lunes, 31 de agosto de 2020

Rafael Rangel el investigador

 

Rafael Rangel el investigador


Ya hemos hablado previamente en este blog sobre Rafael Rangel, sobre su pensamiento analítico (https://bit.ly/2XCERBj) y hemos citado sus conexiones para lograr su impresionante  formación como investigador científico (https://bit.ly/2PrFDfe) de la que se conoce fundamentalmente la desarrollada en apenas ocho años. Pero muchos ignoran que Rafael Rangel dejó un legado vigente hasta hoy como visionario multidimensional de la educación médica, la ciencia universal, la medicina experimental y de sistemas como la medicina tropical, sanidad pública, tecnología médica y la gerencia de investigación y desarrollo.

 

De estas realidades es poco lo que el país conoce y por ello el médico venezolano y PhD del Albert Einstein College of Medicine de nueva York, doctor Rafael Rangel-Aldao publicó un exhaustivo estudio cuyo objetivo fue hallar respuestas verificables sobre preguntas que a ciento diez años de la desaparición trágica y prematura de Rafael Rangel (1877-1909), aún persisten, sobre el qué y el cómo, de su formación científica y la verdad sobre las importantes contribuciones que hizo como precursor de la investigación médica en Venezuela.

 

Todos los hallazgos de la investigación de Rangel-Aldao, señalan que, Rafael Rangel diseñó un programa tutorial de licenciatura en microbiología con especial énfasis en parasitología, y lo cumplió durante cinco años (1898-1902), bajo la dirección de José Gregorio Hernández y Santos Aníbal Domínici, así como de otras grandes figuras como Pablo Acosta Ortiz, Enrique Meier Flégel y Luis Razetti. Para aquel entonces, Rangel dominaba la lectura de los cinco idiomas más importantes de la ciencia mundial, y como tal adquirió una erudición que le permitió estar en la frontera del conocimiento médico y biológico. Esa formación lo preparó para ser director del Laboratorio del Hospital Vargas, 1902-1909. Convertido en investigador activo, dirigiría el 26,2% de las tesis doctorales en medicina de ese período, y produjo los más importantes descubrimientos sobre la causalidad, diagnóstico, tratamiento y epidemiología de graves enfermedades que afectaban tanto a la población humana como animal de nuestro país.

 

Rangel es conocido por sus contribuciones sobre la etiología de las anemias graves, y la derrengadera de los equinos en Venezuela, pero al parecer se desconoce que Rangel fue, de facto, un médico ejemplar en el mejor estilo de la escuela francesa de medicina, y de la naciente escuela alemana e inglesa de finales de siglo XIX. Él pudo combinar de manera magistral la clínica y la cirugía, con la investigación de laboratorio en medicina experimental. Su intensa y fructífera actividad científica y asistencial lo convirtió, en un modelo integrador de disciplinas dispares de ciencias que son la base de la medicina. Rangel haría autopsias y llegaría a crear un museo de Anatomía Patológica; usaría técnicas sofisticadas del laboratorio analítico de entonces, histológicas, hematológicas, inmunológicas, bioquímicas, químicas, físico-químicas, e inclusive, entomológicas, que fusionaría con la clínica, la cirugía y la epidemiología de enfermedades infecciosas prevalentes en Venezuela, en particular las parasitosis por protozoarios y vermes, así como infecciones bacterianas como la del ántrax y la peste bubónica.

 

Rangel fue también un visionario. Tempranamente en 1906, ya en su conferencia a la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina, advirtió con acierto la importancia en la práctica médica, no solo de la investigación de campo y de laboratorio, sino también del uso práctico de la naciente tecnología de entonces. De igual manera, vislumbró la necesidad de contar en Venezuela con un instituto de medicina tropical, que no llegó a fundarse sino cuarenta y un años más tarde, en 1947. En esa misma conferencia, Rangel advirtió la necesidad de la producción de biológicos en el país, actividad que solo fue posible a partir de 1938 con la fundación del Instituto Nacional de Higiene que lleva su nombre a partir de 1977.

