domingo, 7 de junio de 2015

Un hiato de 25 años, en el mundo insólito de la salud en nuestro país




Al leer un artículo actual de Dr. Pérez Hernández sobre lo que le está sucediendo a la salud del país, ahora, a 16 años de iniciar el llamado “proceso revolucionario” y comparable con el horror de “La Peste” de Camus, me obligó a revisar un artículo que publiqué en El Nacional hace 25 años (1991), sobre el mismo tema. En el mismo ofrecía ideas para salir del “marasmo de la incertidumbre” en el que nos sumían las políticas de salud, combatiéndolas con un “control de calidad” en el ejercicio de la Medicina.  “Control de calidad visualizando nuestros propios defectos”. Leer los dos trabajos puede ser deprimente ante el espantoso deterioro de la salud pública y del país en general, pero puede valer como  campanada esperanzadora de alerta para quienes piensen que todavía pueda existir una luz al final del largo y sombrío túnel donde nos han metido los traidores a la patria creadores del mal llamado “socialismo del siglo XXI” 

ESTE INSÓLITO MUNO DE LA SALUD
por : Rolando Hernández Pérez
Publicado en “Piel Latinoamericana  372 , el 5 de junio del año  2015
Albert Camus en su libro La peste describe lo que sucedió en la ciudad de Orán en Argelia hace 75 años. Un día el Dr. Riex tropieza con una rata muerta al salir de su habitación y sorprendido se da cuenta de este hecho que no deja de ser extraño y curioso. La aparta con su zapato hacia un lado y cuando sale de su edificio le comenta al conserje lo que sucedía. En la tarde de ese mismo día, el doctor Riex, vio salir corriendo de la oscuridad a otra rata, que perdiendo el equilibrio cae muerta con el hocico ensangrentado. Otro nuevo hecho muy extraño para el doctor A su regreso habló nuevamente con el conserje y este le comentó sorprendido que algún bromista había puesto ratas muertas en la puerta del edificio y el doctor quedó extrañado nuevamente.
Traemos a colación este relato, con el propósito de expresar nuestra preocupante posición con respecto a las condiciones actuales de la salud en Venezuela:
¿Qué criterios, qué nociones, incluso, qué sentimientos se anteponen en la conciencia de algunos hombres aunque, en buena parte también, en ciertos grupos de la sociedad, para no reaccionar ante un inminente peligro amenazador. ¿Será que buena parte de los hombres y de los pueblos necesitan, en palabras de Homero, la presencia del mal para darse cuenta de su existencia?  Así como el portero del edificio, en La peste de Albert Camus, hace una lectura evasiva de la realidad, al no asociar la muerte de las ratas como expresión de una peste; cuántas veces necesitaremos la presencia de otras ratas “sociales” para, por lo menos, percibir las tragedia que en particular tiene lugar en la salud de un país . La confluencia de contradicciones en la salud –y en este país- cuya imagen es una crisis en evolución, cuyo término es el abismo en el enfermo, no ha sido suficientemente reveladora de un expansivo caos que, no solamente se expresa en el mundo político e institucional, sino en la expectativa de vida a la cual tiene derecho todo paciente. Hasta qué punto algunas ideologías pueden transgredir la elemental racionalidad a la que está convocado todo hombre en virtud de las razones más naturales, como lo son: la preservación de la especie, la sana convivencia, el bienestar individual, etc., y que además constituyen exigencias imperativas, no solamente del individuo, sino también del grupo al cual pertenece. ¿Hasta dónde puede llegar la inconsciencia social de un país? ¿Qué se puede pensar de las políticas públicas de un país en materia de salud, cuyas estadísticas se desconocen? ¿Qué proyecciones podrían hacerse a futuro sobre el servicio y la asistencia médica, en un escenario académico-científico desasistido por mandato ideológico del gobierno y convertido, a su vez, en política de Estado?
Si, La peste de Camus, en una sociedad apetecible de riquezas materiales como aquella de Orán, la ciudad argelina escenario de la novela, afectó a una sociedad ávida de logros capitalista, ¿acaso nuestra tal condición de país socialista nos ha inmunizado para fagocitar los efectos de esta peste en buena parte precipitada por este mismo sistema? ¿ Qué se puede vislumbrar en una década y en un país -en materia de seguridad social y específicamente en el campo de la salud- con una generación de relevo profesionalmente deficitaria y amordazada por sujeciones ideológicas?, mientras en el resto del mundo -con sus mínimas excepciones- se afanan en buscar las últimas consecuencias de la verdad científica.
Pero y a pesar de la gravedad de esta reflexión, aparentemente pesimista, también creemos en el aprendizaje que han dejado los vendavales en las etapas críticas de la historia. Basamos este optimismo en muchas razones: “lo único que permanece es el cambio”; estamos obligado a aprender de los errores; la capacidad creadora del hombre es un fundamento para la salvación de la especie humana. Pese a todos los accidentes sociales que estamos padeciendo, seguiremos contando con el mejor talento venezolano y la luz de las grandes voluntades de este país.
Rolando Hernández Pérez
Publicado en: PIEL LATINOAMERICANA  AÑO XI - EDICION 372 | Junio, 5 - 2015

