeñas muestras del cerebro de Einstein en el maletero de su coche. El ejército estadounidense se puso en contacto con él para hacerse con el cerebro porque al gobierno le preocupaba que la codiciada pieza terminara en manos de los soviéticos, aunque Harvey desoyó la oferta.

En aquella época, el mundo entero estaba pendiente del final de la guerra de Vietnam y del escándalo Watergate, y acabó olvidándose por completo del cerebro perdido de Albert Einstein. No fue sino hasta 1978 cuando el periodista Steven Levy, del New Jersey Monthly, logró que Harvey le concediese una entrevista. Por aquel entonces Harvey trabajaba como supervisor médico en un laboratorio de pruebas biológicas, y cuando le preguntó si aún tenía el cerebro de Einstein contestó afirmativamente.

Contó que lo tenía guardado en su casa, en una caja de sidra que escondía debajo de un enfriador de cerveza. La entrevista que Steven Levy le hizo a Harvey se publicó bajo el sugerente título "Yo encontré el cerebro de Einstein", y su repercusión fue tal que fue leída por algunos prestigiosos científicos de la Universidad de Berkeley, entre ellos la neuróloga Marian Diamond.

La doctora Diamond se puso en contacto con Harvey para pedirle un fragmento de aquel cerebro que tan celosamente guardaba y Diamond analizó la muestra, de manera que en 1985 publicó un estudio en el que sostenía que el cerebro de Einstein tenía más células gliales (cuya función principal es dar soporte a las neuronas) por neurona que una persona normal. La Dra Diamond encontró que el número significativamente mayor de células se hallaban en la región parietal, comparándolo con los cerebros de 11 varones «normales.​ Es posible que esa diferencia pudiera estar relacionada con una mayor capacidad de razonamiento matemático

Tras publicarse la historia de Harvey en la revista Science, empezaron a llegarle solicitudes por parte de muchos investigadores para que les enviara pequeñas muestras del cerebro de Einstein (muestras que Harvey cortaba con un cuchillo de cocina que sólo usaba para ese fin). Después, el patólogo enviaba las muestras por correo postal en un frasco de una marca de mayonesa que ingería de manera compulsiva.

Michael Paternini, autor de "Paseando con Mr. Albert: un viaje a través de EE.UU. con el cerebro de Einstein". Tras encontrar a Harvey, Paternini y él se embarcaron en un viaje a través de Estados Unidos en busca de la hija de Einstein con el cerebro de su padre en el maletero, experiencia que el periodista plasmó en su libro. "El Harvey que yo conocí era una persona amable y suave", afirma Paternini, pero también taciturno y reservado. "El viaje duró 6.400 kilómetros, pero yo sentí como que eran 16.000".

Años después, la cadena BBC emitió un documental sobre la vida del ya octogenario Harvey, donde se veía a Harvey deambulando por el sótano de su casa con un frasco de mayonesa en la mano y cortando una pieza del cerebro de Einstein en una tabla de quesos con su cuchillo de cocina.

Thomas Harvey murió el 5 de abril de 2007a los 94 años de edad después de que, junto a un grupo de colaboradores, publicara un primer estudio en el que se afirmaba que el cerebro del científico tenía una proporción anormal de dos tipos de células, neuronas y células gliales. A ese estudio le siguieron otros cinco que hacían hincapié en las diferencias en las células individuales y en estructuras particulares del cerebro.

Frederick Lepore, profesor de Neurología de la Universidad de Rutgers y la antropóloga Dean Falk, de la Universidad de Florida, pudieron estudiar algunas fotos nunca antes vistas del cerebro de Einstein."Es un cerebro excepcional. Pero no por su tamaño. Pesaba 1.230 gramos, lo cual para un hombre de 76 años (la edad de Einstein cuando murió) no es excepcionalmente grande", le dijo Lepore a la BBC. "Pero cuando se examinan las fotos, tiene una anatomía muy extraordinaria", afirmó el científico. La mayoría de las personas tenemos tres giros prefrontales, mientras que Einstein tenía cuatro al contar con uno extra en su lóbulo frontal medio. Los giros son las elevaciones de la superficie del cerebro que se producen al plegarse la corteza. Están separadas por surcos. "Tiene muchas otras cosas (distintas). Todos sus lóbulos del cerebro son distintos a la anatomía normal".

Finalmente, los fragmentos del cerebro de Einstein que Thomas Harvey aún conservaba fueron a parar a sus herederos, que tres años después los donaron al Museo Nacional de Salud y Medicina del Ejército de Estados Unidos. Entre aquel material se encontraban 14 nuevas fotografías tomadas desde distintos ángulos, que hasta aquel momento no habían sido publicadas.

Pero ¿qué hace tan especial al cerebro de Einstein? En el año 2013, un estudio neurológico del órgano pareció encontrar el secreto. Unas conexiones nerviosas inusualmente buenas. Básicamente se trataba del núcleo central de las conexiones que enlaza un hemisferio cerebral con el otro. Este enlace nervioso transmite la información necesaria para la coordinación motora, pero también está involucrado en los procesos cognitivos.

Maracaibo, domingo 5 de mayo del año 2024

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