 

En la conferencia de su clase inaugural, explicaría en detalle su visión futurista: En esta conferencia combato a la distinción entre el clínico y el hombre de laboratorio, el médico y el experimentador;…es necesario tener en cuenta la constitución médica del lugar, manejar un microscopio, tarar una balanza, hacer una vivisección y una autopsia y no solo los conocimientos clínicos que adquirís en el hospital.” Al inicio de la conferencia Rangel diría:“…comprendo que si he sido el elegido para daros la primera, no es porque tenga autoridad científica, ni representación alguna, sino porque es mucho el interés que tienen para vosotros, los médicos de mañana, los estudios micrográficos a que me he dedicado.”…No me explico, cómo por una especie de aberración del espíritu, a la hora actual, haya quien impugne las investigaciones experimentales como innecesarias para el médico.” Esta afirmación de Rangel, sigue vigente hoy, A esa demostración simultánea de libertad e irreverencia, Rangel, con indudable agudeza premonitoria, pregunta: En primer lugar no comprendo porqué esos dos títulos (de médico e investigador de laboratorio) no pueda ostentarlos un sólo hombre, como si estuvieran reñidos dos métodos que tienden a un mismo fin; …es por eso que repruebo toda idea que no sea la de afianzar esa dualidad, en todo aquel que se dedique entre nosotros a la noble carrera de la medicina...”

 

En su afán integrador de la medicina, la ciencia y la tecnología en la formación del médico moderno, Rangel declararía: El diagnóstico y el pronóstico, para los cuáles se consideraba útil únicamente los conocimientos de la semiología clínica, creándose una aptitud feliz en el profesional que lo poseía en alto grado, “el tacto médico” solicitan más firmeza en sus decisiones con la intervención del análisis microscópico y químico, los rayos Roentgen, etc., con los que se adquiere una exactitud científica ponderable en la misma práctica médica y quirúrgica”…

 

Rangel da cuenta de las limitaciones de la enseñanza médica basada solo en aspectos teóricos como era entonces, y agrega las ventajas de combinar la práctica clínica con la ciencia: “…ahora es necesario leer en la naturaleza misma, interrogarla como decía Claudio Bernard y descubrirle sus secretos. Rangel pone como patrón de médico e investigador, al gran científico alemán de la época: El médico y el cirujano contemporáneos deben ser en sus funciones sociales, además de Apóstoles de Caridad [como Hernández] investigadores científicos, al ejemplo del sabio [Thomas] Koch que en su ejercicio profesional en las campañas, en las humildes chozas de labriegos tenía su mente en continua gimnasia con los problemas biológicos”.

 

De manera elocuente Rangel expresa su punto de vista: Los institutos de instrucción Superior de la América Latina tienen que abordar problemas médicos de vital importancia para su porvenir…Los Poderes Públicos americanos deben organizar sus Universidades, con todos los medios de investigación científica, porque cifrando sus esperanzas en el porvenir, es desde sus cumbres donde puede extenderse mejor la visual sobre el anchuroso horizonte de la patria”. Rangel destacará la necesidad de contar con la infraestructura adecuada para llevar a cabo investigaciones de excelencia: Es de sentirse que en nuestra Facultad no exista ni esos muestrarios completos de aparatos. El doctor José Gregorio Hernández no tiene recursos para desarrollar la enseñanza práctica; el doctor Luis Razetti se asfixia con sus alumnos entre cadáveres en aquel pequeño local que llaman anfiteatro; el doctor Guillermo Delgado Palacios, este sabio paciente, tiene que convertir, muchas veces, un cajón de kerosene en una estufa; y el doctor Mora [Antonio Pedro Mora] apenas cuenta con lo muy necesario para sus investigaciones de Química industrial y agrícola”.