CADA DEFECTO ES UN TESORO
Publicado en El Nacional el lunes 1 de abril del año 1991
“El error es un parte substancial en el ejercicio de la Medicina; sin embargo, lo que la gente espera de los médicos y de sus métodos científicos no es precisamente el error. Por el contrario, se mencionan la perfección, la precisión, la búsqueda de la infalibilidad y un desprendimiento tal que debería situar a los médicos muy lejos de la material vil.
La verdad es que los médicos, como seres humanos, debemos no-solo admitir los defectos y aceptar los errores, debemos entender que nuestra integridad profesional se basa en gran parte en la capacidad que desarrollemos para escudriñar las fallas, corregir las situaciones anímalas y estar dispuestos a aceptar las críticas cuando estas conducen a mejorar el ejercicio profesional. El no entenderlo así es no querer ser sinceros con nosotros mismos.
Para mejorar la capacidad de curar, los médicos estamos cada vez más obligados a conocer mejor las enfermedades y los enfermos. Existe un mecanismo idóneo para que el médico pueda examinar su juicio crítico, su pericia clínica y la efectividad de sus tratamientos; es ideal para la autoevaluación e indispensable para decirnos la verdad sobre la morbimortalidad en los hospitales del país, me estoy refiriendo a la sencilla práctica de la autopsia. La incertidumbre siempre provoca malestar y al asumir las dudas y los temores se produce una reacción de defensa, la cual podría representar uno de los motivos por los que el médico tiende a no darle mucha importancia a la práctica de la autopsia.
Cualquiera puede pensar que los métodos de la ciencia moderna, sobre todo  esos que llaman “procedimientos no invasivos”, son suficientes para mostrar los efectos de la enfermedades en los pacientes; no obstante sabemos que existen fallas en estos modernos sistemas de evaluación diagnóstica. Estudios realizados en los Estados Unidos durante los últimos treinta años, han demostrado que de un 20 a un 33% de los pacientes hospitalizados muestran errores en e diagnóstico cuando son autopsiados. Estas cifras entre nosotros son mucho más altas y lamentablemente no se ha examinado con seriedad.
Recientemente en Norteamérica se ha propiciado el mejoramiento a través de la evaluación de los sistemas en una teoría denominada “del Mejoramiento Continuo” basada en premisas como esta: “cada defecto es un tesoro”. Esta proposición copia las claves del “éxito competitivo” puesta en práctica por los japoneses con óptimos resultados y conocidas entre ellos como “haizen”, las cuales se apoyan en la búsqueda y la detección de las imperfecciones de los sistemas para poder lograr la oportunidad de mejorarlos. Estos planteamientos que intentan una optimización de los recursos, son aplicados en los países desarrollados y deben servirnos de ejemplo en nuestras depauperadas latitudes.
Los médicos venezolanos conocemos la desoladora realidad de la asistencia pública en nuestro país asediado por el hambre que afecta a la mayoría de los ciudadanos que sobreviven en el rigor de la pobreza crítica. Los médicos, para elevar los niveles de atención a los pacientes podríamos plantear una alternativa cruda pero muy realista. ¿Por qué no organizar y darle apoyo a los Servicios de Anatomía Patológica de los hospitales del país? ¿Por qué no convocar a estos especialistas para que nos revelen los diagnósticos reales de nuestras enfermedades? ¿No convendría acaso ofrecerle apoyo a un esfuerzo por lograr un eficiente control de calidad en el ejercicio de la Medicina? Esta proposición puede parecer aterradora. ¡Control de calidad visualizando nuestros propios defectos! Al hacerlo realidad, sin duda alguna vamos a conocer mejor nuestras graves deficiencias en el terreno de los diagnósticos, en las decisiones terapéuticas, en el plano epidemiológico, y entonces si podremos cotejas cifras con el Proyecto Venezuela, entonces dejaríamos de estar basando nuestras estadísticas en impresiones de última hora, plasmadas por quien sabe quién en el certificado de defunción de cualquiera de nuestros sufridos conciudadanos.
Entonces, seguramente nos deprimiremos, sí, ciertamente, pero si queremos controlar la calidad de nuestro trabajo como médicos y salir del marasmo de la incertidumbre, solo nos queda la vía de sincerarnos y atesorar nuestros defectos para poder corregirlos y avanzar para lograr así un mejoramiento continuo del ejercicio de la Medicina.”
Jorge García Tamayo.
Publicado en "MAS REFLEXIONES SOBRE LA PATOLOGÍA Y EL PAÍS" 
Fund Gipuzkoa Eds, Maracaibo, 1998.
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