martes, 3 de septiembre de 2019

Edgar Allan Poe (3)



Edgar Allan Poe
3- En su juventud.

El soldado Edgar A. Perry (ver); con ese alias se había enganchado en las filas del ejército y no tardó en ser ascendido a sargento mayor. Poe se había alistado por cinco años y aún le faltaban tres, cuando le pidió a Allan que le escribiera a sus jefes manifestando su conformidad. Allan no le contestó, y poco después Edgar fue transferido a Virginia. Optó entonces por un compromiso pensando que quizá Allan apoyaría su ingreso a la academia militar de West Point. Era una bella carrera y Allan aceptó. Pero en aquellos días, Poe iba a sufrir el segundo gran dolor de su vida.  Su “mamá” Frances Allan, fallecería mientras él estaba en el cuartel. El mensaje de Allan llegó demasiado tarde para cumplir la voluntad de la moribunda, que había reclamado hasta el final la presencia de Edgar. Frente a su tumba, Edgar no pudo resistir y cayó inanimado; los criados negros debieron llevarlo en brazos hasta un carruaje.

El ingreso de Edgar en West Point fue precedido por una visita a Baltimore en busca y de su verdadera familia. En aquellos días buscaba publicar un largo poema, Al Aaraaf, en el cual depositaba infundadas esperanzas. En mayo de 1829, solo, con el escaso dinero que le había dado Allan para vivir y tramitar el ingreso a West Point, Edgar se lanzaría a establecer sus primeros contactos con editores y directores de revistas, y sin embargo no pudo editar su poema por falta de fondos y acabó yéndose a vivir a casa de su tía, María Clemm. 

Edgar se incorporó al mísero hogar que María Clemm sostenía con labores de aguja y la caridad de parientes y vecinos. También residían con ella, la abuela paterna de Edgar, el hermano mayor de éste, y los hijos de Mrs. Clemm, Henry y la pequeña Virginia, que habría de constituir un complejo y jamás resuelto enigma en la vida del poeta. Mrs. Clemm el ángel guardián de Edgar, fue su verdadera madre. “Muddie” lo aceptó desde el primer momento y se encariñó con él. Sería gracias a la buhardilla que compartía con su hermano, tuberculoso en último grado, como pudo Edgar escribir en paz y establecer relaciones con editores y críticos.

Edgar volvió a Richmond para esperar en casa de John Allan la hora del ingreso en West Point. Pero las referencias de Allan a “la holgazanería” de Edgar terminarían en otra violenta querella. En marzo de 1830, Poe fue aceptado en la academia militar, y a fines de junio aprobaba sus exámenes y pronunciaría el juramento de ingreso. La alternativa era la misma que tres años antes: “la carrera” o morirse de hambre. Edgar sabía que no estaba hecho para ser soldado. Su excelente salud de los quince años empezaba a resentirse y el entrenamiento severísimo de los cadetes no tardó en resultarle insoportable. Pronto supo Edgar que no recibiría dinero para sus gastos y se refugió en el prestigio que le daba el ser “viejo” al lado de sus otros compañeros quienes lo ayudarían por sus imaginarios viajes y aventuras novelescas que muchos le creyeron.

Pronto le llegaron noticias del segundo matrimonio de John Allan, y la nueva Mrs. Allan se mostró desde el primer día hostil hacia el desconocido “hijo de actores” que estudiaba en West Point. No debió de vacilar mucho  Edgar para decidir hacerse expulsar, como única forma posible de salir de West Point sin violar su juramento. Deliberadas desobediencias  le valieron una expulsión en regla. Poe había conseguido, que los cadetes costearan por suscripción su nuevo libro de versos. Ellos imaginaban estaría lleno de versos satíricos y divertidos acerca de la academia, pero se encontraron en cambio con Israfel, A Helena y Lenore.

El 19 de febrero de 1831 envuelto en su capa de cadete, se embarcaba, rumbo a Nueva York, donde en marzo, hambriento y angustiado, pensó en engancharse como soldado en el ejército de Polonia sublevada contra Rusia. Fue cuando apareció su primer libro importante de poemas, “respetuosamente dedicado al colegio de cadetes”. La magia verbal portadora de un oscuro mensaje lírico, los poemas amorosos donde desfilan las sombras de Helen o de Elmira, los cantos metafísicos y casi cosmogónicos; con todo aquello, Edgar Poe volvió a Baltimore perseguido por el hambre y se refugió por segunda vez en casa de Mrs. Clemm. Pocos días después de llegar a Baltimore, murió su hermano mayor y Edgar pudo entonces instalarse y trabajar con relativa comodidad en la buhardilla que había compartido con el enfermo.

Su atención, hasta entonces dedicada íntegramente a la poesía, va a volverse hacia el cuento, que le interesaba además como género literario. El joven escritor advirtió muy pronto que su talento poético, podía crear en el cuento una atmósfera especialísima y subyugadora. La miseria y Mrs. Clemm se conocían de antiguo. “Muddie” pedía prestado, y salía con una cesta donde sus amigas ponían siempre alguna legumbre, huevos, fruta, mientras Edgar no encontraba manera de publicar y los pocos dólares ganados aquí y allá desaparecían en seguida. Una vieja deuda quizá de su hermano, surgió de pronto,  y Edgar le escribió a John Allan  angustiado. Allan intervino de manera indirecta, por última vez, y el peligro de prisión quedó descartado. Edgar trabajaba acosado por el hambre, la miseria y el temor de que no pudiera seguir adelante y remontar hacia su propia perfección literaria.  Habíase enamorado de una joven y bonita vecina de los Clemm, Mary Devereaux.