 

En el siguiente punto de su lección, Rangel, por primera vez, explica su satisfacción por la labor gerencial que él sí pudo desempeñar como gerente y responsable de la organización, dotación y financiamiento de su laboratorio mediante el apoyo gubernamental, algo por el cual pagaría un precio mortal: En eso yo he sido más feliz en el Laboratorio del Hospital Vargas que mis padres intelectuales. El General Castro le ha regalado al Laboratorio un arsenal de aparatos importantes y el Gobernador, don Ramón Tello Mendoza y la actual Junta Administradora de los Hospitales dirigida por los doctores Conde Flores y Minguet Leterón se esfuerzan por mantenerlo a la altura que merece. Yo me complazco en estos momentos, en rendirles públicamente el homenaje de mi más viva gratitud.Expresa Rangel, sin embargo, que lo requerido era no solo un centro de investigaciones sino una red nacional de tipo asistencial conectado a tal centro, algo que todavía no existe: Es de imperiosa necesidad y a ello deben tender nuestros esfuerzos que se establezcan en nuestra Universidad Central una o más Cátedras para el estudio de las enfermedades propias del país.”

 

Todo este impresionante perfil profesional de Rafael Rangel, se dio, a pesar de no ser médico ni doctor. Rangel fue un académico por excelencia como se evidencia por sus presentaciones en la naciente Academia Nacional de Medicina, em la cual, en 1905 apenas un año después de su fundación, le otorgó el Premio Vargas por recomendación de Razetti.  Rangel, además, trabajó de cerca y obtuvo el sucesivo apoyo académico de distinguidos rectores de la Universidad Central de Venezuela, Domínici y Razetti, además del vicerrector Acosta Ortiz en 1908. También tuvo Rangel el soporte ese mismo año del presidente de la Academia Nacional de Medicina, Guillermo Delgado Palacios. No cabe dudarlo que de haber logrado Rangel en 1909, la beca que le sugirió al gobierno nacional la Academia Nacional de Medicina en 1905, para que él cursara estudios en la Escuela de Medicina Tropical de de Liverpool, el Bachiller, en poco tiempo, habría alcanzado el doctorado pues tenía sobradas credenciales y experiencia para lograrlo en un corto tiempo. Venezuela se perdió, entonces, tal vez, de producir uno de los más grandes científicos del mundo en Medicina Tropical.

 

NOTA: lo publicado hoy en el blog (lapesteloca) es extraído del trabajo:“Rafael Rangel: La esencia multidimensional de un científico, 1901-1909”, de Rafael Rangel-Aldao, médico de la Universidad Central de Venezuela con maestría y doctorado en Bioquímica y Biología Molecular del Albert Einstein College of Medicine, con una extensa carrera científica y gerencial, fundador del Grupo de Ciencia Digital entre otras es autor de numerosas innovaciones biotecnológicas  para la industria de alimentos, fue Director de investigaciones para las Empresas Polar (1987-2005), y ha sido asesor de  varias agencias de las Naciones Unidas como la OMS.

 

Maracaibo, lunes 31 de agosto, 2020

Sobre la lengua vasca…

 

Sobre la lengua vasca…

La lengua vasca es, esencialmente, la única lengua prerromana paleohispánica que sobrevivió a la romanización y latinización de la península ibérica. De hecho, todavía hoy se habla vasco. Sin embargo, aunque nacieron de familias muy diferentes y distantes, el vasco y el latín ( luego vendrían el castellano y otras lenguas romances) ambas tuvieron gran importancia e influencia el uno y el otro, entre ellos. En esta relación, siempre fue la indoeuropea la lengua dominante, lo cual no fue óbice para que el vasco ejerciera su influencia en algunos rasgos del castellano, principalmente en su fonología y en su vocabulario.

El vasco antiguo es poco conocido (hasta el siglo XVI no se puede hablar de una lengua con acceso a la escrituralidad). Prácticamente todas las posibles influencias que el vasco haya podido ejercer sobre el latín-castellano tienen argumentos y contraargumentos.  La pregunta puede ser: ¿Por qué el vasco y el castellano tienen esta conexión tan fuerte entre sí, cuando lingüísticamente son tan distantes y tan distintos?

