lunes, 1 de abril de 2019

Literatura infantil: Quiroga y Monteiro Lobato



Literatura infantil: Quiroga y Monteiro Lobato

El lunes 25 de marzo publiqué en este blog detalles sobre la obra literaria para niños del escritor brasileño Monteiro Lobato. En esta oportunidad quiero a regresar al tema para considerar también a Horacio Quiroga como escritor de literatura infantil. En el mes de julio del 2015, en este blog conversé un rato, (https://bit.ly/2t4DnjX) sobre Horacio Quiroga a propósito de “Alfonsina y el mar” y del romance del escritor uruguayo con la poetisa argentina Alfonsina Stormi, pero no es Quiroga un escritor que uno lo asocia fácilmente con la literatura para niños. Por esta razón, escribo este breve artículo. 
 
Ciertamente, la incursión de Quiroga en la literatura infantil no ha sido tan prolífica como la de Monteiro Lobato. Horacio Quiroga publicaría únicamente un libro de cuentos: Cuentos de la selva para los niños (1918), recopilación de cuentos publicados anteriormente en las revistas argentinas Fray Mocho, P.B.T., El Hogar y Caras y Caretas. Estos cuentos han tenido gran trascendencia, habiendo integrado libros de lectura para la escuela, y llegando a tener gran fama en varios países de América. Estos ocho cuentos que lo integran no fueron los únicos que escribió para niños, habiendo publicado otros doce en las revistas Mundo Argentino y Billiken entre 1922 y 1924, bajo los títulos ‘Para los niños” y “Cartas de un Cazador”. Este singular aspecto, resulta especialmente interesante en la obra de Quiroga, a quien generalmente se ha considerado un hombre tosco y extraño, rescatando la suavidad con que escribe estas obras para los niños.

Entre estas características de la oralidad utilizada por Quiroga, se encuentra también muy marcada la referencia al lector. A diferencia de Lobato, quien incluía al lector en las figuras de los nietos e incorporándolos como personajes, utilizando la tercera persona. Quiroga utiliza la segunda persona en la serie “Cartas de un cazador”, para referirse a sus interlocutores directamente. Así, encontramos en Quiroga un acercamiento muy fuerte al lector, incluyéndolo en sus narraciones a cada momento, manteniendo de esta forma la atención constante, y utilizando además este recurso como hilo conductor de las distintas acotaciones que introduce en medio del relato. Es así como Quiroga introduce en sus cuentos -como comentarios a los niños lectores- tanto explicaciones didácticas como consejos, tal como lo hacía Lobato a través de sus recursos.

Monteiro Lobato en su primer elogio por escrito a Quiroga señalaba que: “El ilustre escritor, que es Horacio Quiroga, no desestima escribir para los niños. Es siempre el mismo artista, lleno de lo pintoresco e imaginación”. Sus características principales, por las cuales se inclinaba también Lobato, son el carácter local en sus escenarios y personajes –el de la selva misionera-, y la elección de su género preferido: el cuento. Además de mantenerse dentro de este género breve, Quiroga elige la simplicidad de las formas, tal como lo aconsejaba en su ya famoso Decálogo del cuentista. Así, en los cuentos para niños, Horacio Quiroga conserva esta misma característica de sencillez en su prosa, la cual  constituye otro de los puntos de contacto con la literatura de Monteiro Lobato, siempre muy relacionada con la idea de hacer de sus relatos una literatura cercana a la narración oral, presente en las fábulas que conforman sus Cuentos de la selva, como en las “Cartas de un cazador”.

La idea de Lobato sobre lo que debía ser la literatura infantil, coincide en varios aspectos con lo que se percibe en Quiroga. Con Lobato, es necesario tener en cuenta que ante todo, su ideología correspondía a la de un ferviente nacionalista. Para lograr esta idea de identidad cultural, su literatura debía contar con rasgos propiamente brasileños y para él resulta imprescindible dotar a la literatura infantil de características autóctonas: escenarios y personajes locales, pero ésta debe ser simple y comprensible para cualquiera. En 1920 aparecen los personajes que le darán fama a Lobato como autor de literatura infantil, al publicar A menina do narizinho arrebitado, y a partir de allí comienza una larga serie protagonizada por los mismos personajes, con unas características bien definidas, a lo largo de las distintas obras, hasta completar la serie con un espacio donde pudieran convivir no sólo sus propios personajes, sino también aquellos clásicos de la literatura universal.

En 1939 con la saga de O Picapau Amarelo, creará un sitio que se convierte en la residencia de todos los personajes que un niño quisiera conocer. Dona Benita y sus nietos, Narizinho y Pedrinho, la muñeca Emilia y muchos otros de sus amigos conocidos en libros anteriores, invitan a vivir con ellos tanto a personajes de distintas mitologías y clásicos de la literatura universal, como así también a los populares personajes de Disney, logrando crear una armonía entre todos ellos, y así dotar de un sentido de cercanía a estas grandes creaciones universales. Será de este modo como Monteiro Lobato logró montar un pequeño mundo donde sus personajes cobrarían una existencia real, y al que los propios niños de carne y hueso son invitados a participar a través de la imaginación.

Mississauga, Ontario,  lunes 1 de abril,  del 2019

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