lunes, 22 de junio de 2020

Política y religión


Política y religión

En estos tiempos donde el mundo funciona extremadamente politizado, cuando ya no es la sencilla disputa entre el este y el oeste, ni son tan solo dos bloques hegemónicos que intentan controlar el mundo… Menciono hoy a la religión, pues no siendo mahometanos ni budistas, sino mayoritariamente cristianos, en este momento, una pregunta pudiese despertar cierta curiosidad… ¿Por qué, cuándo y cómo cuatro monarquías católicas europeas y el papado de la Iglesia Católica acordaron destruir una orden religiosa precisamente dependiente del papado como era la Compañía de Jesús? Suena a un disparate poco religioso…

La Compañía de Jesús, en latín: (Societas Iesu-SJ), cuyos miembros son conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de clérigos regulares de la Iglesia católica fundada en la ciudad de Roma el año 1534 por el español Ignacio de Loyola, (ver) junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo. Aprobada por el papa Paulo III en 1540, es la mayor orden religiosa católica en el mundo hoy en día y su actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos

Vicenzo Antonio Ganganelli de Rimini (1705-1774) era un fogoso jinete, botánico, entomólogo y músico, buen jugador de truco y muy hábil en el billar cuando ascendió del cardenalato en Roma y apoyado por diversas monarquías borbónicas, fue a los 69 años, elegido como el Papa Clemente XIV el año 1769. Los reyes de Francia, España, Portugal y de las Dos Sicilias exigían la desaparición de la Compañía, y justamente, en aquella oportunidad el rey de España Carlos III le recordaría al Papa, a través de su embajador José de Moñino, Marqués de FloridaBlanca, que tenía su palabra empeñada, pues le había prometido al Cardenal Solís, que él, ya electo Papa, habría de acabar con el “jesuitismo”.

El 21 de julio de 1773, Clemente finalmente se decidiría, (al parecer no tenía alternativas), y redactaría un texto breve “Dominus ac Redemption” por el cual, disolvía a la Compañía de Jesús. Unos años más tarde, otro Papa (Gregorio XVI) relataría como Vicenzo Gangarelli se desmayó el 27 de julio de 1773 al firmar aquel decreto y en su lecho se quejaría diciendo “¡Oh Dios estoy condenado, el infierno es mi hogar!” Su decreto era breve; no era como el “Apostolicum” una bula que su predecesor el Papa Clemente XIII había redactado nueve años antes para defender a los jesuitas quienes ya eran perseguidos. Lo sucedido, como parte de toda esta conspiración, fue: el padre Lorenzo Ricci de 70 años siendo General de los jesuitas, con 5 padres de su entorno todos cayeron presos y fueron torturados durante varios años en el Castillo de San Ángelo.

Clemente XIV (ver), sería víctima de crisis maníaco-depresivas que le impulsaron al suicidio en 1774, según la versión extraoficial, aunque llegó a sospecharse que fallecería como consecuencia del empleo de beleño negro, una planta venenosa conocida también como “hierba loca” por ser capaz de provocar en la víctima alucinaciones y pérdida de la cordura. También se trató de inculpar a los jesuitas y se dijo que utilizaron la cristalina agua de Tofana”, un veneno popularizado por una envenenadora profesional italiana, Giulia Toffana (muerta en julio de 1659) famosa por vender veneno a mujeres que deseaban asesinar a sus esposos, aunque se demostraría que en lo del Papa, esta era otra calumnia de los enemigos de los jesuitas. 

El nuevo Papa, PioVI quiso ayudar a los sacerdotes prisioneros. El padre Ricci había fallecido preso en un siniestro calabozo en 1775, y cinco días antes de morir reafirmó su inocencia junto con la de su Orden, pero la Corte de Madrid impidió la liberación de los padres obligándoles a permanecer presos hasta lograr un juicio condenatorio. Federico II de Prusia y la zarina Catalina II de Rusia no acataron la orden de disolución de la Compañía. PioVI no logró restablecer la Compañía, pero apoyó la liberación de los curas presos en San Ángelo y respaldó las ideas de Federico II en Prusia y de Catalina la Grande, quien esperaba continuar así, con el apoyo intelectual de la Compañía, la modernización iniciada por Pedro el Grande, en el sentido de permitirles mantener abiertas las casas de los jesuitas. Pio VI falleció en agosto de 1799.

El primer país en expulsar a la Compañía de Jesús fue Portugal. El ministro Sebastião José de Carvalho e Melo, marqués de Pombal (ver), encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó al resto en 1759. Más de mil jesuitas de Portugal y sus colonias fueron deportados con destino a los Estados Pontificios. Clemente XIII protestó por la medida. El ensañamiento de Pombal contra los jesuitas lo descargó en la marquesa de Tavora y su familia, e hizo condenar a la hoguera “por herejía” al sacerdote confesor del rey, el padre italiano Malagrida de 88 años, antes misionero en Brasil, y así, los misioneros portugueses de Brasil al regresar a Portugal expatriados fueron encarcelados sin juicio.

En 1763, Luis XV de Francia acusó a los jesuitas de malversación de fondos y el rey decretó la disolución de la orden en sus dominios, y el embargo de sus bienes. Había decidido acabar con la Compañía de Jesús por su defensa incondicional del papado, por su actividad intelectual, su poder financiero y su influjo político. Ciertamente, los jesuitas se habían ganado poderosos enemigos: los partidarios del absolutismo, los jansenistas y los filósofos franceses Voltaire, Montesquieu y Diderot fueron vivo ejemplo de este rechazo. No faltaron tampoco las intrigas de ciertos grupos en la misma Roma, pues nunca han sido extrañas las conspiraciones silentes nacidas dentro del mismo Vaticano… ¿Cierto?

Más tarde en aquel siglo, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la corona española a través de la Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767. Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del patrimonio de la Compañía, haciendas, edificios, y bibliotecas, aunque no se encontró el supuesto “tesoro en efectivo” que se esperaba. Los jesuitas tuvieron que dejar el trabajo que realizaban en sus obras educativas y en sus misiones entre indígenas, como las famosas reducciones guaraníes y las menos célebres, misiones en el noroeste de México y a lo largo del Amazonas.

Quizás este paseo por una historia religiosa del pasado, sirva para estimular el interés en otra historia real y muy actual. Es un hecho conocido como el islamismo ha venido infiltrándose en las comunidades cristianas de Europa y América, aspirando llegar a extremos incontrolables como sucede en la actualidad en Suecia, y nadie duda que se intentarán más acciones, quizás a través de las llamadas izquierdas tergiversadoras de la verdad, aplicando recetas populistas, acentuado diferencias raciales y exacerbando odios ancestrales para alterar la vida de los ciudadanos de a pie. En un mundo MacLuhiano el “hermano grande” –de cualquier signo-tiende a tomar las riendas y utilizará en lo posible la religión para lograr sus propósitos. Que oiga quien tenga oídos.
Maracaibo, lunes 22 de junio, 2020

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