El dialecto romance que acabará siendo el español actual, era el romance castellano de la zona de Burgos, en contacto hacia el norte con zonas de habla vascuence. En caso de contacto geográfico, lo raro sería que no hubiese contacto lingüístico y, con este, influencia de unas lenguas sobre otras. Ninguna de estas influencias fonético-fonológicas, puede asegurarse sin dejar lugar a la duda, a menudo de forma muy razonable.

Salvo algunas variedades, el español en general es una lengua con cinco vocales puras (i, e, a, o, u) característica esta que también la compartía el vasco antiguo y la mayor parte del vasco actual. Aunque en principio esta correlación lleva consigo una causalidad, muy esperable, ya que el mayor porcentaje de las lenguas del mundo tiene también cinco vocales (p. ej. el griego moderno). Son sistemas pentovocálicos. Por otra parte, también el aragonés tiene solo cinco vocales, mientras que las demás lenguas peninsulares y romances en general tienen más. Por tanto, esto supondría un contraargumento pues justamente, el castellano y el aragonés, están muy en el círculo de influencia del vasco, y ambos tienen solo cinco vocales, igual que el vasco.

Relacionado con esto está la supuesta influencia vasca para explicar la diptongación generalizada de /ɛ/ y /ɔ/ en castellano, cuando la mayoría de las lenguas romances distingue entre eo abiertas y cerradas. En español, la ‹r› en inicial de palabra (p. ej. «rojo») es siempre la vibrante múltiple /r/, mientras que en latín y aún todavía en italiano representa la percusiva /ɾ/.  En vasco, los préstamos latinos que empezaban por r incorporaban una vocal protética, como en rosa → arrosa o rege → errege. ¿Hay una conexión entre una cosa y la otra?

El betacismo es un fenómeno lingüístico muy característico, sobre todo, de algunas lenguas romances (español, gallego, a veces catalán, así como occitano, sardo, dialectos norteños del portugués y algunos dialectos sureños de Italia, aunque también se da esporádicamente en rumano y otras lenguas y dialectos romances). El betacismo es el primer gran cambio consonántico del latín vulgar y consiste en dos procesos paralelos: el reforzamiento de toda V /w/ en [β] y el debilitamiento de B /b/ intervocálica a fricativa [β]. En posición intervocálica, tendremos en latín vulgar /p/ procedente de P, y /β/ procedente de B y V. En castellano medieval esta misma distinción seguirá siendo fonológicamente (y gráficamente) distintiva.

En realidad, deberíamos hablar simplemente de ausencia de /v/ o incluso, simplemente, de confluencia de b y v, ya que el betacismo es un fenómeno del latín vulgar y, por tanto, panromance. Ya sabemos que en español las letras ‹b› y ‹v› se pronuncian igual, mientras que la mayoría de las lenguas romances distinguen /b/ y /v/. Examinando la fonología del vasco, vemos que esta lengua, igual que el castellano, carece de /v/: ¿causalidad o casualidad? Aclaremos que también otras lenguas del norte peninsular tienen este rasgo: el aragonés, asturiano, gallego, parte del portugués peninsular, y dialectos del catalán... En un principio, caben dos hipótesis: estas lenguas romances se vieron influidas por un sustrato paleohispánico norteño (sea el que fuere) que les confirió ese rasgo a todas, o el vasco influyó al castellano, que, por su eventual prevalencia sobre los demás romances peninsulares, los influyó a su vez.


 

¿Será la r inicial siempre fuerte en castellano a causa del vasco? Pensándolo bien es justamente lo contrario: el vasco no admitía una consonante rótica a principio de palabra, y de ahí la necesidad de añadir una vocal protética para poder pronunciarla. En todo caso, se puede considerar al vasco, como responsable de alguna vocal protética no etimológica en algunas palabras, como en arruga < ruga. Independientemente de todo esto, otros romances sin conexión con el vasco (calabrés, siciliano, corso…) tienen este mismo tratamiento de r inicial lo que reforzaría la idea de que el vasco no tiene nada que ver con esto y que el tema de las influencias puede ser simple casualidad.

