sábado, 25 de julio de 2020

Esdrújulas


Esdrújulas
Endilgarle a los hijos nombres de famosos griegos usualmente filósofos de la antigüedad, era una costumbre zuliana o maracucha antes de todos conocida, ahora en desuso. Releyendo en estos días la historia de la Filosofía se me ocurrió decir… ¡Vaya si es que todos esos tipos podrían pasar por maracuchos! Releí entonces: Anaxímenes, Anaxímandro, Heráclito, Pitágoras, Jenófanes, Parménides, Anaxágoras, Empédocles, Demócrito, Protágoras, Sócrates, y hasta completé con Aristóteles y me llamaba la atención u hecho; todos los nombres eran “esdrújulos”. “Valga la rebusnancia” me dije, y recordé un episodio que me tocó vivir, -en ocasiones ya comentado- sobre nuestro léxico y las esdrújulas en la revisión de la primera novela que me atreví a escribir.

Retrocedo a la década de los 80 cuando creía tener organizado mi primer escrito largo con una historia que pretendía mostrar lo que me aconteció en Maracaibo entre 1968 y 1975 cuando regresé a mi tierra después de 4 años aprendiendo Anatomía Patológica en las universidades gringas de Wisconsin y de Pennsylvania. Quería mostrar algunas situaciones que me llevaron a escapar hacia lo que denominaría “me exilio capitalino”. Aquel manuscrito sobre lo acontecido en 68 -75, se relacionaba con una mala noticia recibida en los 80: súbitamente me diagnosticaron hipertensión antes de irme en unas vacaciones familiares a Margarita, y sería en la isla donde decidí que era importante y necesario relatar todo lo acontecido en aquellos 7 años en la tierra del sol amada.   

Como no sabía cuál era la causa ni desde cuando estaba hipertenso, tampoco podía saber cuál sería mi sobrevida y lo que me preocupaba era, que la verdadera historia de aquellos 7 años -aunque suenen a los 7 vividos en el Tibet por Brad Pitt- no llegaría a conocerse. Decidí entonces que tendría que ser una novela, y que les cambiaría los nombres y los apellidos a los personajes, evidentemente, y así quizás podría relatar como una muy prolífica aventura médico-científica terminaría llevándome al exilio. 

Me estoy refiriendo a la creación en 1968 del Laboratorio de Microscopía Electrónica (ME) del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, años antes de pasar a transformarse aquel Sanatorio en el Hospital General del Sur y nuestro laboratorio perder la protección de su creador y mentor, el doctor Pedro Iturbe quien salió de la Dirección y se acabaría el asesoramiento de nuestro sabio el doctor Humberto Fernández Morán.

En esos 7 años habíamos llegado a publicar unos 15 trabajos en revistas indexadas, presentamos muchísimos resultados en eventos científicos, demostramos la relación entre el cáncer del cuello uterino y el VPH, mostramos con el ME tumores, amibas y tricomonas; creamos un modelo animal experimental para demostrar la patogenia de las lesiones provocadas in útero por el virus de la encefalitis equina venezolana y pese a estos logros, me vi forzado a dejarlo todo y a escapar de mi suelo natal. Regresaría casi 30 años después... 

Me parece que puedan pensar que me estoy desviando del tema que nos ocupa (Vilma´s dixit) pero creo que entenderán que la necesidad de “echar mi cuento” sobre los 7 años era perentoria. No estoy divagando, el relato sí tiene que ver con las esdrújulas. Me explico: pasé unos años garrapateando a mano, sobre papeles para ensamblar mis ideas y “echar el cuento”, pero aquello parecía un collage. Le había incorporado un relato mesopotámico escrito en mi adolescencia, había un drama teatral, monólogos, cuentos de la selva, de las “taguaras”, historia de nuestra región, etc. Era otra cosa y lejos de verlo como algo autobiográfico me dio por denominar aquello, “la jerigonza apocalíptica”.  

Se lo mostré a un colega amigo, Director de Cultura en la UCV y tras aprobarlo me dijo que buscásemos la opinión imparcial de una experta y se lo dio a una amiga, hija del poeta Sánchez Peláez quien años más tarde pasaría a dirigir la Editorial MonteÁvila. Mariela había leído el manuscrito y me había corregido con tinta roja la ausencia de acentos en las esdrújulas. Así fue como me tocó explicarle, que era porque estaban escritas en maracucho… Espérate se vuelve esperate sin acentuar la a, para guardar las reglas gramaticales. Discutimos el tema y ella me prometió conocer a Maracaibo pero consideró que la jerigonza era una, muy buena novela sugiriéndome que siguiera escribiendo…

Después vendría el premio de la Bienal JoséRafaelPocaterra con “Escribir en La Habana” en el 94, la publicación en Maracaibo de “LapesteLoca” en el 97 y ese mismo año la Bienal Elías David Curiel con el premio a “Para subir al cielo…”. Haría editar ambas novelas en la editorial ARSGráfica en mi ciudad y como me dieron 100 ejemplares de “LaPesteLoca” regalé mis novelas hasta donde pude… 

Cuando bautizamos en 1999 “Para subir al cielo…” en la librería del Teresa Carreño en Caracas, el escritor Eduardo Liendo, hablaría sobre mi “oficio de escribir” y mencionaría a ET -que no era el extraterreste de Spielberg- sino las siglas de mi jerigonza aún inédita y la cual se titulaba “LaEntropíaTropical”. El título eran palabras del doctor Fernández Morán, para diagnosticar “ese desorden que nos caracteriza” a los habitantes de estas latitudes. En aquella memorable ocasión, mi amigo EduardoLiendo destacaría las dificultades para publicar en nuestro país y no entró en detalles, pero las esdrújulas, que eran el meollo de la historia, la percepción personal de algunos personajes y algunas “groserías” que se podían leer, dificultaban reiteradamente su publicación. Finalmente en 2003, gracias a que un compañero de estudios era el Rector de la Universidad del Zulia, le dio su aprobación y se publicaría “LaEntropíaTopical” y en una especie de doble-play, también publicarían “El movedizo encaje de los uveros”, otra de mis novelas. 

Aquí, siento que debo ponerle punto final a este relato, que comenzó lleno de esdrújulas para recalcar algo que he repetido desde hace años y lo he hecho recientemente (https://bit.ly/30AyoXp). Creo que hay que preservar nuestro lenguaje. Siento que cuando escribimos como hablamos puede que estemos ganando una apuesta para salvaguardar nuestra identidad.

Maracaibo, sábado 25 de julio, 2020

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