Mary, muchísimos años después, lo recordaba así: Mr. Poe tenía unos cinco pies y ocho pulgadas de estatura, cabello oscuro, casi negro, que usaba muy largo y peinado hacia atrás como los estudiantes. Su cabello era fino como la seda; los ojos, grandes y luminosos, grises y penetrantes. Tenía el rostro completamente afeitado. La nariz era larga y recta, y los rasgos muy finos; la boca, expresivamente hermosa. Era pálido, exangüe, de piel bellamente olivácea. Miraba de manera triste y melancólica. Era sumamente delgado... pero tenía una fina apostura, un porte erguido y militar, y caminaba rápidamente. Lo más encantador en él, sin embargo, eran sus modales. Era elegante. Cuando miraba a alguien parecía capaz de leer sus pensamientos. Tenía una voz agradable y musical, pero no profunda. Vestía siempre una chaqueta negra, abotonada hasta el cuello... No seguía la moda, sino que tenía su propio estilo”. Mr. Poe ofendido por un tío de Mary, que se inmiscuía en su noviazgo, compró una fusta, fue a buscar al caballero y le dio de latigazos. Sus parientes contestaron golpeándolo y desgarrándole la chaqueta. La familia de Mary hizo el resto, y Mr. Poe perdió a su novia. 

En julio de 1832, Edgar supo que John Allan estaba gravemente enfermo y había hecho testamento. Edgar decidiría verlo bajo ese techo que guardaba el recuerdo de su “madre” Frances y de toda su infancia, pero volvió a perder la serenidad. La segunda Mrs. Allan, no tardó en hacerle entender que lo consideraba un intruso y él, sin el valor para enfrentar a Allan, salió de la casa y regresó a Baltimore, a la miseria. En abril de 1833 escribiría su última carta a “su protector”. En el intervalo Edgar había ganado el primer premio (y 50 dólares) en un concurso de cuentos del Baltimore Saturday Visiter. Sería Manuscrito hallado en una botella, que le valdría no pocas admiraciones. A comienzos de 1834 le llegó la noticia de que Allan estaba moribundo y, sin pensarlo se lanzó a una segunda visita a “su casa” donde John Allan, paralizado por la hidropesía, leía el diario en un sillón y al verlo, presa de un acceso de furor, se enderezó bastón en mano profiriendo insultos. Los sirvientes acudieron y echaron a la calle a Edgar. En Baltimore, poco después, se enteró de la muerte de Allan quien no le dejó ni un centavo de su enorme fortuna.

La pequeña Virginia Clemm, prima carnal de Edgar, habría de convertirse en su novia y, poco después, en su mujer. Virginia (“Sis”), tenía apenas trece años y Edgar veinticinco. En aquel tiempo no era insólito que las mujeres se casaran a los catorce años, pero el hecho de que Virginia no estuviese mentalmente bien desarrollada, y diera hasta su muerte la impresión de ser una niña, agrega un elemento penoso. “Muddie” consintió en el noviazgo y en la boda. Virginia, que adoraba al “primo Eddie”, debió de consentir con su puerilidad habitual, maravillada en la idea de casarse con aquel muchacho prestigioso. Edgar quiso siempre a “Sis” con un cariño entrañable. Aparentemente Poe se casó con Virginia para protegerse en su relación con otras mujeres y mantenerlas en el plano de la amistad. Sólo después de la muerte de “Sis” sus amores adquirieron nuevamente un carácter apasionado aunque siempre ambiguo.

En marzo de 1835, en plena fiebre creadora, Edgar carecía de un traje para aceptar una invitación a comer de un bondadoso caballero que buscaba ayudarlo literariamente. La honradez de aquella confesión vino en su ayuda, y su anfitrión lo vinculó de inmediato con el Southern Literary Messenger, una revista de Richmond. Allí apareció Berenice, y meses más tarde Edgar regresaría, una vez más, a su ciudad virginiana para incorporarse a la redacción de la revista y asumir su primer empleo estable, con la posibilidad de publicar sus trabajos y de ganar algún dinero para ayudar a “Muddie” y a “Sis”, que le esperaban en Baltimore. Pero Edgar sólo ganaba diez dólares semanales en el Messenger, y sus amigos de juventud andaban cerca y en Virginia se bebía duro... Edgar bebió la primera copa y el resto fue la cadena inevitable de consecuencias. Por supuesto, perdió su empleo, pero el director del Messenger estimaba a Poe y volvió a llamarlo, aconsejándole que viniera con su familia y que viviera junto a ella lejos de cualquier lugar donde hubiera vino en la mesa. Edgar siguió el consejo y Mrs. Clemm y Virginia se le reunieron en Richmond. 

En el Messenger empezaba a aparecer en folletín la Narración de Arthur Gordon Pym. En mayo de 1836 Poe se casó por segunda vez, pero ahora públicamente y rodeado por sus amigos, con la siempre maravillada Virginia.  Su alejamiento del Messenger se vio precipitado por las deudas, el descontento del director y las continuas ausencias provocadas por el aplastante efecto que en él provocaba la bebida. Edgar y los suyos se instalaron precariamente en Nueva York, en un pésimo momento para encontrar trabajo a causa de la gran depresión económica que caracterizó la presidencia de Jackson. Este intervalo fue benéfico para Edgar desde el punto de vista literario. Escribió una nueva serie de cuentos; logró asimismo que Gordon Pym se publicara en volumen, aunque la obra fue un fracaso de ventas. A mediados de 1838 hallamos a Edgar y a los suyos pobremente instalados en una casa de pensión de Filadelfia.
Fin de la parte 3-
(continuará mañana)
Mississauga, Ontario, martes 3 de septiembre, 2019

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