La influencia del vasco en el español es un tema que despierta bastante interés, sin embargo, lo más interesante en lo fonético y lo morfosintáctico, es mucho más dudoso. De esto último, de hecho, apenas hay información; de lo fonético hay más, pero prácticamente todo tiene contraargumentos, y argumentos al contraargumento… Algo parece que hay, pero es poco lo que puede saberse a ciencia cierta, ya que disponemos de muy poca información sobre el vasco más antiguo.  El euskera es hablado por aproximadamente una cuarta parte de la población, especialmente en el área de Gipuzkoa (Mondragón se encuentra en esta provincia), Bizkaia, noroeste de Navarra y País Vasco-Francés.

Maracaibo,  lunes 1 de septiembre 2020

domingo, 30 de agosto de 2020

don Alonso de Ojeda


don Alonso de Ojeda

Alonso de Ojeda nació el año 1468 en el seno de una familia perteneciente a la nobleza aunque venida a menos por razones de economía, quienes vivían en un poblado conocido como Torrejoncillo del Rey, en Cuenca, España. Tras haber  sido designado al mando de una de las naves de Cristóbal Colón en su segundo viaje del año 1493. En “El Nuevo Mundo”, Ojeda fue, como Capitán, el primer soldado que hizo frente a los encuentros hostiles con los nativos, y gracias a su valentía y pericia militar, supo llevar la paz para la fundación en el Mar Caribe de la colombina La Española, hoy la isla de República Dominicana y Haití..

En 1496 El capitán Ojeda dejaría la Española para regresar a su patria, donde hablaría con su protector, el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, quien lo autorizó a realizar su primera expedición sin la presencia de Colón. El viaje, lo hizo Ojeda en una sola carabela, acompañado de Américo Vespucio y de Juan de la Cosa, hasta llegar a la isla de Trinidad en el mismo derrotero que hiciera Colón. A partir de aquí empezaría su propio periplo a lo largo de la costa de Venezuela, y hallaría el lago de Maracaibo llamado por los indios Coquibacoa, de tal manera que fue Alonso de Ojeda el primer europeo que pisó tierra firme en América, y los reconocimientos geográficos para la composición del mapa dado a conocer por Juan de la Cosa en el año 1500, se dieron por aquella aventura cuando se descubrió el Lago de Maracaibo y nació el nombre de América por el mismo tripulante Vespucio y fueron sus recuerdos de la perla del Adriático, la que también le dieron nombre a una nación: Venezuela. 

El sábado, 13 de diciembre de 2014, en este blog (lapesteloca), relataría “Una historia sobre los orígenes de La Pequeña Venecia del Coquivacoa” supuestamente escrita por un joven grumete que acompañaba a don Alonso de Ojeda en su viaje del año 1498. Reproduzco ahora, sin ton ni son, finalizando agosto del terrible año 2020, algunos fragmentos de aquel relato...

"De mi pueblo, de Cuenca, sí, del pueblo donde naciera yo mismo, hace ya bastantes años, de allí es también mi capitán, don Alonso de Ojeda. Era mi señor y es mi amigo, desde hace muchos años, y hube desde muy joven, de vivir la fortuna de acompañarle, a él, a mi señor y mi amigo, en la ruta de las Indias”...

…“Días y noches transcurrieron desde que nos separamos de la costa, despuntaba el sol cuando desde las jarcias en la cofa gritó uno de los grumetes y desde ese instante todo se transformó en un subir de foques y arriar el velamen, era la mañana del veinticuatro del mes de agosto del año de gracia de mil cuatrocientos noventa y nueve, cuando protegidos por nuestro santo patrono San Bartolomé, en aquel amanecer, que no puede borrarse de mi mente, con nuestro capitán en cubierta, oteando hasta ver como flotantes melenas, agitados penachos de plumas azules en la costa y aceptar que aquellas cabelleras móviles no eran otra cosa sino árboles de palmas y entre ellos, las viviendas sobre el agua, las casas suspendidas en estacas, algunas muy en alto y bajo las casuchas, cada vez más nítidas, do las olas iban lamiendo las retorcidas patas de madera, iba y venía el agua entre las casas y sobre el oleaje, frente a las palmeras, ascendían y descendían barquichuelos sin velamen, oscilando, ondulando, sobre las tranquilas aguas, serenas, luego de tantas semanas de olas tumultuosas y vientos silbando en tormentosos fragores, aquel era un remanso, con tonos azules y verdes y de un índigo impreciso do brillaban acerados, los destellos de luz solar que pincelaban las casuchas sobre las olas hendiendo los penachos del palmar. Tal cosa vimos y mi señor y todos nosotros contemplamos desde lejos a aquellos hombres y aquellas mujeres desnudos, como animalitos de Dios, quienes seguramente nos miraban con tanto asombro como el que sentíamos nosotros divisándolos a ellos, plenos de curiosidad”...

 


…“Mi señor y amigo el capitán don Alonso de Ojeda, le dio a la laguna y a la población levantada sobre las aguas por aquellas extrañas criaturas, el nombre de San Bartolomé, para recordarles a todos,  que fuera un 24 de agosto del año de gracia de 1499, cuando anclamos ante las casas construidas sobre estacas hincadas en la tierra del fondo de la laguna do se mecían continuamente las canoas y cuyo acompasado movimiento era seguido por el vaivén de los penachos de las palmeras en la costa de arena blanca”... 

“Al hallarse de pronto con un lago de seda se quedó sorprendido Don Alonso de Ojeda”... Así lo relataría Udón Pérez varios siglos después. 

…“Desde el puente mi capitán señaló la costa, era el momento para decidirse y descender de la nao, era el instante de poner pies en tierra firme. Tranquilos, sin temor de que resultase un encuentro sangriento, mientras desde el puente don Amerigo y micer Juan de la Cosa, con este servidor les veíamos con mucho miedo y asombro”...

“El cacique de carne desde el vecino cerro  vio salir de las aguas unos hombres de hierro”. Así lo relataría Andrés Eloy Blanco unos siglos después...

…“En las cartas dibujadas por el maestre Juan de la Cosa y por micer Vespucio, me tocó perseguir el curso de las líneas que ellos iban creando, hasta marcar allí, ante el horizonte, el golfo de Venecia y un tanto más allá el poblado de Maracaybo y todo el contorno de una inmensa laguna imposible de circunvalar totalmente porque habíamos de regresar hasta el cabo de La Vela para zarpar hacia La Española”... 

Hay quien ha querido darle un entorno bíblico al hecho acaecido tantos siglos atrás, y diría, quizás queriendo imitar al amigo del capitán Alonso de Ojeda: hete aquí que entre aquella recia estirpe de conquistadores, venía un florentino soñador quien se quedó extasiado ante las rústicas casas construidas sobre las aguas de la laguna, unidas por puentes, habitadas por criaturas salvajes, sobre aquella masa líquida ondulante y el hombre recordaría entonces a la Reina del Adriático, se acercaría a su discípulo el joven cartógrafo Juan y entre ambos, allá, en aquel comienzo mismo de los tiempos que vendrían a ligar a Europa con el Nuevo Mundo, los hombres comenzarían a dibujar los perfiles de un continente que con los años y los siglos habría de llevar su nombre, el del cartógrafo florentino, el amigo italiano de don Alonso de Ojeda, el capitán Ojeda, jefe de la expedición, quien llevase su nao hasta aquella laguna de quietud sorprendente, la pequeña Venecia del lago que los indios llamaban Coquivacoa, un puntito de tinta en los mapas, un sitio preciso que con el correr del tiempo se extendería para regalarle su nombre a toda una nación... 

Maracaibo, domingo 30 de agosto, 2020